
XABIER GALARTZA
Jueves, 20 de noviembre 2008, 03:55
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DV. El mejor Arrate, el mismo que en la pasada campaña logró por primera vez tanto el pasaporte europeo como alcanzar las semifinales de la Copa del Rey, volvió dejarse ver por Ipurua, después de un anodino arranque liguero.
Al igual que sábado en Serbia frente al Kolubara, volvió a maravillar con el inteligente y efectivo juego desplegado con motivo de la visita de una de las revelaciones ligueras, el Octavio Pilotes. Hasta la fecha sólo tres de los grandes había sido capaz de ponerle freno.
La escuadra albiazul quiso dejar por sentado a sus fieles seguidores desde el principio que no se les había olvidado jugar, hasta el extremo de dejar el partido sentenciado (28-19) a falta de más de un cuarto de hora para la conclusión.
El encuentro comenzó con una chaparrón de goles derivado del un ritmo frenético impuesto por los dos bandos. Sin embargo, fueron los albiazules los que ganaron la primera batalla, merced a su excelente reajuste defensivo. La muralla defensiva, junto con la inestimable colaboración de Malumbres bajo los palos, alertaron seriamente a los gallegos (10-5). De poco o nada, sirvió el que el técnico Domínguez llamara al orden a sus hombres con un tempranero tiempo muerto, dado que las diferencias fueron paulatinamente aumentando.
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La noche de Jurkiewicz
La noche inspirada de Jurkiewicz, no es la primera que dedica el polaco a sus aficionados en Ipurua, fue una de las claves de este entuerto, que el Arrate supo resolver con extrema solvencia.
Ni las situaciones de inferioridad les hizo mella. Paradójicamente, fue bajo esta tesitura cuando logró dar la puntilla definitiva con dos misiles consecutivos del internacional polaco. En los poco más de 40 minutos que estuvo sobre la cancha aportó una docena de goles a cada cual más espectacular y de diversa factura (suspensión, cadera y contraataque). Su marcha felizmente no se notó ya que el resto de sus compañero, con Kobin a la cabeza, fueron capaces de mantener la dinámica arrolladora.
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El Octavio, completamente hundido, estaba deseoso de que terminara cuanto antes el suplicio. Se vio completamente desbordado. El equipo no funcionó en ningún orden, comenzando por la portería. En ataque el Arrate se encargó muy bien de anular a su máxima figura Prce. Finalmente, optó por las individualidades de Mitrovic, con sus penetraciones, y Cerillo, desde el extremo, para evitar una refriega aún mayor.
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