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BORJA OLAZABAL
Domingo, 5 de mayo 2013, 13:26
El Bidasoa-Irun tiene en su mano volver a la elite del balonmano. Lo puede hacer seis años después del descenso de categoría. Seis años después de aquella derrota en Pamplona ante el Portland San Antonio que condenó a los irundarras tras una desastrosa temporada. Una plantilla plagada de buenos jugadores que no dieron el nivel que se esperaba y que llevaron al Bidasoa a la División de Honor Plata.
La economía del club ya mostraba síntomas de enfermedad y el descenso fue como un tobogán hacia el infierno. No había manera de parar la caída de un equipo que un año antes se había clasificado para jugar la Copa EHF.
Aitor Etxaburu se hizo cargo del Bidasoa-Irun para la travesía en la División de Honor B. Un camino que todos esperaban corto y sin complicaciones. Nada más lejos de la realidad. Los galones conseguidos en el pasado de nada servían en una categoría con más nivel del esperado. Después de una temporada irregular, los de amarillo acabaron en una triste novena posición, a diecisiete puntos del ascenso.
Tras el primer varapalo, pero con la lección aprendida, el club formó un plantilla equilibrada para la siguiente campaña. Se fichó a Ricard Reig, que llegó a Irun como el pivote máximo goleador de la Asobal, y a Sasa Djukic entre otros. El formato de la liga había cambiado y del segundo al quinto disputarían el play-off, por lo que las opciones de ascenso se incrementaban.
Los de Irun no lo hicieron mal, pero las lesiones en el tramo final del campeonato dejaron al Bidasoa a tres puntos del play-off y con la miel en los labios. Había que seguir trabajando, pero los peores momentos empezarían a llegar.
Al borde del abismo
Los dos siguientes años estuvieron a punto de llevar al Club Deportivo Bidasoa a la desaparición. Etxaburu acabó su periplo en el banquillo bidasotarra con una temporada de suspenso, y es que los bidasotarras cerraron el curso a quince puntos del play-off.
El club apostó entonces por el cántabro Fernando Herrero, que tomó las riendas del Bidasoa con ilusión, pero que se encontró con el peor momento de la historia de la entidad amarilla.
Era la temporada 2010-2011. El Bidasoa fichó a hombres como Risto Lepp y Marius Lepp, además de contar con un buen número de chavales de la cantera. A Irun volvió Asier Aranburu y llegaron dos jugadores que siguen hoy en día como Aldunate y Gimeno.
Todo fue un auténtico desastre. Los problemas económicos generaron impagos a lo largo de toda la temporada. Sólo las iniciativas de los aficionados, con sorteos y cuentas bancarias abiertas, permitieron a los jugadores llevarse algo al bolsillo. En lo deportivo el equipo logró la permanencia en la penúltima jornada tras ganarle al Ademar B en Artaleku en una tarde de infarto.
Transición hacia el éxito
El año pasado fue un trámite a cumplir. Un curso de transición. El club dedicó todos sus esfuerzos a seguir a flote en lo económico y el único objetivo deportivo fue no pasar apuros en la clasificación. Así fue. El nuevo proyecto, con los Zubiria, Aldunate, Leo, Gimeno, Aranburu, Azkue o los hermanos Rincón se empezaba a consolidar.
Y el éxito ha llegado esta campaña. De la mano de Fernando Bolea, el Bidasoa-Irun tiene en su mano volver a hacer a historia. Tras una gran temporada, el equipo se ha clasificado para el play-off y la tercera plaza le permite jugarlo como local. Seis largos años después, el Bidasoa puede volver a la Asobal.
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