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MIKEL G. GURPEGUI
Miércoles, 6 de febrero 2008, 09:19
Leíamos un ejemplar del periódico El Urumea del 31 de enero de 1883, cuando allí, entre las reseñas, apareció la mención.
«El señor presidente manifestó que acababan de fallecer dos personas, el señor marqués de Salamanca y el señor marqués de Comillas, que han contribuido eficazmente al embellecimiento de esta ciudad, y que el municipio estaba en el caso de expresar a sus familias el sentimiento profundo que en esta agradecida población han causado sus sentidas muertes».
Se nos olvida a los donostiarras con frecuencia que ese primer tramo de lo que algunos llaman ya Paseo Nuevo, es el paseo de Salamanca. Y nos confundimos también al pensar que esa Salamanca es una capital de provincia más que aparece en el callejero donostiarra. No, el paseo está dedicado al marqués de Salamanca desde septiembre de 1885, o sea, muy poco después de su fallecimiento.
Alguna vez dijo R.M. (Juan María Peña) en sus Koxkas sobre el marqués de Salamanca que «fue una figura fabulosa. De haber nacido en Estados Unidos, su biografía estaría en libros y más de una película se hubiera rodado sobre su actividad empresarial, hija de un talento fuera de serie que le llevaba a emprender los más variados negocios por difíciles que parecieran».
José de Salamanca, marqués de Salamanca y conde de los Llanos, nació en Málaga y estudió en Granada. Llegó a ser ministro de Hacienda y hasta presidente del Gobierno. Sin embargo, no pasaría a la historia como político sino como emprendedor. En 1841, el marqués de Salamanca se hizo con el monopolio de la sal. En lo que hoy llamaríamos un pelotazo, ganó en la bolsa treinta millones de reales. El incansable Salamanca creó la Sociedad del Ferrocarril de Aranjuez, vendió a Rostchild la línea férrea Madrid-Alicante y se embarcó en la construcción de trenes en Alemania, Francia e Italia. Hasta llegó a involucrarse en el proyecto de una línea de ferrocarril sobre el canal de la Mancha.
En nuestra ciudad, le debemos la construcción del Ensanche Oriental, en el que se sitúa su paseo. Con el derribo de las murallas y el encauzamiento de la desembocadura del río Urumea, el marqués de Salamanca consiguió la concesión de la expansión de San Sebastián por el Ensanche Oriental. Parece ser que nuestro hombre invirtió mucho dinero en la urbanización y construcción de estas manzanas, y que el negocio no fue demasiado redondo. Esto, unido a sus pérdidas en los negocios del tabaco, hizo que al final de sus días el marqués hubiera de vender algunas de sus posesiones y abandonar el lujo y ostentación en los que durante años vivió.
Se encontraba en nuestra ciudad el 17 de enero de 1883 cuando se sintió enfermo. Murió días después, el día 21. Aunque se nos pasó la fecha, no queremos dejar de recordarle en esta calle de la Memoria.
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