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La soledad de Zapatero en Bucarest
MUNDO

La soledad de Zapatero en Bucarest

El escaso protagonismo del presidente en la cumbre se debe a que España apenas tenía intereses especiales en ella

F. PESCADOR

Sábado, 5 de abril 2008, 02:49

bucarest. DV. El ministro Moratinos fue preguntado ayer en rueda de prensa por las imágenes que han mostrado a Zapatero solo durante la cumbre de la OTAN de Bucarest en el salón de sesiones. Contestó afirmando no tener «nada que decir» al respecto, por carecer la situación «de mayor importancia» o trascendencia. Tenía razón.

Las reuniones de la UE o de la Alianza Atlántica no son tertulias de amigos. Puede haber, como en su momento sucedía entre Felipe González y Helmut Kohl, un trato personal más fluido que a veces, aunque no siempre, hace más cómoda o facilita la búsqueda de soluciones cuando resulta difícil casar intereses. Porque en estas reuniones, quienes se sientan a la mesa no son ni amigos, ni enemigos (lo cual no deja de ser una ventaja, no siempre fue así), sino depositarios de intereses que hay que defender bien.

El alineamiento con unas tesis u otras, o la expresión de las propias, tiene lugar en los severos turnos de exposición, que se llevan a cabo de acuerdo con una práctica reglada.

A la cumbre atlántica, Zapatero vino como un actor secundario. No estaba en su mano diseñar líneas de actuación en los temas de la agenda, porque España no es un país en condiciones de dar giro alguno a los grandes elementos en discusión. No es la Alemania de Angela Merkel, que se había arrogado la responsabilidad de capitanear la rebelión europea contra las pretensiones de Bush para con Ucrania y Georgia, de la que por cierto España formaba parte.

Escurrir el bulto

Zapatero no estaba en condiciones de jugar ese órdago: ni representa a un Estado con peso suficiente para plantarle cara a Bush en una cuestión estratégica de la que no es un actor directo, ni sus relaciones personales con el norteamericano lo hacían aconsejable para los intereses de los europeos que defendían otras conveniencias que las del presidente estadounidense. Para eso están los repartos de papeles que se practican en estas circunstancias, con gran astucia, por cierto.

Angela Merkel ha negociado personalmente en esta cumbre. No es normal. En algunos momentos se vio literalmente rodeada por ministros de Exteriores, cuando había que buscar las palabras precisas para Ucrania y Georgia.

Zapatero hubiera podido prometer durante esta cumbre un esfuerzo suplementario en Afganistán, pero se resiste a hacerlo y la excusa de que su gobierno actúa en funciones, aunque sonara demasiado a salida por la tangente, es bastante válida. De todos modos, el problema se le volverá a plantear a la vuelta de unas pocas semanas y tendrá más difícil escurrir el bulto. Lo de Afganistán va para muy largo.

Menor capacidad militar

En cualquier caso, el presidente español no hubiera atraído la gratitud de Bush y del resto del Consejo (y de los focos que iluminan esos efímeros 20 segundos de glamour) si hubiera comprometido una o dos compañías más para el país asiático. España tiene menos capacidad militar que Francia y le resultaría extremadamente problemático prestar una brigada, como Sarkozy ha hecho aquí.

El problema es que el presidente español actual, como antes les pasó a otros, no habla idiomas. Le resulta por ello más complicado integrarse con naturalidad en los grupos que se forman antes de las reuniones de trabajo, cuando las cámaras de televisión y los fotógrafos se encuentran presentes. Pero eso no degrada el peso de España como socio en las tomas de posición, ni obstaculiza los contactos necesarios. Porque cuando hace verdaderamente falta estar seguro de las palabras, hasta los que jefes de gobierno que dominan idiomas apelan a los intérpretes.

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