EMECE
Miércoles, 22 de octubre 2008, 03:39
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Efectivamente, felicitémonos, porque desde nuestra secular pobreza popular cultural de siglos, después de 320 años sube, por primera vez, a un escenario de las Españas, concretamente al Teatro Arriaga la ópera , estrenada el 30 de abril de 1728 en el King's Theatre de Londres.
Fueron tres horas de inmenso gozo al disfrutar, sin fisuras, de una joya barroca en estado puro, puesta en escena con elegancia y sencillez (valores no frecuentemente asociados), con exposición de conceptos asimilables y con la especial elegancia de un trabajo de iluminación (Eduardo Bravo) poco frecuente en bondad. El respetable percibió perfectamente cómo todo transcurría con naturalidad y, a la vez, con un claro concepto de pureza artística.
Los cinco cantantes solistas enseñaron cómo es la esencia del canto florido barroco, cómo se establece la depurada técnica de las agilidades fonales y cómo se domina el aire sin merma alguna a la emisión de notas. Flavio Oliver, como , Maria Grazia Schiavo, en , Soledad Cardoso, como y Filippo Mineccia, en , llevaron su trabajo en perfecta conjunción de seguridad y brillo. Por su parte, el bajo Iván García, como , se equivocó al dar mayor valor a la expresividad que a su estimable categoría vocal.
Todo estos mimbres de ductilidad melódica estaban cuajados con el Collegium Marianum de Praga, que hizo una ejemplar traslación al barroco inglés, del siglo XVIII, en estado de gracia.
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