JUANMA VELASCO
Domingo, 14 de septiembre 2008, 05:45
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DV. La donostiarra Teresa Lassalle perdió a su padre cuando tenía seis años. Apenas se acuerda de él. «Vinieron a buscarle cuando estaba trabajando en su herrería, en el barrio de Amara. Le llevaron el 26 de octubre del 36 y el 28 le dieron la libertad... de muerte. Pensamos que está enterrado en Hernani», recuerda.
Pasados más de 70 años, Teresa pudo hacer ayer una ofrenda floral junto a unos paneles en los que aparecía el nombre de su padre, Jorge Lassalle, rescatado del olvido junto a otros 380 donostiarras fusilados por las tropas franquistas entre 1936 y 1942. Convocados por el Colectivo de Víctimas del Franquismo de San Sebastián, dos centenares de personas, en su mayoría hijos y nietos de las víctimas, participaron en un emotivo acto de homenaje en los jardines de Alderdi Eder de Donostia. «Nosotros no pudimos hacer ni un funeral, ni poner una esquela... No pedimos nada, sólo que la gente sepa lo que pasó», afirma otra donostiarra, hija de fusilado.
La fecha elegida, 13 de septiembre, coincidió con el día en el que 72 años atrás las tropas del bando franquista llegaron a Donostia. «Entraron por la calle Miracruz, cuando en el puerto zarpaban los últimos barcos» que escapaban de las tropas franquistas, recordó el historiador Iñaki Egaña que, junto con el colectivo Ahaztuak 1936-1977, ayer participó en el acto.
En su intervención, el historiador recordó que los fusilados fueron donostiarras «de todas las ideologías y colores», de «partidos y sindicatos distintos» partidarios de la República. Hay quien fue fusilado por «tener una taberna de nombre Euskadi», otros por negarse a entonar «el ...». La mayoría de ellos descansan desde entonces en «fosas comunes de Hernani, Oiartzun y Bera», según detalló el historiador.
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Egaña recordó que la lista de fusilados identificados no está cerrada. «Hoy -por ayer- he hablado con una mujer cuyo padre murió en un campo de concentración de Alemania».
Durante el acto de ayer, hubo quien escribió con sus propias manos el nombre de su familiar ajusticiado por las tropas franquistas, como es el caso de Santi Iparragirre, que escribió el nombre de su tío José. Otros, como Julen, todavía desconocen el paradero de su abuelo, Hilarión Navarro, trabajador del puerto de Donostia. «La última vez que le vieron con vida estaba en Barcelona, en 1937».
En el acto se ondearon banderas republicanas españolas junto a ikurriñas, enseñas de ANV y de los sindicatos LAB y CNT; se cantó el la y el y Joan Mari Irigoien leyó un poema.
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