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COLPISA
Jueves, 12 de septiembre 2013, 02:34
«Necesitamos héroes anónimos, esas gentes humildes, sensatas y bienintencionadas cuyo sacrificio hace posible que las cosas avancen». Palabra de Mario Vargas Llosa, Nobel de literatura, académico y narrador de fuste que regresa con su nueva novela a su Perú natal. Vuelve feliz, satisfecho y henchido de confianza tras años de mirar con dolor y desesperanza a su país. 'El héroe discreto' es un homenaje al arrojo de esa gente sencilla y noble capaz de enfrentarse sin esperar recompensa a los abusos del poder, a los embates de la violencia y de la corrupción y mantener la integridad sin afán de protagonismo.
Vargas Llosa cierra un bucle con esta novela, la primera que publica tras ganar el Nobel y tres años después de 'El sueño del celta'. Regresa a Piura, la ciudad en la que transcurrió su infancia bajo el implacable yugo paterno. Recupera el tono humorístico de novelas como 'Pantaleón y las visitadoras' y 'La tía Julia y el escribidor'. También a algunos personajes bien conocidos por sus lectores, como don Rigoberto, doña Lucrecia, Fonchito y el sargento Lituma, todos moviéndose ahora en el próspero Perú que emergió tras la dictadora de Fujimori.
Hablando de política
Su empeño era no hablar de política -«se lo prometí a mi mujer y a mi editora»- pero respondió «de forma literaria» a quien le preguntó por la esencia y la presencia del nacionalismo en la jornada de la Diada catalana. «El comienzo del progreso y de la civilización, según Karl Popper, es salir de la tribu; y el nacionalismo es la llamada de la tribu, que persiste. Es la abdicación de la soberanía individual, de la responsabilidad, de la obligación de vivir la propia vida y decidir en función de sus propias convicciones. Regresar a esa tribu que toma las decisiones por nosotros es la esencia del nacionalismo y su resurgir es terrible», lamentó.
A Vargas Llosa le va la vida, literalmente, en la escritura. «Escribir me mantiene vivo, activo e ilusionado», reconoce. «Escribir significa abolir la temporalidad y vivir intensamente. Me gustaría morir escribiendo; hay que vivir hasta el final, no rendirse nunca, no apagarse. Es la literatura lo que me ha permitido vivir joven». Sincero, asegura que en su caso la veteranía no es un grado y que tiene las mismas dudas e inseguridades que antes. «Quizá esté ahora más inseguro que al principio. Escribir me entusiasma pero tengo que sobreponerme al miedo y a las inseguridades», concluye.
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