CARLOS ELORZA
Domingo, 23 de noviembre 2008, 03:07
Publicidad
Empieza con una persecución. Bond conduce su Aston Martin perseguido por unos Alfa Romeos. Será que están en Italia. No sabemos ni de dónde vienen, ni adónde van, ni por qué le persiguen, ni de quién escapa. Solamente una vez acabada la persecución, algo en el maletero nos revelará que es la continuación de . Que tras 22 capítulos, la saga de Bond se apunta a las secuelas. Y lamentablemente hace bueno el tópico. Porque no está a la altura de su predecesora. Se cumple eso de que segundas partes nunca fueron buenas. Porque aquel notable casino real se nos convierte esta vez en una vulgar tragaperras de bar.
Éste es el Bond de menor duración. Poco más de hora y media excluyendo los créditos. De hecho, no hay tiempo ni para presentaciones. No hay tiempo ni para el . Como si el objetivo fuera despojarle de su personalidad. Eliminar sus señas de identidad para convertirlo en un personaje de acción cualquiera. Hacerle renunciar a su pasado y al legado de las 21 películas anteriores. Olvidando sus conflictos y su figura casi trágica de .
Y se convierte en una historia de venganza. El vagar por el mundo de un frío ejecutor que busca saldar sus cuentas pendientes. Sabemos que hay una organización corrupta que bajo una tapadera ecológico-filantrópica se dedica a explotar al Tercer Mundo. Pero no es más que un poco interesante . Lo que importa de verdad es el trepidante encadenamiento de secuencias de acción a lo largo de todo el mundo. De Italia a Londres, de Haití a Austria para acabar en Bolivia. Al mando de veloces coches, intentando colarse en la ópera, tratando de escapar de un hotel, viajando en aviones privados, lanzándose en caída libre... Todo muy aparente y resultón, pero vacío y falto de contenido. Sin detenerse en los personajes y sus relaciones y sin construir una trama que proporcione una estructura dramática a la sucesión de persecuciones, asesinatos, explosiones y demás peligros.
Resulta desconcertante la opción de Marc Forster como director de la película. Ni , ni , ni son precisamente bondianas. Quizá el objetivo era que un especialista en películas dramáticas pudiera darle ese toque que tanto se echa de menos. Pero a veces el efecto es el contrario. Porque no acierta en algunas escenas de acción. Su cámara temblorosa y el montaje vertiginoso, no permiten que el espectador se ubique y lo desorientan. Y ni siquiera nos da tiempo para disfrutar de la maravillosa vista de los tejados de Siena.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.