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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
Viernes, 25 de mayo 2012, 04:04
En el polémico y opaco banco del Vaticano, el IOR (Instituto para las Obras de Religión), centro de escándalos por lavar dinero de la corrupción política italiana y la Mafia, vuelven a saltar chispas. Ettore Gotti Tedeschi, el prestigioso banquero que Benedicto XVI nombró presidente en 2009 para que emprendiera una limpieza interna y lo hiciera presentable a nivel internacional, dimitió ayer en un gesto inesperado, traumático y que traerá mucha cola, según reveló el diario 'Il Sole 24 ore', aunque una nota posterior de la Santa Sede lo contó de otro modo. Aseguraba que el consejo le retiró la confianza «por unanimidad», al no haber desarrollado «varias funciones de importancia primaria» tras «repetidas» advertencias.
Acaba de estallar otro grave escándalo, anunciado, en el Vaticano y en su frente más delicado, el financiero. El trasfondo es una guerra interna que ya ha ido aflorando en las filtraciones de documentos de la Santa Sede, el llamado 'Vatileaks'. Es muy gráfica la única declaración arrancada ayer a Gotti Tedeschi: «Prefiero no decir nada, porque solo diría barbaridades». Llegó al IOR con una aureola de integridad, como inspirador de la encíclica económica del Papa y avalado por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Sin embargo, sus relaciones se han ido enfriando. Para parte del poder vaticano, ha ido demasiado lejos en sus reformas a ultranza para hacer del IOR un banco normal y transparente. Gotti Tedeschi, ferviente católico que había dirigido la filial italiana del Santander, se propuso meter al Vaticano en la 'lista blanca' de la UE de entidades en regla contra el lavado de dinero y comenzar a colaborar con la Justicia italiana.
Con el oscuro lastre que arrastra el IOR, pronto empezó a tener problemas. En mayo de 2010 la Fiscalía de Roma abrió una investigación sobre las relaciones de diez bancos italianos con el IOR, sospechosos de lavar dinero, y en septiembre secuestró 23 millones por presuntas operaciones irregulares. El propio Gotti Tedeschi fue puesto bajo investigación y, en un gesto insólito, aceptó ir a declarar para explicarlo todo. Llenó 91 páginas de interrogatorio. En muchos sectores del Vaticano sentó fatal. Según el punto de vista tradicional, tenía que haberse cerrado en banda y exigir una rogatoria internacional. Además sembró la desconfianza por introducir a técnicos del Banco de Italia, vistos como peligrosos intrusos.
El choque final llegó con la reforma que por fin adecuaba las finanzas de la Santa Sede a la legalidad internacional, firmada por el Papa en diciembre de 2010. Entraba en vigor en abril de 2011, pero en enero de ese año Bertone la modificó con un decreto que reducía el poder del órgano de control, la Autoridad de Información Financiera (AIF), confiada al cardenal Attilio Nicora, y negaba la retroactividad en la colaboración con la Justicia italiana.
Están en el aire, por ejemplo, tres rogatorias internacionales de 2002, 2004 y 2008 que exigían aclarar operaciones de lavado de dinero de Cosa Nostra en el IOR. Nicora se lamentó en una carta interna de que la maniobra podía verse «como un paso atrás» en la limpieza de la entidad. Gotti Tedeschi se va, precisamente, en vísperas de que el Moneyval, el grupo del Consejo de Europa que debe valorar los progresos del Vaticano, dé su veredicto en julio.
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