LUCÍA LLORCA
Lunes, 25 de agosto 2008, 03:40
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El calor es un mal compañero de viaje para algunos trabajos que deben realizarse bajo un sol de justicia, y el verano agrava esta circunstancia. Profesiones tan dispares como empleado de la construcción, cocinero, trabajador de invernadero, vendedor ambulante o toldero tienen durante los meses estivales un denominador común: el calor. Para mitigar sus posibles consecuencias sobre la salud, sindicatos y trabajadores piden adelantar la jornada laboral y más zonas de sombra.
Una de las «amenazas» que presenta el verano para quienes desarrollan su labor bajo el sol o delante de una fuente de calor es el denominado «estrés térmico». Esta «patología veraniega» tiene su definición en la carga de calor que se recibe y acumula el cuerpo, y surge de la interacción entre las condiciones ambientales, la actividad física y la ropa que se lleva, según un informe elaborado por el Ministerio de Trabajo.
Para evitar estas situaciones, los sindicatos pidieron ayer la adopción de diversas medidas, pues el exceso de calor corporal puede aumentar el número de accidentes laborables o el riesgo de padecer deshidratación o los peligrosos «golpes de calor».
El portavoz de Sanidad de CC OO, Salvador Roig, explicó que los trabajadores que realizan su actividad al aire libre, en naves donde no hay buena ventilación o en cocinas son quienes más riesgos tienen de sufrir estas patologías.
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Iniciar antes la actividad diaria, especialmente en aquellos trabajos que se desarrollan al aire libre (construcción o carreteras), beber más agua e instalar zonas de sombra (mercadillos o invernaderos) son algunas de las propuestas sindicales. En este sentido, la Federación de Construcción, Madera y Afines de CC OO ha instado a los empresarios de la construcción a que «acepten aplicar la jornada intensiva durante los meses de verano».
Aunque el clima guipuzcoano es bastante suave y la sensación de estrés térmico no alcanza límites peligrosos, en algunas zonas del Mediterráneo, como Alicante, los trabajadores tiene auténticos problemas en días de calor. Marcos trabaja instalando paneles de chapa en las fachadas de los edificios. Su creatividad y la necesidad le ha llevado a colocar una sombrilla a varios metros de altura para obtener «algo de sombra». María Asunción, de 45 años, pasa siete horas vendiendo fruta en un mercadillo, «aguantando temperaturas insoportables» y con un toldo improvisado. «La gente no viene hasta que la sensación de calor baja, pero hasta que llega ese momento siempre me pregunto qué hago aquí bajo este sol de justicia». Elvira prepara en un restaurante de Alicante la comida para cientos de clientes entre temperaturas de 40 grados y sin ningún tipo de ventilador. «No podemos tenerlo, pues el aire movería cualquier sustancia que hubiera en el suelo o en el aire». Ellos sí saben lo que es sentir estrés térmico.
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