Borrar
Mikel Elorza Guisasola heredó de su padre, Julián, el carácter emprendedor y ha montado varios negocios en Cádiz.
«Mi padre llevó a Cádiz el carácter emprendedor de los eibarreses»
EIBARRESES POR EL MUNDO

«Mi padre llevó a Cádiz el carácter emprendedor de los eibarreses»

El padre de Mikel Elorza fabricaba en Eibar artículos navales pero tener su clientela en Cádiz provocó la marcha de toda la familia

ALBERTO ECHALUCE

Sábado, 14 de diciembre 2013, 01:08

Mikel Elorza Guisasola nació en Eibar en 1947, y ahora reside en Cádiz, en donde ha recibido incluso el premio de Promoción Turística por la labor realizada en sus restaurantes La Marea y Elcano.

Las primeras letras las aprendió en el colegio Corazonistas, de la calle Isasi. Aquí hizo su Primera Comunión, y cuando apenas tenía 8 años sus padres decidieron marchar a Cádiz. «Así que yo, con esos pocos años, no pude ni elegir ni opinar».

Lleva con orgullo el ser eibarrés, pese al poco tiempo que vivió en nuestra ciudad. «Tengo primos que viven en el caserío Xoxola, en la falda de Urko, y también guardo relación con mis familiares de la antigua gasolinera Kantoi», decía Mikel.

El motivo del traslado a Cádiz fue que su padre, Julián Elorza, tenía una fábrica de tornillos y remaches que enviaba a los astilleros de Cádiz. Con buen criterio, decidió montar la fábrica en el lugar donde enviaba los pedidos y con toda la familia marchó para el sur. Recuerda que su hermano Julián acababa de nacer y viajó en un capacho. Su padre, del mismo nombre, alquiló unos locales para instalar la fábrica y allí comenzó su aventura gaditana.

Recién llegado de Eibar, se instaló en la calle Arbolí, que vivía el Carnaval de forma desmedida. «Siempre me gustó el Carnaval. Asistía a los ensayos, que en esa época se realizaban en los bares, y me aprendía las letras. Por eso recuerdo cuplés y pasodobles desde el año 1958 que les canto de vez en cuando a mis amigos y les dejo asombrados».

Comenzó sus estudios en los Marianistas de Cádiz, donde también lo hicieron sus hermanos Ibon y Julián, ambos dos con residencia en Cádiz. Practicó el fútbol, baloncesto, hockey, balonmano. En este último deporte destacó de manera especial, al igual que en la vela.

Sus años mozos fueron muy movidos y más en Cádiz. Con el Carnaval incluso vivió momentos inolvidables. «Con un grupo de amigos sacamos la chirigota 'Las hierbas salvajes del doctor Morsegué'. También un romancero, que creo que todavía muchos recordaran, 'Los rehenes del Ayatolá'. Nunca me he reído tanto que escribiendo las cuartetas en casa y recreándonos en los dibujos de las viñetas». Pero hay un recuerdo especial que siempre le marcó. «Podría hablar de mi aita y ama hasta cansarme. Lo poco o mucho que haya podido ser en la vida a ellos se lo debo. Un detalle que nunca he olvidado, que me dejó marcado para siempre y no dejo de recordar: para que yo pudiera ir al viaje de fin de curso con el colegio vendieron el coche Dauphine que tenían. ¿Hay quien dé más?».

La ilusión de su padre era tener un hijo médico, así que al ser el mayor de sus hermanos se matriculó en la Facultad de Medicina en Cádiz. «Durante dos años fui un fenómeno, pero jugando al futbolín. Después de dos años, confesé que la medicina no era lo mío, que lo que deseaba de verdad era ser marino mercante. Por aquel entonces ayudaba a mis padres en la Contrata (hoy llamadas Industrias Auxiliares) que montaron en la zona de Astilleros», explica Elorza.

Así que se dedicó a estudiar Peritaje Naval. «Terminé la carrera en cuatro años, pues entre horas y fines de semana había que currar ayudando a mi padre». Su padre, Julián, muy emprendedor, además de la contrata de Cádiz, decidió montar otra contrata en Sevilla. «Se levantaba a las cuatro de la mañana ya que entonces no había puente sobre la Bahía y a las doce ya estaba de vuelta en el dique de Cádiz. Se metía en todos los charcos y había que echar una mano.

Más y más negocios

Posteriormente, su padre montó una fontanería. Después se le ocurrió instalar una empresa de pintura. «En esta ocasión, tuvimos que pintar las torres del tendido eléctrico de la vía del tren desde Cádiz a Madrid. Así que había que ir a revisar la faena en pueblos de Sevilla, Córdoba, Ciudad Real, Toledo. Madrid. ¿Y cómo? Pues en unas plataformas de esas que salen en las películas antiguas de vaqueros, dándole a los 'remos' por las vías, kilómetro a kilómetro», cuenta Mikel.

Después su padre, Julián, puso en marcha una granja de gallinas ponedoras (10.000 gallinas) con los adelantos que entonces existían. «Tenía entonces un Renault 4L con el que iba y volvía. Una tarde, me dijo: 'Ahí abajo tienes 5.000 huevos y hay que venderlos. Pero mañana y pasado y el otro tienes otros tantos y también hay que venderlos'. Yo siempre buscaba alguna amistad para cumplir la orden y lo conseguía de verdad».

Con su hermano Ibon se metió en un negocio de zanahorias. Ahora Ibón dirige una firma de renombre europeo, en sociedad con los otros dos hermanos Elorza. Tiene Mikel seis hijos (Belén, Blanca, Mikel, Guadalupe, Paula y Carlos) y dos nietos (Iker y Blanca). «Todos los años con mi cuadrilla visitamos algún sitio del país y cuando venimos al norte no pierdo la ocasión de saludar a mis primos eibarreses».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Mi padre llevó a Cádiz el carácter emprendedor de los eibarreses»