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El faro de Igeldo continúa alumbrando las noches donostiarras desde hace 154 años.
El faro de Igueldo
PASADO Y PRESENTE

El faro de Igueldo

1855...Tal día como el de hoy se inauguró el faro de Igueldo, construido según proyecto de Manuel Peironcely. La llamada desde 1962 Carretera del Faro sigue siendo uno de los atractivos de San Sebastián...2009

JAVIER SADA

Domingo, 15 de marzo 2009, 03:15

En mejor o peor estado de conservación, nuestros montes costeros lucen todavía atalayas que recuerdan tiempos lejanos en los que las pequeñas torres eran utilizadas para avisar de peligros o venturas que llegaban por mar, ya fueran en forma de barcos enemigos, ya en forma de bancos de pesca que animaban a zarpar a los arrantzales.

No faltan informaciones que indican cómo la proximidad de la llegada de ilustres personajes era conocida por las señales que se trasmitían desde los torreones, cuéntase que utilizando banderas, fuego u otros elementos por todos pactados como elementos prácticos de comunicación.

Hasta 1778, un faro de teas en el monte Urgull servía para avistar nuestra ciudad desde la mar, quedando sustituido dicho año por otro que encajaba mejor en el proyecto de ampliación del puerto de San Sebastián diseñado por el ingeniero Julián Sánchez Bort. El nuevo faro no se construiría en Urgull sino en Igueldo, a 184 metros de altura «con un fanal de 24 pávilos cuya luz alcanzaba nueve leguas y que era de lo mejor de Europa» (Luis Murugarren, Donostia-San Sebastián), teniendo en cuenta las escasas instalaciones de este tipo que entonces había en el continente europeo. Patrocinado por el Consulado de la ciudad, las nieblas fueron su peor enemigo, aunque fueron las acciones bélicas las que dieron en el suelo con la mayoría de sus piedras de sillería arenisca. Tenía 32 metros de perímetro exterior por 20 de perímetro interior y 18 de altura, dos plantas y una terraza en la parte superior en la que fue instalado el mecanismo de iluminación.

Incluido en el fuerte que en algunos documentos se cita como «de la Farola» y que en El Eco de San Sebastián del 11 de septiembre de 1885 se menciona como «fuerte de Hernández», quedó abandonado hasta que el año 1912 en el que la Sociedad Monte Igueldo lo recuperó como atracción turística, añadiéndole algunos detalles ornamentales que hacían más atractiva su estética incluyendo, durante un no muy largo periodo de tiempo un tobogán que se deslizaba en espiral por su exterior, desde la parte más alta hasta el suelo. Atrás quedaba su historia como atalaya, como faro y como punto de observación práctica, siguiendo derroteros tan pacíficos como son los de basar su existencia en la contemplación del paisaje, continuando la experiencia vivida unos años antes en el Parque de Atracciones de Ulía donde pétreas atalayas naturales tenían la misma finalidad.

San Sebastián necesitaba un faro que estuviera al margen de las vicisitudes militares y ya en 1843, en la sesión celebrada el 25 de mayo por la Comisión de Faros, se consideró de interés la construcción de nuevas señales luminosas que vinieran a perfeccionar las obras de mejora que se estaban realizando en el puerto de la ciudad. Se trataba de perfeccionar las construcciones existentes o de construir nuevas instalaciones, pensándose, en principio, recuperar la cima del monte Igueldo donde había estado «desde la antigüedad».

Finalmente, nos lo recuerda Carlos Larrinaga en su libro , «se decidió construirlo en la ladera septentrional del monte, siendo un espaldarazo al proyecto el Real Decreto de 13 de septiembre de 1847 por el que se aprobaba el Plan General de Alumbrado Marítimo de las Costas y Puertos de España e Islas Adyacentes».

Peironcely aprendió de la experiencia vivida por el faro ubicado en la cima del monte que, como ha quedado dicho, tuvo que enfrentarse a las muchas dificultades que le ocasionaba la niebla, motivo por el que proyectó el nuevo faro en una cota más baja (135,40 metros en lugar de los 184 del anterior), con un presupuesto de 202.375 reales, según consta en los archivos de la época.

Tal día como el de hoy del año 1855, el nuevo faro comenzó a lanzar sus destellos que si actualmente los observamos blancos y en grupos de dos y de uno, con alcance luminoso de 23 millas, en aquel momento «emitía luz roja de destellos de dos en dos minutos, producida por un aparato de giro lento de la casa francesa Lepaute».

Recordando la historia del faro de Igueldo resulta obligada la cita del escritor José María Salaverría e Ipenza. El autor, nació el año 1873 en Vinaroz (Castellón), trasladándose a nuestra ciudad, de la que su familia era oriunda, cuando tenía cuatro años de edad. La razón del traslado no era otro que el haber encontrado trabajo, su padre, como torrero mayor, precisamente, del Faro de Igueldo.

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