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VIRGINIA LÓPEZ
Viernes, 23 de agosto 2013, 12:16
En un tiempo que atrás queda como recuerdo de la juventud más alocada, al irundarra Luis Sagüés se le ocurrió retratar con los primeros rayos del día belga su bicicleta, que después le robaron, en la Grand Place de Bruselas. Sin saberlo ni pretenderlo, lo que el escritor novel estaba fotografiando era la portada del libro que ahora publica, años más tarde, y en el que utiliza algunas de las experiencias de su Erasmus en Bélgica para dar vida a una historia donde las aventuras y los amores están en casi cada una de las páginas.
«No es autobiográfico, habría sido el doble y más desastre todavía», se empeña en aclarar Sagües, pero sin ningún tipo de credibilidad. Su familia y amigos no dan mucho crédito al autor y siguen pensando que el bajito y rubio Ignacio Elizalde, protagonista de 'Aquel año Erasmus', es en realidad el «larguirucho y patilludo» irundarra. La ficción daba mucha más cancha a la creación de historias y personajes y por eso la prefirió a la estricta realidad. Pero no todo es fruto de la imaginación. «Lo que es real es el día a día del Erasmus», con el que el lector que haya vivido la experiencia podrá sentirse identificado.
Al estilo Hitchcock
El papel protagonista no recae en el autor pero sin embargo Sagüés sí que aparece en dos ocasiones en el relato, al más puro estilo Hitchcock, pero más de incógnito. En estos 'cameos' el escritor aparece desempeñando trabajos que sí que realizó en el pasado, y con una descripción que se ajusta a los rasgos físicos del irundarra. Incluso afirma orgulloso que algún amigo le ha reconocido en el recepcionista en Igueldo que se encarga de conseguirles un taxi a los protagonistas. Pero este no ha sido el único recurso típico de los medios audiovisuales que quiso incluir entre párrafo y párrafo, aunque con menos éxito. Como novedad, Sagüés quiso que su libro tuviera banda sonora, y a lo largo de las casi trescientas páginas de novela hace referencia a varias canciones que quiso incluir al final, pero no contó con el apoyo de la editorial para llevarlo a cabo.
Sagüés estudió Derecho, pero siempre tuvo en la cabeza la idea de escribir un libro. Después de pasar un tiempo en Madrid, de beca Séneca, y vivir en medio del jaleo urbanita de la capital, viajó a Suiza, donde encontró la tranquilidad adecuada para aventurarse a escribir los primeros capítulos. «Nunca me había metido en algo largo y tenía ganas», explica. Tras tener que renunciar a emprender el proyecto por su cuenta sin limitaciones editoriales y después de cuatro años interrumpidos de trabajo, llega a la conclusión de que la corrección fue lo que le resultó más complicado. «Se me hizo duro porque era mi primera vez y siempre había cosas nuevas que añadir, nuevos personajes...», recuerda.
Ya es tarde para el irundarra porque le ha picado el gusanillo de la escritura y ahora se plantea seguir publicando, pero con un formato distinto y no tan largo como su reciente obra. El escritor, que estuvo firmando libros en la Feria del Libro de Madrid, está embarcado en la creación de relatos breves y pequeñas descripciones en torno a un tema común que sirva como hilo conductor. Es su nuevo proyecto, aunque señala que los está afrontando de momento con bastante tranquilidad.
Echando la vista atrás Sagüés reflexiona sobre los motivos que le impulsaron a dar el salto a Bélgica y le parecen bastante similares a los que se plantea su personaje protagonista, aunque con algunas diferencias ya que ambos vivían situaciones y estilos de vida muy distintos. «El tiene pocos años y quiere ver mundo, huye de la monotonía. Yo lo que busqué fueron los últimos años de la juventud», afirma.
A primera vista la novela parece servir de incentivo para animar a los jóvenes más indecisos a emprender esta aventura, pero el autor opina que puede ser un relato más atractivo para el que ya lo ha vivido, al que puede ayudar a superar el «vacío» que provoca la dolorosa vuelta. «Te quedas un poco mal, has conocido un montón de gente, y has vivido un montón de experiencias. Luego al acabar todo se rompe en mil pedazos», apunta Sagüés que no duda en afirmar que por encima de todo el Erasmus «abre la mente».
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