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NEREA AZURMENDI
Martes, 6 de noviembre 2012, 10:30
En contra de lo que recomienda el refrán, a veces al campo, por su bien, hay que ponerle puertas. Y eso no solo es posible, sino que resulta muy necesario en un territorio como Gipuzkoa, cuya riqueza natural se ve confrontada a una gran densidad de población y a la fuerte presión que ejercen sobre la naturaleza los humanos y sus actividades.
De encauzar algunas de esas actividades, y de hacerlo en sentido literal, se encargan los cerca de 90 senderos que, tanto dentro de los cuatro Parques Naturales de Gipuzkoa como fuera de ellos, ha venido homologando en los últimos años la Diputación Foral para tratar de poner un poco de orden en la maraña de recorridos, caminos y caminitos que se extendían por el territorio como una tela de araña que había ido ampliándose de manera asilvestrada, generando redundancias y provocando, a menudo, efectos colaterales muy poco beneficiosos para la naturaleza.
Ese proceso de redefinición y reordenación de caminos y senderos todavía no se puede dar por terminado pero, de momento, Gipuzkoa ya cuenta con más de 850 kilómetros de senderos homologados. En esta época del año, rica en razones para acercarse a la naturaleza, esos senderos son el mejor camino para adentrarse con total seguridad en esos bosques que el otoño está convirtiendo en todo un espectáculo.
Pero, y aunque a algunos les moleste tener que andar por los caminos marcados, el único objetivo de esos senderos no es proporcionar seguridad y experiencias placenteras a los paseantes. Tal como destacan fuentes técnicas del Departamento de Innovación, Desarrollo Rural y Turismo, la instancia foral que se encarga de la gestión del medio natural, el principal objetivo tanto de los senderos como del resto de las infraestructuras vinculadas al disfrute de la naturaleza -parketxes, aparcamientos, zonas recreativas...- es garantizar su conservación, tratando de encontrar el punto de equilibrio entre la preservación de los valores ambientales, su difusión y los impactos que se pueden producir en ese proceso.
Para conseguirlo, y aunque cuando nos calzamos las botas y echamos a andar no siempre somos conscientes de ello, alguien ha tenido que realizar un trabajo más complicado de lo que a simple vista parece. «Trazar un itinerario es muy delicado, hay que tener en cuenta muchos factores», aseguran en el departamento que dirige Jon Peli Uriguen, detallando los procedimientos complejos y exhaustivos que se deben completar desde que un determinado espacio es declarado Parque Natural por el Gobierno Vasco hasta que quedan definidos, hasta el más pequeño detalle, los usos que se pueden dar en un entorno protegido.
Puede dar una idea de lo cuidadoso y trabajado que es ese proceso, en el que todos los elementos se evalúan al milímetro y desde varias perspectivas, el hecho de que todavía no se haya culminado en ninguno de los cuatro parques naturales de Gipuzkoa.
Proteger y poner en valor
De todas maneras, como el procedimiento estaba en todos los casos lo suficientemente avanzado como para actuar con total garantía, se ha tomado la delantera a los procedimientos administrativos y «ya se han definido todos los senderos de los parques. También la señalización está prácticamente terminada».
Como reconocen los técnicos, son incontables los elementos que pueden condicionar el hecho de que un sendero pase por un punto determinado y no diez metros más allá: la titularidad de los caminos, que no siempre son públicos; la presencia de alguna especie animal o vegetal especialmente frágil o en peligro o que, independientemente de su situación, revista un interés especial. «Siempre con el ecosistema del parque como principal bien a conservar y a proteger -aseguran-, el objetivo de los itinerarios es dar a conocer esos valores naturales y culturales. Es importante que la gente sepa por qué son importantes y por qué los protegemos, y que los conozca, porque lo que está oculto corre más peligro. Sobre esa base, los itinerarios tienen que estar concebidos de manera que muestren los valores naturales sin generar impactos negativos».
Pese a todo, los hay. Desde los causados por los vándalos que disfrutan destrozando señales o dejando en los paneles informativos una huella escasamente artística, hasta los inconscientes que, pese a no actuar de mala fe, se llevan de recuerdo esa florecilla tan bonita, sin saber que puede pertenecer a una especie en peligro. Pasando, por supuesto, por los que creen que un camino marcado del que se recomienda no salir es una conspiración contra su libertad de movimientos y campan por sus respetos.
Primero, el diagnóstico
También hay muchos kilómetros concienzuda y convenientemente señalizados fuera de los límites de los cuatro parques naturales, como el sendero costero Talaia y la denominada Ruta del Queso. Ninguna de estas rutas por etapas surgen de la nada, sino que tienen en su base sendos recorridos GR. Esa es la denominación que reciben los senderos de largo recorrido integrados en una red europea de caminos. En Gipuzkoa tiene varios ejemplos, siendo el principal el GR-121, conocido como Vuelta a Gipuzkoa porque eso es exactamente lo que hace. «Hace unos veinte años -recuerdan-, la Federación de Montaña y otros promotores, entre ellos la Diputación, comenzaron a marcar los GR, pero con el tiempo y la falta de mantenimiento algunos empezaron a estar en muy malas condiciones».
Hace cuatro años la Diputación encargó a la Federación un diagnóstico para ver «cuáles había que mantener y marcar con los criterios con los que se funciona hoy en día, que van más allá de la mera señalización». De esa reflexión surgieron Talaia y la Ruta del Queso», que no son los únicos senderos de largo recorrido que hay en Gipuzkoa, pero sí son los únicos redefinidos y señalizados por la Diputación, que asume también su mantenimiento.
Los tres trabajadores que, junto con un técnico y un encargado, se ocupan de esa tarea son también responsables de los recorridos que permiten acceder a los principales puntos de interés de los parques. En muchos casos, esos senderos coinciden con los PR, los itinerarios de corto recorrido que han llenado Gipuzkoa de marcas blancas y amarillas.
Protegidos y conectados
De hecho, la proliferación de señales de todos los colores, que se mantienen incluso en caminos que han dejado de usarse o de mantenerse, es algo que se quiere reordenar, 'limpiando' el paisaje y dejando solo las señales necesarias. Hasta completar el mapa ideal que permitiría conocer lo mejor que ofrece Gipuzkoa para disfrutar con seguridad y sin causar demasiados estragos, queda mucho por hacer, «pero los recursos son limitados y hay que establecer prioridades».
Ya se están barajando alternativas novedosas que podrían dar un empujón a esos proyectos pero, de momento, la prioridad está en consolidar una red que ha conseguido conectar entre sí todos los espacios protegidos de Gipuzkoa y que ofrece posibilidades casi ilimitadas de acercarse a los valores naturales del territorio. De hecho, sería conveniente que los caminantes diversificaran un poco más sus recorridos porque, tal como muestran los once contadores instalados por la Diputación, hay tramos y puntos que ya están empezando a soportar una carga excesiva. Por ejemplo, excursiones tradicionales como la subida a Urbia desde Arantzazu o al Txindoki desde Larraitz, están al borde de la saturación si a la mañanera de toda la vida se le aplica una visión sostenible y conservacionista.
Y si en una de esas caminatas encuentra una piedra complicando o impidiendo el paso por ese atajo que lleva utilizando desde que era pequeño, tal vez sea un desprendimiento o un accidente natural. Pero tal vez no. «A veces es muy difícil que la gente entienda que ir por cualquier parte puede causar mucho daño al entorno, y que los senderos señalizados no son un capricho», advierten los técnicos.
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