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Eduardo Apodaka participó en la primera jornada del encuentro Udaltop . :: K. A.
«Hay que construir nuevas identidades en torno al euskera»
Eduardo Apodaka, Profesor de Psicología Social en la UPV/EHU

«Hay que construir nuevas identidades en torno al euskera»

«Para que un cambio de comportamiento sea durable, es la gente la que tiene que tener el protagonismo», asegura

NEREA AZURMENDI

Martes, 7 de mayo 2013, 09:32

La quinta edición de las jornadas Udaltop pusieron sobre la mesa un tema clave: ¿Cómo activar a los ciudadanos para que se relacionen en euskera con el ayuntamiento? La pregunta, que se puede extender a campos más amplios que la actividad municipal, ha recibido respuestas diversas. Eduardo Apodaka, licenciado en Filosofía y doctor en Sociología, se ha aproximado a la misma desde la psicología social.

- Concienciar, sensibilizar, motivar... ¿'Activar' es más de lo mismo?

- Es una de esas palabras de moda, pero tiene otras connotaciones. Nos hace pensar en poner en marcha algo que ya existe; sugiere que si a la gente le damos pautas y un entorno adecuado para que active el uso del euskera, lo hará. Si concienciarse es adquirir un conocimiento y sensibilizarse adquirir sentimientos positivos, cuando hablamos de activar decimos que, además, actuará de una manera determinada. Yo, de todas maneras, empecé mi intervención poniendo un poco en tela de juicio el concepto de activación porque, para que un cambio de comportamiento sea durable, es el sujeto -la gente, en definitiva-, el que tiene que tener el protagonismo.

- Mientras eso no se produzca, ¿seguiremos dando vueltas y más vueltas a la paradójica relación entre el conocimiento del euskera y su uso?

- Claro, esa es la clave... Suponemos, y es mucho suponer, que las actitudes hacia el euskera y su uso son favorables, pero luego hay un abismo entre los resultados de esos estudios y el uso real. Eso, de todos modos, es algo que ocurre en todos los diagnósticos que se hacen sobre cambios de comportamiento, porque el problema en ciencias sociales es que siempre hay un gran salto entre la sensibilización y la concienciación y la práctica.

- ¿Cuáles pueden ser las razones en el caso concreto del euskera?

-Para entender ese salto y por qué la gente no actúa como dice que piensa y siente, hay que abordar otros aspectos como, por ejemplo, las competencias lingüísticas. Y también habría que ver si cuando se hace un estudio relativo a las actitudes sobre el euskera se está midiendo de verdad eso, o si se miden más los discursos, lo que hay que decir para quedar bien.

-¿Sugiere eso que muchos diagnósticos y políticas se basan en verdades a medias?

- O que se ha hecho un trabajo social de adaptación al entorno. Hay un estado general favorable al uso del euskera, y luego hay una pragmática y una serie de normas tácitas sobre el uso que distan mucho de apoyarlo. En muchos casos, la gente querría utilizarlo pero no se ve capaz, porque no tiene la competencia necesaria para usos un poco complejos de la lengua. Incluso gente mayor euskaldun que se encuentra más cómoda hablando en euskera que en castellano no lo va a hacer, o va a necesitar ayuda para ello. También se puede dar el caso contrario de gente que se siente más cómoda hablando euskera pero no encuentra el modo. No es tan sencillo como se podía pensar en una época.

- ¿El nuevo perfil de los bilingües es un factor que influye?

- Sí, pero el cambio de perfil no solo afecta al euskera. En general, hemos pasado de una sociedad altamente militante a una sociedad en la que el modelo general de comportamiento es el del consumidor. El militante pone mucho de su parte, asume el esfuerzo y la responsabilidad, es creyente, a veces con una fe ciega o torpe que le lleva al dogmatismo. Ahora es casi lo contrario: queremos que nos lo hagan todo, y optar entre lo que ya está hecho. Yo reivindico para la lengua y el uso de la lengua el confort psicosocial, no solo porque la persona se encuentre a gusto en su entorno, sino porque también se creen entornos confortables para que cambien actitudes y comportamientos. Pero es muy difícil si no sabemos cuáles son las demandas de la gente.

- ¿Es más difícil cuando el cambio tiene que ver con un material tan sensible como las lenguas?

- Las lenguas son material sensible porque son mucho más que códigos para comunicarse pero, más que las lenguas y los discursos sobre ellas, es su uso el que resulta muy sensible. Y eso plantea primero una reflexión sobre lo que diferentes grupos y diferentes posiciones de interés quieren, queremos, hacer con el euskera. A veces nos hemos engañado con la idea de que había un consenso general, pero yo creo que nunca ha existido un consenso sobre lo que se quería hacer; más bien ha habido un consenso sobre dónde se quería dejar el tema de la lengua y de dónde se quería sacar. No está de más que se haga una reflexión sobre lo que se quiere hacer con la lengua, y que se expresen también las posiciones absolutamente contrarias a su extensión, porque de esos debates es de donde, precisamente, tienen que surgir nuevos consensos. Serán precarios o serán parciales, pero serán los que vayan construyendo nuevas identidades sobre el euskera. La gente está implicada de forma muy integral en el uso de la lengua, por lo que modificar sus costumbres en esa materia es modificar a las personas y construir nuevas identidades.

- ¿En qué sentido?

- Durante un tiempo el fundamento de esa identidad ha sido la identidad nacional, la construcción de un sujeto nacional vasco individualizado. Se iba a la contra, era una reacción a la homogeneización nacional española que se había construido mediante la escuela y otras instituciones, pero esos modelos yo creo que van cediendo, y hay que pensar otra vez en otras cosas. Todo es más dinámico de lo que creemos, y es difícil saber cómo serán los euskaldunes de dentro de 50 años, quiénes serán y qué pensarán de sí mismos.

- Lo que no parece tan difícil es admitir que hay que buscar nuevos caminos y nuevas perspectivas para avanzar en la normalización del euskera.

- Creo que de eso todos somos conscientes. Hemos pasado de una fase en la que imperaba un modelo de intervención social clásico, el del cambio estructural, que suponía que si cambias las normas generales y cambias el escenario cambia de por sí el comportamiento de la gente. Ahora vemos que mucho de lo que decimos cuando hablamos de cambio social es un cambio de las personas. Tiene que ser asumido por ellas mismas, y 'asumido' significa que tienen que ser las protagonistas. Hoy en día, por decirlo de alguna manera, se está dando más importancia a la soberanía individual, al círculo más cercano y su papel motor en esos cambios. ¿Que es más difícil? Sí, pero todos los procesos de cambio social van por esa línea.

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