

Secciones
Servicios
Destacamos
JAVIER MEAURIO
Domingo, 18 de enero 2009, 04:51
DV. ¿Qué sabe o conoce del doctor Luis Ayestarán Gabarain? Seguramente poco o nada, pero en estos días en los que el Oncológico ha volado desde Aldakonea a los altos de los hospitales es justo recordarle. Nacido el 9 de octubre de 1888 en la koxkera calle Embeltrán de San Sebastián, fue el primer director y fundador del Instituto Radio-Quirúrgico de Gipuzkoa(1928), germen del Oncológico que hoy todos conocemos. Además de médico, ejerció de donostiarra y presidió el Ateneo Guipuzcoano, fue miembro de la Asociación de Honor de la Prensa -de la mano de José Berruezo, periodista y director de este periódico-, vicepresidente del Orfeón Donostiarra, socio de Kañoietan y Ardatza, galeno en la plaza de toros del Chofre, director del Hospital San Antonio Abad, de la Clínica Nuestra Señora de Aránzazu... y no seguimos.
De él dijo el profesor Llombart, compañero de trabajo y gran amigo de Ayestarán: «Es un hombre de constitución somática vascongada, y no es sólo un cirujano eminente, sino un profundo conocedor de cómo hay que plantear una empresa y cómo realizarla». Así, se refiere al futuro Oncológico, «la obra de toda su vida y el primer instituto de estas características de toda España, que surgió en una ciudad de poco más de 90.000 almas y sufriendo los embates de la crítica y aún el mordisqueo de la envidia».
Luis Ayestarán cursó sus estudios en Zaragoza y Madrid y obtuvo el premio extraordinario en la licenciatura. Se doctoró en la capital de España y posteriormente trabajó en Alemania, donde consiguió la especialización en Cirugía. Viajó por Francia, Hungría y Suiza y publicó sus artículos en diferentes revistas científicas españolas y extranjeras.
Como señala su nieto Álvaro Paniagua Ayestarán, «su preocupación constante fue el cáncer, enfermedad sobre la que hizo numerosas campañas a través de la prensa escrita y la radio, resaltando la importancia del diagnóstico precoz», algo muy habitual actualmente. «No era un hombre político, y consiguió ayudas de la monarquía con Alfonso XIII y con la República», añade.
No quería homenajes
Uno de sus cinco hijos, Belén, le recuerda por su gran sentido del humor -«muy a la donostiarra»- y por ser un hombre que nunca aceptó homenajes mientras vivió. «Intuía que estaba haciendo un trabajo de gran importancia y por la misma razón sabía que no le podían pagar con nada. Su firme decisión era que el Oncológico se quedara en el País Vasco, por eso realizó los trámites para que la entonces Caja de Ahorros Provincial (CAP) adquiriera a título de cesión -transmisión- los terrenos y el edificio, garantizando así su continuidad. También quiso que las Monjas de la Caridad se ocuparan del centro».
«Fue el 14 de febrero de 1952 cuando se entregó el inmueble, las llaves y el acervo patrimonial del Instituto Radio-Quirúrgico de Gipuzkoa a Avelino Elorriaga, presidente del Consejo de Administración de la CAP. Desde ese día quedó bajo su patrocinio como obra social propia», indica Álvaro Paniagua.
Reconocimiento
«Fue no sólo el médico que se dio cuenta de lo que significaba para Gipuzkoa la falta de medios para atender a los enfermos cancerosos, sino que se lanzó a la empresa de crear un establecimiento hospitalario adecuado. La idea hecha pública en 1928 se concretó en 1930, consiguiendo con las ayudas de las instituciones oficiales inaugurar el instituto en 1933», según relata el médico José Luis Munoa.
«La familia no queremos sino un reconocimiento. Fue un hombre que trabajó de forma altruista en el Oncológico. Fue su vocación y no hay ni una placa que le recuerde», señalan Álvaro y Belén. Mencionan también sus propias palabras: «Somos precursores y a éstos se les olvida durante la vida y se les homenajea... ¡cuando han desaparecido!».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.