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FÉLIX MORQUECHO
Miércoles, 16 de enero 2013, 04:27
Oir el ruido de un avión al pasar sobre las cabezas hace que sea inevitable mirar hacia arriba y contemplar esas máquinas que cumplen el sueño de volar. Pero si aún hoy en día nos llama la atención, qué sería para los eibarreses de hace un siglo. Ellos pudieron ver de primera mano lo que hasta pocos años antes no eran sino quimeras. Un aviador francés llegó a Eibar en las fiestas de San Juan de 1913 para ofrecer unas exhibiciones de vuelo. Una fotografía de Indalecio Ojanguren que forma parte de la Fototeca de Kutxa lo atestigua.
La documentación que se conserva en el Archivo Municipal de Eibar permite conocer una historia curiosa sobre un hecho que fue un acontecimiento en el Eibar de la época. En los primeros años de la aviación, el francés Marius Tercé llegó en tren procedente de la estación donostiarra de Amara cargado con su aparato, un monoplano Bleriot. Tras mostrar su pericia en vuelo en San Sebastián, realizó unas exhibiciones de vuelo con motivo de las fiestas de San Juan.
Eibar formó una comisión de fiestas de aviación para preparar el evento. Sus componentes se encargarían de recabar los apoyos necesarios para sufragar un evento que tuvo un coste total de 5.054,52 pesetas. El piloto recibió 2.500 pesetas por hacer sus exhibiciones aéreas. El programa inicial contemplaba un vuelo para el día 24 de junio y sesiones de mañana y tarde los días 25 y 29. Sin embargo, documentos posteriores hablan de las pruebas de aviación celebradas los días 24 y 29, pidiendo aportaciones «a beneficio del aviador», de cara a una nueva exhibición el día 6 de julio.
Presenciar el vuelo de una rudimentaria avioneta en Eibar fue todo un acontecimiento. Para pagarlo se requirió el apoyo económico de distintos sectores. Los documentos del Archivo Municipal recogen que el Ayuntamiento puso 2.000 pesetas, la Sociedad de Cazadores 500, las entradas al hangar para ver el aparato recaudaron 572 y las entradas para el alarde musical organizado en torno al evento proporcionaron 730 pesetas. A ello se sumó la suscripción pública por medio de la cual los vecinos hicieron aportaciones para que el vuelo de Tercé llegase a Eibar. Fueron 1.078,70 pesetas lo recaudado en una primera cuestación, mientras que en una segunda a beneficio del piloto se recogieron 485,55 pesetas más. Todo ello originó que la organización llegase a un superávit de 267,85 pesetas que, tal y como estaba previsto, se destinaron a las Colonias Escolares de Arrate.
Campo de aviación
El esfuerzo económico realizado por los eibarreses queda registrado en la documentación, pero también hay detalles que dan muestra de lo que supuso. Una de las inversiones más fuertes, aparte de los gastos y honorarios del aviador, fue la adecuación del terreno. La orografía de la ciudad hizo que fuese necesario el trabajo de 16 jornaleros para la explanación del terreno para la pista de despegue y aterrizaje, además del cierre de la zona con madera. De hecho, las facturas presentan dos pagos de 120 y 40 pesetas respectivamente en concepto de «indemnización por daños en los sembrados». La seguridad de un aparato tan innovador también se cuidó, y Francisco Zabala y Carlos Goymendia fueron los que tuvieron que pasar una decena de noches cuidando de la avioneta.
El hecho de que la avioneta llegó en tren queda refrendado también en la factura de Prudencio Mendicute y Compañía, en la que se reclama el pago de 4 pesetas por el acarreo de toldos, cajas y baúles desde la Estación hasta el que ya era denominado como 'campo de aviación'. El piloto ya había asombrado en San Sebastián con su pericia, y a falta de más explicaciones, los documentos recogen el «excelente comportamiento observado por el aviador». Fue todo un acontecimiento del que se cumplirán 100 años en los próximos Sanjuanes.
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