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El chófer de la furgoneta Ion trae género del Banco de Alimentos de Bergara y del supermercado que le ayudan a descargar Nerea, Rubén, Martín y Miguel. :: OLIDEN
La solidaridad se cocina en invierno
ARRASATE

La solidaridad se cocina en invierno

Más de cincuenta voluntarios se apuntan a echar una mano en el comedor social de Cáritas en Uribarri. El párroco alaba la generosidad de Arrasate, donde los donativos para Caritas le llegan a la mano «sin necesidad de cuestaciones públicas»

:: KEPA OLIDEN

Lunes, 11 de noviembre 2013, 09:48

La generosidad y el altruismo son valores en alza en Arrasate. No hay más que acercarse al comedor social de Caritas para certificarlo. Medio centenar de voluntarios se han prestado a echar una mano en este comedor solidario abierto por segundo invierno consecutivo en la casa curial de Uribarri. Casi veinte más que el año pasado. Con ellos, y sobre todo con ellas, los turnos diarios de trabajo están bien nutridos por veteranas etxekoandres con larga experiencia en los fogones. Los hombres, por contra, no pasan de media docena.

El comedor social de Cáritas abría sus puertas el pasado martes coincidiendo con la apertura del albergue de invierno del Ayuntamiento. La desbordante afluencia de voluntarios contrastaba llamativamente con la ausencia de comensales. La primera comida de la recién estrenada temporada -paella y tortilla de patatas en el menú- fue consumida por los propios voluntarios a falta de 'clientes'.

Los inmigrantes y personas sin recursos que constituyen la 'clientela' principal de este comedor aún están por llegar, pero si se reedita el éxito del año pasado, su llegada no se hará esperar. La invitación a una comida caliente de elaboración casera y además gratis, constituye un poderoso reclamo para muchos inmigrantes sin medios de vida. Pero sólo quienes no perciben ningún tipo de ayuda económica son invitados a comedor con capacidad para 25 comensales y en la que, «si las necesidades lo requieren, se podría proporcionar una segundo turno de comidas».

Alguna picaresca

El párroco Horario Argarate, máximo responsable de Cáritas, reconocía que el año pasado se produjo cierta picaresca por parte de algunos «paquistaníes que acudieron al comedor pese a ser perceptores de ayudas». Distinguir el polvo de la paja compete a Cáritas y los servicios sociales.

Como señalaba una persona que ha trabajado durante algunos años en una asociación vinculada con inmigrantes, el tema de las ayudas institucionales que estos reciben «levanta ampollas entre la ciudadanía». Las críticas sobre la concesión supuestamente «abusiva» de subsidios a inmigrantes, sobre todo ahora que la crisis y el desempleo arrecia entre los nativos, proliferan al amparo de la desinformación reinante. Como recomendaba esta persona, las administraciones públicas «deberían mostrar una mayor transparencia informativa en un asunto tan sensible como éste». El conocimiento público de qué y cuántas ayudas y bajo qué condiciones se conceden «podrían contribuir a disipar muchos rumores infundados y no pocos brotes xenófobos» apuntaba.

Lo que sí le consta a esta persona es que, en su experiencia, ha observado que la generosidad de las ayudas sociales que se brindan en Gipuzkoa «han tenido un innegable efecto llamada para la inmigración». Y ponía como ejemplo más llamativo la gran afluencia de paquistaníes registrada en Mondragón durante los últimos años. «Vienen perfectamente informados y documentados para tramitar las solicitudes de ayuda a que pueden optar» añadía.

Su situación de desamparo y falta de medios de vida les aboca a solicitar subsidios con lo que subsistir mientras hallan un empleo. Pero también entre los naturales del país van en aumento los dramas económicos. Pero «aquí somos mucho más reticentes, quizá por orgullo, a recabar ayudas de los servicios sociales» terciaba una mujer.

Pero que esos dramas se están produciendo y su número van en aumento, lo corroboraba el párroco Horacio Argarate. Su labor al frente de Cáritas le proporciona una panorámica muy precisa del aumento de la pobreza en la localidad.

Sólo este año una docena de familias locales se han incorporado a la lista de demandantes de auxilio de Cáritas. Son familias que «no pueden salir adelante con sus medios de vida». Se trata de núcleos familiares cuyos modestos ingresos se ven sobrepasados por la creciente carestía de la vida, y Cáritas les ayuda a «costear la luz, el gas o les proporciona algunos recursos económicos para gastos de alimentación» explicaba el sacerdote.

Estas familias locales cuya economía doméstica ha quebrado por culpa del desempleo o de la crisis no acuden al comedor social de Cáritas. La situación de precariedad y pobreza que atraviesan resulta demasiado humillante como para exhibirla en público entre los propios convecinos.

Siete días en el albergue

El grueso de los comensales que acuden al comedor social de Cáritas son transeúntes que se alojan en el albergue de invierno. Este centro municipal abre de noviembre a marzo, al igual que el comedor de Cáritas, y ofrece alojamiento gratuito a personas sin techo, en su gran mayoría inmigrantes. A todos ellos les proporcionan cama y desayuno, y se les entrega un vale para almorzar en el comedor de Uribarri.

Pero como revelaba el párroco de San Juan, el albergue han introducido una nueva normativa que «limita a un máximo de 7 días la estancia por persona y mes». Antes se brindaba alojamiento sin limitación de tiempo. Hasta el año pasado, un hospedado podía instalarse sin interrupción durante los 3 meses que opera este servicio. «Esta fórmula ha hecho posible para que alrededor de una decena de transeúntes llegados el invierno pasado hayan decidido afincarse en Arrasate». Pero contrapartida, limitaba la rotación de alojamiento que por principio debe prestar un servicio de estas características.

El consistorio se ha inclinado finalmente por este segundo método en una decisión política que, presumiblemente por motivos de discreción, no ha divulgado, como tampoco quiere que se identifique la localización del albergue.

A todos ellos les espera, al menos durante su estancia en Arrasate, una sabrosa comida casera gentileza de las 'etxekoandres' voluntarias de Cáritas. Aurelia Gutiérrez, Begoña Pagalday, Puy Remiro, Kontxi Maiztegi, Agurtzane Arteka, la mercedaria sor Juana María y Merche formaban el equipo de cocina que el martes estrenaba la temporada. Algunas jubiladas, otras en activo, todas sacan tiempo para dedicar una mañana a la semana a esta labor solidaria y altruista.

Donativos en mano

El párroco Horacio Argarate alababa el elevado grado de generosidad de un pueblo como no ha conocido en sus anteriores destinos pastorales. En referencia a los donativos con destino a Cáritas, «en Mondragón ni siquiera hace falta realizar cuestaciones públicas; la gente se me acerca por la calle y me entrega el dinero en mano» decía el párroco con admiración.

Con tan poco esfuerzo reunió la parroquia el año pasado «más de la mitad del presupuesto de 12.000 euros gastados en el comedor» durante el invierno 2012-13. Fue el gasto realizado en la adquisición de todos los productos (aceite, limpieza...) que no les suministra el Banco de Alimentos de Bergara.

Una furgoneta conducida por Sergio se desplaza diariamente hasta el polígono industrial de San Juan donde tiene su segunda esta organización. El francés Sergio y el rumano Ion, al volante, transportan los ingredientes del menú que se cocina cada día. Ambos son voluntarios de Caritas, igual que el madrileño Miguel, quien junto con Sergio, Leandro y dos marroquíes comparte una vivienda una vivienda en Gesalibar cedida por las monjas a Caritas.

Madrileño en Gesalibar

Miguel (Madrid, 1968) lleva poco más de una semana en Arrasate y se ocupa de todas las labores de mantenimiento del comedor de Uribarri.

Miguel llegó a Euskadi huyendo de la «miseria y de la violencia» que azotan a Andalucía, comunidad en la que residía desde 2006. Cádiz, asolada por una paro que «supera el 40 por ciento», o Málaga, ciudad donde la «inseguridad ciudadana empieza a ser preocupante», son algunos de los lugares donde Miguel se ha buscado la vida durante los últimos años manufacturando y vendiendo artesanía. Hasta que se topó con una mujer de Idiazabal que le animó a que viniera a Euskadi porque «la situación no está tan mal aquí». Dicho y hecho. Hace cosa de un mes Miguel se presentaba en Idiazabal.

No dio con la mujer que le urgió a venir pero en cambio se hizo amigo del francés Sergio, quien le acogió en la casa de la serora de la ermita de Gurutzeta, donde habitaba a cambio de realizar tareas de mantenimiento.

Pero al cabo de una tres semanas de estancia, el obispado les trasladó a Gesalibar con el encargo de ocuparse del mantenimiento de la iglesia de Santa Águeda. La casa cural donde iban a residir se halla inhabitable como consecuencia de una fuga de agua ocasionada por su anteriores moradores, de manera que se acomodaron en la vivienda proporcionada por Caritas.

Sergio y Miguel se vuelcan ahora en ayudar en el comedor social de Uribarri. Y no son las únicas nuevas incorporaciones.

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