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AINHOA MUÑOZ
Martes, 7 de agosto 2012, 05:06
Sentir la arena entre los dedos de los pies. Dar un paseo por la orilla o un chapuzón en el agua salada son pequeños lujos que los donostiarras estamos acostumbrados a disfrutar. Pero esta verdad dista mucho de ser una realidad para algunas personas. Por ejemplo, quienes no son capaces por sí mismas de acercarse hasta la playa. «Llevo más de diez años sin poder arrimarme a La Concha porque yo sola ni puedo ni me atrevo», asegura Tomasa Bengoetxea, una mujer de 84 años enamorada de este arenal del que no puede disfrutar desde hace muchos años. Pero gracias a la gestión de la Cruz Roja se ha realizado por primera vez un servicio de recogida a domicilio para que personas con problemas de discapacidad o personas de avanzada edad puedan ser acompañadas a La Concha y por fin puedan gozar de uno de los placeres más propios de nuestra ciudad.
Los voluntarios de la Cruz Roja han llevado a cabo durante los últimos años distintas actividades de ocio y tiempo libre para el mismo colectivo de personas, pero no ha sido hasta este año cuando han creído oportuno ampliar ese acompañamiento al verano, a los días de playa. Así ha nacido en esta temporada estival la actividad '¡Vámonos a la playa!', un servicio de ayuda a personas con problemas de movilidad que les permite de esta manera llegar hasta el litoral.
Un vehículo adaptado es el encargado de recoger puerta por puerta y ofrecer un servicio de traslado desde el domicilio o residencia del usuario hasta la playa de La Concha. «Estoy en mi casa, vienen, me recogen, me llevan y me traen. ¡Es una maravilla!» sentencia ilusionado Joseba Egiguren, un donostiarra de 51 años con una invalidez del 77%. Una vez hecho el recorrido, los voluntarios de la Cruz Roja acompañan a estas personas hasta la torreta de La Concha donde les ayudan a cambiarse y a instalarse. Las personas que han solicitado este servicio se asientan así en un espacio acordonado que se ha habilitado por primera vez. De esta forma, unas sillas y unas sombrillas rojas posibilitan una mayor comodidad para que a estos ciudadanos no les falte de nada. Bocata, nevera, agua fresca y sol. «¿Qué más podemos pedir?», dice Joseba.
Divinidad García -Divi- es quien gestiona este nuevo programa de ayuda a domicilio complementaria con la ayuda de varios voluntarios como son Gorka Polo, Noemí Lobato o Maider Gil. Cuatro personas dispuestas a disfrutar de su tiempo libre acompañando a personas discapacitadas o de avanzada edad para pasar juntos un día en la costa donostiarra.
Son ellos los que se encargan de recoger a las personas en sus casas o en sus residencias para que una vez instalados en la playa puedan disfrutar también de un chapuzón con total seguridad. Con este objetivo la gestión por parte de los voluntarios se ha unido junto a los operarios de la Cruz Roja fijados en La Concha para sumar a este proyecto de '¡Vámonos a la playa!' la posibilidad de disfrutar de un baño asistido, una iniciativa que lleva ya varios años realizándose. «Veíamos preciso ampliar el servicio del baño asistido junto a la recogida a domicilio de estas personas ya que la mayoría tienen problemas de movilidad y les es complicado acceder a la playa y mucho más darse un buen chapuzón», asegura Divi.
Esta 'fusión' recae también en los socorristas responsables de La Concha, como es el caso de Raúl Martín, segundo encargado de organizar y coordinar toda la playa, así como garantizar la seguridad de los baños asistidos: «La gente mayor y los discapacitados también tienen derecho de disfrutar del periodo de vacaciones. Por eso, junto a los voluntarios, les hacemos este homenaje porque se lo merecen».
Un chapuzón seguro
Joseba y Tomasa llegaron junto a Divi y los otros tres voluntarios a La Concha después de haberles recogido en sus casas. El calor sofocante y los 23 grados de temperatura del agua invitaban a uno a bañarse, pero solos les hubiese sido imposible. Noemí Lobato enganchó por el brazo a Tomasa dispuesta a pegarse el primer chapuzón de agosto mientras la anciana se refrescaba poquito a poco. Agarrada en todo momento a la voluntaria de la Cruz Roja, Tomasa disfrutó como no lo hacía en años. A Joseba, por otro lado, le subieron en la silla adaptada y hecha con materiales flotantes para que pudiese disfrutar por primera vez en La Concha de uno de los baños «más gratificantes y más relajados» desde que en 1994 un accidente le dejase las piernas sin movilidad.
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