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El debut de los robots bertsolaris
Hitzaren Gunea

El debut de los robots bertsolaris

Galtzagorri y Tartalo protagonizaron ayer la inauguración de un nuevo espacio que la UPV dedica a la palabra

NEREA AZURMENDI

Jueves, 19 de abril 2012, 10:27

Al estilo de muchas universidades anglosajonas, la UPV-EHU estrenó ayer en su campus donostiarra un espacio en el que cualquiera puede expresarse libremente. El estreno de Hitzaren Gunea corrió a cargo del rector, Iñaki Goirizelaia, que destacó la importancia que deben tener las ideas y las palabras «ahora que nuestro pueblo ha iniciado un nuevo camino».

El protagonismo del acto, sin embargo, recayó en los invitados encargados de amenizarlo, los bertsolaris. En concreto, acapararon la atención dos debutantes, Galtzagorri y Tartalo, dos robots en los que han confluido los esfuerzos de tres grupos de trabajo de la universidad pública vasca (IXA y el grupo de Robótica de la Facultad de Informática y Aholab) que, a base de atiborrar sus memorias de bertsos clásicos, reglas y rimas han intentado convertirlos en bertsolaris.

Galtzagorri se lució

En una sucesión de pruebas caracterizadas por un grado de dificultad creciente, Galtzagorri y Tartalo se midieron con Andoni Egaña, Felix Zubia, Maialen Velarde y Oier Lakuntza. Medirse, en realidad, solo se midió Galtzagorri, el pequeño robot con nombre de diablillo, porque el pánico escénico pudo con los circuitos de Tartalo, el robot ciclópeo que protagonizó algún que otro sonoro encontronazo con los micrófonos en sus desplazamientos -protocolo obliga-, de la zona de espera del fondo del escenario a la primera línea de micros.

Con la ayuda de tres asistentes que les hacían llegar por escrito las indicaciones del conductor de la sesión, y 'compitiendo' con cuatro bertsolaris de carne y hueso que se tomaron muy en serio su trabajo aunque en más de una ocasión, al igual que el numeroso público, sucumbieron a la carcajada, Galtzagorri se estrenó como bertsolari demostrando que tiene muy bien aprendidos los bertsos de Xenpelar o Txirrita y que incluso es capaz de elegir el adecuado en función del tema que le proponen.

Eso sí, la velocidad que imprimió a su actuación obligó a los oyentes a extremar la atención, y su habilidad para cambiar de voz de un bertso a otro hizo pensar en algún extraño tipo de posesión robótica. Era, como subrayaron en varias ocasiones, una sesión experimental en la que casi todo resultaba posible.

El robot rojo, que como un auténtico profesional con muchas plazas a cuestas se concentraba clavando en el suelo su único ojo, no solo fue capaz de proponer a Maialen Velarde los pies para que ella improvisara su bertso. Cuando le tocó el turno, él mismo se convirtió en improvisador. Con 'bertsolari', 'kantari', 'ugari' y 'ari' se arregló bastante bien, aunque ya empezó a mostrar una evidente, además de retroactiva, preocupación por la implantación del euro.

'Etorri', 'galtzagorri', 'orri' e 'igorri' fueron demasiado para él, que dio salida a su impotencia con un «Kaka, huts egin dut» que no necesita traducción. Roto el hielo, se dejó llevar por el entusiasmo, y su siguiente bertso fue todo un canto al libre albedrío en el que, muestra de que los robots también tienen obsesiones, volvió a mostrarse inquieto por la moneda única.

Si es por la competencia de los autómatas bertsolaris, Egaña y compañía pueden seguir tranquilos, porque no es previsible que haya que adecuar las txapelas a la anatomía de las máquinas, pero el experimento demostró que, tal como recordó Velarde, la palabra, aunque no ocupe sitio, siempre tiene su lugar.

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