ANÁLISIS

El cambio climático

PPLL

Jueves, 24 de julio 2008, 03:18

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EL cambio climático ha llegado a La Moncloa. Si la legislatura comenzó en la práctica en el último debate parlamentario sobre la economía, Zapatero y Rajoy marcaron ayer las pautas de los próximos cuatro años. Lo hicieron mediante la definición de un territorio de partida con unas reglas claras, fuera del juego sucio de la pasada legislatura, en la que el lenguaje de la crispación contaminó innecesariamente las relaciones en cuestiones de Estado. Lo debe hacer Zapatero, necesitado de apoyos políticos en el Congreso, y que va a tener que abordar frentes muy sensibles -el económico y el de la financiación autonómica, por ejemplo- con unos grupos que fijan un precio muy elevado para la cooperación estable. Y lo puede hacer también Rajoy, fortalecido tras haber resistido los embates de la línea dura y afianzado, por ahora, en su liderazgo en su viaje al centro.

El presidente del Gobierno y el líder de la oposición han acordado que determinadas cuestiones se saquen del tráfico partidista. Por ejemplo, las discrepancias sobre la renovación del Poder Judicial, sometido a una brutal crisis de credibilidad. El pacto judicial es un asunto de sentido común

Otra pieza clave es la política antiterrorista, escenario de una feroz batalla en la pasada legislatura a cuenta del fallido proceso de paz. En este tema los hechos son elocuentes y las últimas detenciones demuestran una voluntad del Gobierno central de proseguir la presión policial para neutralizar a ETA. El PP ya ha anunciado su pleno respaldo a su estrategia. Nadie entendería que en esta coyuntura, con ETA en activo, el PP sustituyera su apoyo al Ejecutivo por una oposición frontal, explotando las vísceras.

Dos áreas quedan fuera de los acuerdos y, más allá de que provoquen un lógico juego político entre Gobierno y oposición, sí requerirían cierto entendimiento. Una es la crisis económica, cuyo tratamiento político plantea una pugna entre PSOE y PP respecto a la terapia a aplicar, tanto en gasto público como en medidas para cambiar el modelo productivo en España. Sin llegar al esquema alemán de concertación, los Pactos de la Moncloa fueron en su día un modelo entre Gobierno, partidos, empresarios y sindicatos, un ejercicio de pragmatismo y realismo en el que se hizo de la necesidad virtud.

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La otra materia en la que algún tipo de complicidad debe generarse es la de la inmigración. El Gobierno ha comenzado a dar un giro en su política, consciente de que, en un contexto de crisis económica, una torpe administración de este asunto puede convertirlo en una mina a la deriva para aprovechamiento demagógico de sectores más populistas. En un ambiente de recesión, la histórica lucha de clases puede derivar entre los asalariados en un pulso entre trabajadores de origen inmigrante y autóctonos. Hay que prevenir este conflicto con visión de Estado.

Zapatero y Rajoy hablaron también de la compleja situación vasca tras el órdago de la Ley de Consulta. Más allá de matices tácticos, la sintonía de fondo es clara. Incluso puede que el PP de Rajoy comience a entender que el tremendismo escenográfico es el mejor aliado del victimismo nacionalista.

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