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IRENE PEDRUELO
Viernes, 13 de abril 2012, 10:25
«Es verdad que da miedo al principio porque no sabes lo que te vas a encontrar, pero probad un año, dadles dos meses; porque engancha». Urko Barbarín habla con una pasión contagiosa sobre el camino que tomó hace seis años junto a su pareja al decidir acoger un niño saharaui en su casa durante los meses de verano. Este año repiten, y por partida doble, ya que el niño que han recibido durante los últimos cinco años vendrá acompañado de su hermano.
El programa 'Vacaciones en paz' trabaja desde 1986 por que los menores de entre 7 y 12 años que residen en los campamentos de refugiados de Tindouf (Argelia) puedan pasar dos meses del verano junto a familias de Euskal Herria. A finales de junio 400 niños desembarcarán en el aeropuerto de Loiu dispuestos a disfrutar de unas vacaciones en las que además de recibir el cariño de las familias acogedoras, verán aliviadas las duras condiciones en las que viven el resto del año. 23 de los 30 niños que vendrán a Donostia ya tienen quien los acoja, pero aún faltan siete familias que de modo desinteresado se ofrezcan a recibir a los siete niños que faltan por 'colocar'. «En mi casa no hay niños, pero no tienes por qué tenerlos para acoger. Al principio el choque de culturas es fuerte, pero te vas haciendo a él y él a tu familia», asegura Maider Salaberria, que atesora una extensa experiencia como acogedora.
Muchos de los menores presentan problemas de salud derivados de la vida en el desierto, y aprovechan su estancia para realizarse un chequeo médico o las intervenciones pertinentes. La anemia, los parásitos y los problemas de oído son algunas de las dolencias más comunes. «Al niño que traemos le han operado tres veces del oído, porque de la arena suelen tener muchas infecciones y corren el peligro de quedarse sordos», explica Urko.
El proceso de aprendizaje es mutuo, y tanto Maider como Urko coinciden al reconocer que al final son las familias las que más se enriquecen. «¡Son felices con tan poco!», defienden. Las anécdotas se suceden a lo largo de la comparecencia en la que Urko relata cómo algunos niños tiene que aprender desde cómo pulsar un interruptor hasta cómo bajar las escaleras.
Pasta para dos más
Desde el Ayuntamiento niegan que la crisis esté haciendo mella en la disposición de las familias e informan que de las 35 que se presentaron en 2011, 20 repetirán este verano. Urko lo tiene claro: «No supone más dinero. En lugar de hacer pasta para cuatro haces para seis. La crisis no es excusa para no acoger a un niño».
El proceso no es complicado. Basta con llamar a la oficina de cooperación del Ayuntamiento (943 481 960) y rellenar la solicitud. Las familias voluntarias pasarán por dos entrevistas. Una con la coordinadora del programa 'Vacaciones en Paz', Eli Eizagirre, y otra con una psicóloga que terminará de dar el visto bueno a la solicitud. «Sobre todo a la familia se le pide solidaridad y organización», confesó Eizagirre a este periódico. Sobre el peligro de que los niños quieran quedarse en Gipuzkoa una vez finalizada la estancia Urko se muestra tajante: «Se lo pasan muy bien, pero por fortuna quieren volver. Su familia está allí».
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