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PPLL
Martes, 9 de octubre 2012, 03:14
Por lo general toda obra supone siempre un engorro pero lo cierto es que en los tiempos que corren ver actividad, sobre todo en la calle, produce alegría desde el convencimiento de que en la inacabable incertidumbre económica que nos ocupa, al menos, algo se mueve. Dejando a un lado la promoción inmobiliaria del barrio de San Juan, ha llamado la atención la cantidad de andamiajes que han coincidido y todavía coinciden en el municipio, empezando por una arteria tan central como la calle Mayor, estructuras metálicas dispuestas en la mayoría de los casos para afrontar la rehabilitación de fachadas y tejados.
En un entorno como el casco histórico, en el que por sus características -calles estrechas etc-, cualquier obstáculo complica la vida diaria y de salida todo resulta más complejo, por ejemplo a la hora de que maniobren hormigoneras, camiones grúa, y similares, dificultad que por añadidura suma un plus en días de feria, cuando hay terrazas de por medio, etc, etc, en la mitad de la calle Mayor, más próxima a la Puerta del Sol, han coincidido las obras que se han llevado a cabo en el número 16, (carnicería Mujika), con las que tienen lugar en la casa de lo que fue Otegui, y ya en el colindante calle Goen, con las que se llevan a cabo en los números 1 (Viajes Eroski) y 3 (bodegón Arantza).
En el otro extremo de la calle, cuatro años después, parece que el edificio que surge sobre la sastrería López (Mayor, 38) afronta ya su recta final, por supuesto con el consiguiente entramado de tubos a pie de calle.
Y fuera de lo que es el casco histórico, compartiendo fechas del calendario, más obras, concretamente en el número 8 de la calle Euskal Herria, (casa del Sindicato), en Joaquín Ibarbia, y hace muy pocos días han terminado las del número 62 de la calle Urdaneta.
Entre las empresas del sector consideran que la coincidencia de este número de obras se debe, simplemente a la casualidad, sin perder de vista que especialmente en el caso de tejados y fachadas procede abordar estos cometidos en ese periodo que va desde, entrada ya la primavera hasta antes de que comience el invierno.
Falta de mantenimiento
Ante una falta de costumbre o cultura de llevar a cabo un mantenimiento periódico, en especial de tejados, los profesionales constatan que obras como las que nos ocupan sólo se abordan cuando surgen problemas, como goteras, etc. Basta echar un vistazo, añaden, a los canalones de los edificios públicos y privados, en los que, muchos casos, resulta más que apreciable la existencia ostensible de hierbajos y demás vegetación.
Todo ello sin perder de vista que el Gobierno Vasco, a través de la Ley del Suelo obliga a llevar a cabo la revisión de todos los edificios (Inspecciones Técnicas de Edificios) de más de 50 años, propósito que a efectos prácticos no se cumple.
Tampoco se trata, insisten de que en este momento se estén dando más subvenciones de lo habitual. Al día de la fecha, comentan, existen las que brinda el Gobierno Vasco, que pueden ser a la comunidad de vecinos, así como a cada particular, subvenciones que en función de que se cumplan los requisitos establecidos brindan una cantidad de dinero, un IVA superreducido, o en su caso, ventajas en la declaración de la renta.
En la calle Joaquín Ibarbia, por ejemplo, edificación que aborda, fundamentalmente, el arreglo de las fachadas, gasto al que contribuyen sus 31 propietarios con un desembolso próximo a los 6.000 euros cada uno, la estimación de los vecinos recoge que en el mejor de los casos, el más afortunado puede llegar a reducir ese costo un 10%.
Y si de fachadas se trata, por aquello de su impacto visual en el entramado urbano, valga reseñar que ante una normativa que tampoco resulta especialmente rigurosa, ni siquiera en una zona de especial protección urbanística como es el caso histórico, que se muestra multicolor, y aunque existe casi empate entre el aplacado de piedra del número 1 de Goen o del 34 de la calle Mayor, o los tonos crema para Joaquín Ibarbia, etc, llama la atención el rojo intenso, granate, que ya luce en el número 16 de la calle principal, y que se deja ver en la casa del Sindicato, tonalidad a la que en su día se acogió la propia casa parroquial (calle San Pedro).
En opinión de los profesionales del ramo ninguna alusión al primer color (gules en heráldica), que identifica a Ordizia, sino simplemente cuestión de moda. Benditos días.
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