ARANTXA ALDAZ
Lunes, 22 de diciembre 2008, 10:21
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A principios de 2001, los doctores Rafael Ribó y Borja Corcóstegui viajaron a los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf para participar en un proyecto de ayuda humanitaria. Aquella experiencia de seis días les abrió los ojos sobre una de las carencias más elementales en los países pobres y se convirtió en el embrión de la fundación, que vela por la salud ocular de las personas más desfavorecidas. «Hay lugares en el mundo donde poder ver significa poder vivir», resumen casi como un lema. Andrés Muller-Thyssen da buena cuenta de la frase. Médico oftalmólogo en el Hospital Donostia, se involucró desde los inicios. Ha estado en el Sáhara, Bolivia, Mozambique y ahora se vuelca con un nuevo proyecto en Mali. Una exposición en la casa de cultura Ernst Lluch de Donostia pone rostro a esta la labor solidaria, con fotos de Elisenda Pons tomadas en los campamentos de Tindouf.
- ¿Cómo le cambia la vida a una persona a la que le devuelven la vista?
- En los países donde intervenimos, los más desfavorecidos, hay mucha gente no tan mayor con problemas oculares. Las enfermedades de la vista limitan la capacidad de ser autosuficiente, de poder trabajar o atender a la familia. Incluso pueden marginar a una persona. Sin embargo, el 80% de las cegueras se podrían evitar con una intervención sencilla y muy rentable. Al día siguiente de la operación, cuando quitas al paciente la venda de los ojos y empiezan a ver, les parece como un pequeño milagro. Y para nosotros es muy gratificante.
- ¿Los problemas oculares son más graves en el Sáhara por las condiciones climáticas?
- Sí hay algunos problemas propios por las difíciles condiciones climatológicas, el calor y el fuerte viento del desierto. Pero en general los problemas son comunes en todos los países desfavorecidos. Las cataratas son los casos más frecuentes. El glaucoma, una patología que sin tratamiento desemboca en ceguera, afecta también a un porcentaje importante de la población. El problema fundamental es que hasta hace poco no tenían una asistencia sanitaria de salud ocular.
- ¿Qué han logrado desde que está la fundación?
- Se ha avanzado mucho. En los campamentos ahora disponen de un oftalmólogo, que fue becado por la fundación. También cuentan con un servicio en cada 'distrito' con técnicos en optometría y se ha hecho un taller de óptica donde se fabrican gafas. La población está mucho más controlada.
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- ¿Qué impresión le causó el Sáhara?
- Mi primer viaje con la fundación fue a Bolivia y a los pocos meses fui al Sáhara, en septiembre, con un calor terrible. Es un lugar inhóspito. Están bastante organizados con el Frente Polisario, pero las condiciones climáticas y económicas son todavía deprimentes, sobre todo porque con el paso de los años siguen deterioradas, pese a la ayuda exterior.
- ¿Qué podemos hacer desde Gipuzkoa para 'mirar' por esta causa?
- Todos tendríamos que llegar a ver esa realidad. Que en nuestro territorio el 90-95% de los problemas oculares se curan, pero en otros países no. Sin embargo, con un poco de atención se puede lograr mucho. Nos tenemos que concienciar de que la ceguera es una epidemia en los países pobres que se puede evitar.
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