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MIKEL MADINABEITIA , DIARIOVASCO.COM
Lunes, 9 de diciembre 2013, 09:57
Este deporte es maravilloso. Es una bendita locura. Entretiene, alecciona y emociona como pocos pero tiene un problema de enorme magnitud. Los árbitros son muchas veces protagonistas, llamativamente decisivos, e inclinan los partidos con demasiada facilidad y frecuencia.
No puede ser que una batalla sin cuartel quede finiquitada por un silbato, un uniforme de negro y un criterio desnortado. No se puede explicar que el Eibar regresara de vacío de León tras completar un partido serio y sobrio por una decisión a todas luces excesiva que le dejó con un hombre menos. Y no encuentro la manera de aliviar hoy la rabia del aficionado eibarrés aunque puede que la herida ya se vaya cicatrizando con el orgullo que supuso ver al Eibar volcado y mereciendo el empate en el descuento con aquel remate de Diego Jiménez que rebotó en el larguero.
Pero la noticia de la noche, el titular del partido, la foto número uno se produjo a trece minutos para el final. Ponferradina y Eibar empataban a todo, a goles y sensaciones, y la noche estaba emocionante. Todos los puntos son sumamente válidos en una competición tan cargada de trampas como ésta. El Eibar saboreaba uno, estuvo un tanto lejos de los tres, pero al final se marchó sin ninguno. Y enfadado.
El armero Yuri y el exrealista Marquitos perseguían el balón y el local se tiró al suelo sin que mediara ningún agarrón o zancadilla. Piñeiro Crespo no dudó y dejó al Eibar con diez al ser Yuri el último jugador. El lateral donostiarra reaccionó de forma airada, pero su protesta no surtió efecto. Y, desgraciadamente, en el saque de la falta Javi Lara anotó un gol de falta espectacular.
La derrota de ayer se suma a la de hace una semana en Ipurua ante el Mallorca pero no empaña el buen hacer de los guipuzcoanos, que permanecen en los puestos de play off con 25 puntos. El fútbol es ahora rácano con sus méritos pero hasta la fecha ha sabido regar su jardín con regularidad y el juego, el detalle más importante, no ha sufrido una merma de calidad.
El Eibar siempre sale al campo con una brújula y un GPS que puede que no sean de ultimísima generación, pero tienen una virtud: son útiles. Sus jugadores nunca se creen mejores de lo que son, pelean a muerte en cada baldosa y esa filosofía de picar piedra es la que se traduce después en resultados.
Gaizka Garitano apostó por el once que se preveía tras los entrenamientos de la semana en Ipurua. Lillo, Raúl Navas, Añibarro y Yuri formaron la línea defensiva por delante de Irureta, que tuvo muchos problemas para evitar los resbalones en el helado césped de Ponferrada. Errasti y Diego Rivas -Dani García estaba sancionado- fueron los pivotes defensivos con un tridente por delante con Capa, Jota Peleteiro y Morales. Arruabarrena fue esta vez el nueve titular.
En el cuadro berciano destacó el buen hacer de Marquitos, cedido en la Real en la temporada 2008/09; la potencia del brasileño Yuri, uno de los grandes goleadores de este club, y el exrealista Julen Castañeda, que este pasado verano se desvinculó de Zubieta tras cubrir su ciclo formativo en el club guipuzcoano. Pero sobre todo lo que más sorprendió fue que Fofo, el ariete franquicia de este equipo con ocho tantos, comenzara el encuentro siendo suplente.
El Eibar comenzó la noche dubitativo, sin ideas y con muchos problemas para sacudirse la presión de los leoneses. Quizá fue la temperatura -el termómetro marcaba un grado bajo cero- o quizá fue el estado del césped, pero lo cierto es que los armeros no sabían dónde estaba la salida. Nadie encendía la luz.
Una internada del local Yuri y un disparo de Rueda significaron los primeros avisos de los de Claudio Barragán, integrante del mítico Súper Dépor de los noventa. Incluso Castañeda, que subió la banda como en él acostumbra, con decisión y coraje, probó fortuna con un disparo que fue rechazado a córner tras un rebote.
La Ponferradina estaba siendo mejor. Jugaba con más verticalidad y sabía cómo acelerar el juego con una presión asfixiante que provocaba múltiples errores de los guipuzcoanos en sus envíos largos. No le llegaban balones a Arruabarrena y Morales se entretenía demasiado con los regates cuando el partido pedía a gritos intervenciones rápidas.
Únicamente Jota Peleteiro, una de las novedades en el once, demostraba que le sobra calidad para destacar en esta categoría. La afición local enseguida comprobó que este mediapunta habilidoso es capaz de darse la vuelta con celeridad y buscar el hueco.
Es verdad que la Ponferradina pudo adelantarse con una falta que Javi Lara no acertó a culminar en gol por apenas un metro. El Eibar contestó con un cabezazo de Raúl Navas tras un centro de Jota, omnipresente en las acciones ofensivas, pero Santamaría no se puso nervioso -el campo no estaba para confianzas- y blocó el balón.
El aficionado armero no estaba tranquilo. Estaba viendo que su equipo no estaba cómodo en El Toralín pero, como suele suceder con frecuencia en este deporte, bastó una conexión entre los hombres de ataque para asestar el primer golpe.
Capa recuperó un balón tras un despeje de los bercianos y combinó con Arruabarrena, quien envió un estupendo pase vertical. Jota, que había leído la jugada con inteligencia, ganó en la carrera a su par y superó la salida del portero local con un toque sutil. El suspense no paró ahí, porque un zaguero trató de llegar al balón pero un segundo después el Eibar ya celebraba el primer gol de la noche. Era el minuto 20.
Empata Acorán
El problema, la verdadera lástima es que los blanquiazules lograron empatar seis minutos después en una jugada, aparentemente, inofensiva. Acorán no se lo pensó dos veces y chutó con toda su alma desde fuera del área. Irureta no se esperaba ese remate y, seguramente por eso, su reacción fue escasa de reflejos. No desplazó su cuerpo al palo y el balón entró sin oposición.
De ahí hasta el descanso apenas se registraron oportunidades claras, si bien el duelo seguía marcado por la igualdad. En el segundo tiempo el conjunto local asestó un par de mordiscos que no terminaron en gol porque los astros se aliaron con Irureta. Yuri remató al poste con un zurriagazo con mucha intención y Acorán provocó después una buena estirada del gato de Berriatua.
El Eibar lo intentaba pero sufrió la pérdida de Raúl Navas, retirado por una lesión muscular, y no acertaba a marcar la diferencia en el césped seco y duro leonés. Cabría pensar en cualquier desenlace deportivo como mal menor. Un gol a favor o un gol en contra. Pero nunca un error arbitral de tal calibre. El fútbol tiene este asunto pendiente.
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