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ALBERTO MOYANO
Lunes, 24 de septiembre 2012, 11:15
Tres años después de estrenar 'La mujer sin piano' en el Zinemaldia, el director Javier Rebollo (Madrid, 1969) vuelve a competir en la Sección Oficial con 'El muerto y ser feliz', una 'road movie' a través de 6.000 kilómetros por territorio argentino, en la que José Sacristán interpreta a un asesino a sueldo en estado terminal. La película, que se estrena en España el próximo 18 de noviembre, provocó ayer una cierta polémica, centrada en el recurso de la voz en off. - Hay quien atribuye esa voz en off a su sentido del humor. ¿Cierto? - No, es una voz en off muy rica y compleja, no es el lugar pero si paramos a analizarla hace que el relato sea de otra manera. En algunos momentos parece un gag pero es mucho más que eso. Se abre a la paradoja, que nos hace mirar de otra manera. La voz comienza como un atestado policial pero conforme avance la película va cambiando. - Y al principio la voz en off describe la realidad pero luego comienza a mentir. Por ejemplo, ante la imagen de un restaurante vacío afirma que está lleno de gente. &ndashClaro, pero eso no es mentir, sino una paradoja. El sentimiento de los personajes es que esos sitios están llenos de gente aunque no haya nadie, eso lo entienden muy bien los japoneses. - La película muestra con fascinación esos paisajes de verano desolados fuera de temporada: hoteles, piscinas, complejos turísticos... &ndashMe atrae mucho el concepto de ruina, de la historia, de un pueblo, de lo que sea. Y estos lugares que fueron poderosos y ya no lo son han dejado un rastro de aquello. Son muy hermosos, pero tienen algo de fantasmal porque han perdido su sentido desprovistos de las personas que los habitaban. Te dan una sensación metafísica de elevación. - ¿Qué papel juegan las drogas que consume Santos (José Sacristán)? - Muy importante. La morfina le quita el dolor, el 'paco' -pasta base de la cocaína- tiene una secuencia terrible en la que el personaje delira y luego se pasa a la propia cocaína. Bueno, yo he trabajado mucho con enfermos terminales y aunque mucho médico no está de acuerdo por motivos que vienen del cristianismo, el dolor no es bueno, no es buena redención, y la morfina es la salvación. Para un gran dolor, una gran dosis de morfina, y para un dolor pequeño, una dosis pequeña. Aquí jugamos sin verdad clínica, es un emblema: se inyecta y entra en pequeños delirios. Luego ya no sabes si la siguiente imagen es soñada o no. - Ha comentado que durante el rodaje de esta película atravesaba por circunstancias difíciles. - Mi mujer padecía una enfermedad grave y yo también caí enfermo, pero respondí en el rodaje con alegría. Uno puede estar deprimido y alegre. Una cosa es la felicidad y otra, la alegría y yo intento trabajar con esta última. Si no, me dedicaría a la televisión o pondría un bar, que me encanta beber. No entiendo trabajar de otra manera que no sea con alegría y creo que mi película respira alegría, ¿no? - Más que alegría, un traquilo sopor. Es morfinómana... - Me gusta que diga eso porque tiene algo de delirio. - Ha dicho que encontraría obscena una interpretación de un moribundo al estilo Bardem, con deterioro físico y abundante maquillaje. - Yo no sé trabajar de esa manera, en la que el actor carga tanto al personaje que acabo viendo algo pornográfico. Yo creo que por ese camino uno empieza haciendo realismo y acaba haciendo fascismo. Alguien dijo que si tienes un perro verde y pintas un cuadro con un perro verde, tienes dos perros verdes. En mi opinión, el arte debe partir de lo real para acceder a otra cosa y a veces algunas interpretaciones de Bardem son tan miméticas que el arte se diluye por la potencia del maquillaje, de la interpretación... es una paradoja, pero a veces sucede: tu interpretación queda tan grande que se diluye el personaje. Y creo que Bardem es un inmenso actor, pero yo no sabría trabajar así. Por eso me gusta la interpretación poética de Pepe (Sacristán). Lo mejor que me ha pasado, iba a decir que en mi vida, ha sido conocer a este hombre. Soy mejor persona y mejor director después de trabajar con él. Ojalá se lleve la Concha al mejor actor porque está inmenso. - Tiene fama de director para cinéfilos, un tanto encriptado para el gran público... - No estoy de acuerdo. - ¿Se imagina a gente saliendo de su casa para ir a ver su película? - Completamente. Quiero pensar que mi cine es muy popular, pero quizás determinado público se ha vuelto perezoso, quieres sentirse seguro yendo por los mismos caminos como Dorothy por el sendero de baldosas amarillas en 'El mago de Oz'. Pero no es culpa suya, sino de que no hemos sabido meter en la escuela la enseñanza del cine y otras artes. O quizás la culpa sea de que ahora ya no es obligatorio leer a Baroja o estudiar Filosofía. O de que los exhibidores y los distribuidores se han vuelto muy conservadores y ponen el mismo tipo de películas que saben que han funcionado. - ¿Tiene que ver con esa curiosidad que Sacristán atribuye al público argentino? - ¿Tú ves la de pantallas que tienen los argentinos? El español no es curioso; el francés, más. El público español es muy perezoso, ha perdido la curiosidad que siempre tuvimos, pero la culpa no es del espectador, que yo creo que es inteligente y sensible, sino de la gente que le rodea. Hay una censura de despacho, una censura de exhibidores... pero yo creo en la inteligencia del espectador y le prometo que considero que mis películas son muy populares. - O sea que espera que ésta haga una buena taquilla. &ndashEn Argentina, sí, en España, no. Aquí será una película como todas las mías, con una repercusión más o menos pequeña, pero con una gran proyección internacional. Ahora somos la única película española que va al Festival de Nueva York y de ahí, a Londres, Toulousse, Viena, Río de Janeiro... La película estará año y medio paseándose por el mundo y veremos cómo reaccionan los chinos, los tailandeses y los polacos. Pequeños públicos sumados alcanzan a convertirse en un gran público. - Permítame la broma: si tiene mucho éxito, ¿estaría dispuesto a rodar una secuela? - (Risas) Me llamó Santiago Segura para preguntarme por qué no hacíamos una película de Santos contra Torrente. ¿Quién crees que ganaría?
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