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ALBERTO MOYANO amoyano@diariovasco.com
Martes, 11 de septiembre 2007, 12:41
SAN SEBASTIÁN. DV. Un mediometraje de treinta minutos sobre la construcción de El Peine del Viento homenajea a cuantas personas participaron hace treinta años en aquel proyecto del escultor Eduardo Chillida y el arquitecto Luis Peña Ganchegui. La película, patrocinada por el Ayuntamiento donostiarra, ha sido realizada por María y José María Elósegui, hijos del ingeniero responsable de la obra que permitió trasladar e instalar en su emplazamiento actual las tres piezas de acero, de trece toneladas cada una. La película, que se pondrá a la venta a finales de este mismo mes, complementa el libro El Peine del Viento de Chillida en San Sebastián. Ingeniería de su colocación por José María Elósegui, editado hace unos meses y del que se prepara ya una segunda edición.
María Elósegui y su padre, el ingeniero José María Elósegui, presentaron ayer esta película en un acto celebrado en el Ayuntamiento donostiarra que contó con la presencia del alcalde, Odón Elorza. Dedicada «a cuantos tuvieron algo que ver con la magia de este sueño», la película nace con vocación «didáctica y pedagógica», a la vez que homenajea «a todas las personas que participaron y que no han tenido reconocimiento», señaló María Elósegui. Y es que entre mayo y septiembre de 1977, peones, canteros, constructores y especialistas en andamiaje trabajaron «como una trainera» para sacar adelante este proyecto. La película alterna imágenes y fotografías de la época, con testimonios actuales.
María Elósegui indicó que para la realización del filme «he intentado hablar con todos los (implicados) que aún viven, pero algunos ya han muerto. Esta película es un homenaje a sus viudas y a ellos, aunque sea a título póstumo». La hija del ingeniero mostró su confianza en que este trabajo sirva también para dar a conocer un proyecto de «dificultad notable».
José María Elósegui, por su parte, recordó que el Peine del Viento es un proyecto cuyos orígenes se sitúan diez años antes de la ejecución de la obra, cuando un grupo de ciudadanos donostiarras -entre ellos, las hermanas Ramos, de la librería del mismo nombre-, instaron a Eduardo Chillida a organizar una exposición con su obra en su ciudad. El escultor, que ya desde 1952 jugaba con la idea de ubicar una gran escultura en el antiguo colector del Antiguo, planteó su contrapropuesta. Era 1967 y la década siguiente se fue en planes, proyectos y permisos. Como anécdota, cabe citar que se ignora si finalmente se llegó a realizar la primera escultura prevista, de nueve toneladas de peso.
El ingeniero, de ochenta años, recordó que el proyecto obligó a «coser» las rocas por dentro para evitar que cedieran al peso de la escultura y se resquebrajaran. Además, los quince días que duró la instalación de las enormes piezas coincidieron con las vivas mareas de septiembre, que azotaron el puente -de la misma longitud que cualquiera de los que cruza el Urumea-, construido para trasladar sobre raíles la tercera escultura hasta su emplazamiento definitivo.
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