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Grandes olas barren la costa
TEMPORAL en donostia

Grandes olas barren la costa

Golpes de marea con olas de hasta 11,5 metros ocasionaron importantes destrozos en el Paseo Nuevo, Parte Vieja, Paseo de la Concha y Ondarreta. Un enorme socavón en la calzada impedirá la reapertura del Paseo Nuevo, donde las olas 'engulleron' 200 metros de pretil.

IÑIGO URRUTIA iurrutia@diariovasco.com

Miércoles, 12 de marzo 2008, 14:34

SAN SEBASTIÁN. DV. Un temporal con olas de más de once metros arrasó ayer el litoral guipuzcoano y originó cuantiosos daños materiales en Orio, Zarautz, Getaria y Deba y, sobre todo, San Sebastián. Las calles más expuestas de la Parte Vieja, el puerto, el Paseo Nuevo, La Concha y Ondarreta amanecieron con un paisaje devastado, mientras vecinos, bomberos y guardias municipales se afanaban por mitigar los efectos de los trenes de olas gigantescas que anegaron e hicieron llover pedruscos, algunos de más de veinte kilos, sobre las calles.

Una pleamar especialmente virulenta y batida por vientos racheados encrespó el oleaje a partir de las cinco de la mañana y durante casi tres horas masas montañosas de cristal verde golpearon sin cesar sobre los puntos más expuestos o vulnerables de la costa guipuzcoana.

En el puesto de vigilancia de Pasajes, donde los prácticos del puerto suspendieron toda actividad, Azti midió olas de 11,5 metros de envergadura -de 16 metros cuarenta kilómetros mar adentro- y una sucesión de estos muros de agua que equivalen a la altura de un cuarto piso salvaron los muros y diques de contención, destrozando pretiles, barandillas, farolas y cuanto mobiliario urbano se toparon antes de anegar garajes y bajos. En el fragor de la marea incontenible, el embate de una ola salvó el Paseo de Salamanca, en la ría del Urumea, y destrozó la balaustrada de piedra arenisca en el primer piso del edificio Aldamar.

De esa altura para abajo, casi todo fue destrucción. Un descomunal socavón y más de 200 metros de pretil engullidos por el mar desfiguraron el Paseo Nuevo, sembrado de cascotes, bancos volteados y de barandillas retorcidas como si hubieran sido el juguete de un Neptuno enajenado.

No eran aún las seis de la mañana y las calles Aldamar, San Juan, Soraluze eran un pandemonium de piedras, barro, arena, comercios arrasados, garajes y sótanos inundados y ríos de agua en los que sobrenadaban motos, bicicletas, ordenadores, papeles y basuras, pues la crecida marina comenzó antes que el servicio de recogida, que pasa a partir de las seis.

Hasta la rodilla

En la calle Aldamar el oleaje destruyó tiendas, el restaurante Kaxkazuri y todo el mobiliario urbano. Los gruesos cristales de seguridad de los escaparates quedaron astillados ante los embates de la marea. La Sociedad Fotográfica, al principio del Paseo Nuevo, salvó los muebles y el golpe de mar que entró por un ventanal inundó apenas unos centímetros el sótano.

Masas de agua espumeante hasta la rodilla entraban una y otra vez por las calles hasta el corazón del barrio, las calles San Vicente y 31 de Agosto, donde anegaron las bodegas de varios restaurantes, mientras los municipales y los bomberos no daban abasto para atender las peticiones de ayuda, pues todos los bajos estaban inundados.

A las seis y media, unos guardias tuvieron que socorrer a un matrimonio de jubilados atrapados en un piso situado bajo cota cero en la calle Soraluze, una de las más afectadas por el temporal, donde los vehículos estacionados quedaron amontonados por el vaivén de la marea.

La alarma ya había cundido para entonces entre los trabajadores más madrugadores del mercado de la Bretxa. El acceso para carga y descarga por el edificio Pescadería suele permanecer abierto desde las cuatro de la mañana y por allí se coló la crecida, anegando las 18 bodegas del centro (metros y medio de agua) y los 48 puestos comerciales, donde el 'hasta aquí llegaron las aguas' se colocó a casi medio metro de altura. Carniceros y pescateros salvaron como mejor pudieron el género: algunos lo sacaron de los frigoríficos inutilizados y lo llevaron a las cámaras grandes que no resultaron afectadas por el corte del suministro eléctrico.

Surf en la ría

Al otro lado de la ría, hacía el Kursaal, la marea asfaltó de arena y detritus marinos la calzada de la Avenida de la Zurriola. En la ría, la marea entraba con un ímpetu descomunal y provocó diversos daños en la estructura del tercer puente, el que lleva a la Estación del Norte. «La marea ha estado a un palmo de desbordar la ría», aseguraba un vecino de la zona. Aguas arriba, hacia los EUTG, un grupo de surferos se divertían a las ocho de la mañana con las descomunales olas.

La escena era el contrapunto a un comienzo de día dramático para decenas de particulares que vieron cómo sufrían cuantiosos daños. Y que temían que la pleamar de la tarde agravara la situación. Por eso más de 120 trabajadores de brigadas de limpieza del Ayuntamiento revisaron colectores y sumideros para agilizar el drenaje de los espacios inundados. Las bombas de achique funcionaron sin cesar durante toda la jornada. Bahía adentro, el oleaje provocó los daños más espectaculares. Una ola gigantesca sobrada de altura salvó el espigón de la dársena deportiva a las siete de la mañana y hundió de golpe casi medio centenar de botes y lanchas. A media mañana se vislumbraban sobre la lámina de agua partes de los cascos de 18 embarcaciones. Eran las que aun conservaban un punto de flotabilidad. «Las que tenían motor se han ido por peso todas al fondo», dijo un arrantzale que presenció cómo la marea rompía la cadena de eslabones que amarraba el barco Aita Joxe dentro del puerto pesquero.

En la playa, la marea se llevó por delante, arrancándolas de cuajo, partes de la barandilla de La Concha, reflejando así el emblemático icono el zarandeo que sufrió ayer la ciudad.

Pero los daños económicos más cuantiosos se registraron en las cabinas colectivas del voladizo y en las discotecas La Rotonda y Bataplán, el centro de talasoterapia La Perla, el club Atlético San Sebastián y el club Eguzki. El agua arrasó todas estas instalaciones ante la impotencia y desolación de sus propietarios, que ven cómo todas las mejoras orientadas a mejorar la seguridad de los recintos son en vano frente al empuje del un mar embravecido que «antes o después reclama su lugar», según comentaba un vecino del puerto. En Ondarreta las olas arrancaron de sus soportes los juegos infantiles del arenal y ocasionaron importantes desperfectos en la cafetería a pie de playa.

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