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JOSÉ RAMÓN VEGA ZUBELDIA
Sábado, 6 de junio 2009, 03:56
Yo he nacido en un país maravilloso que se llama el País Vasco. Dicen que nací allí por azar... y es casi cierto. Por entonces, mis padres vivían en Burdeos, pero mi madre quiso en el último momento que su hijo naciera en Irún, en la misma casa donde ella vio la luz. Tuvo el tiempo justo en llegar».
Estas líneas escribió Luis Mariano en 1970, cuatro meses antes de su muerte, una muerta que empezó a manifestar sus síntomas en noviembre de 1969, con las primeras representaciones de la opereta la Carablea de Oro. Era visible que hacía esfuerzos por aparecer feliz y relajado, pero su risa no tenía la alegre resonancia de antes.
De enero a mayo, en tres ocasiones tuvo desvanecimientos antes de entrar en escena, demostrando que algo grave le sucedía. Su rostro demacrado preocupaba a los que estaban con él y solamente su voz conservaba la claridad de su juventud.
Cada tarde, llegaba al teatro un hombre agobiado e inquieto. Sober la escena, cara a su público, Luis Mariano revivía... ¡pero a qué precio! El 21 de abril de 1970 fue invitado por el presidente de la República Georges Pompidou a la gran recepción de las Artes y las Letras del Elíseo. Realmente fatigado, Luis Mariano tuvo que hacer un gran esfuerzo para asistir. A la salida, Patxi Lacán, su secretario y amigo, que le esperaba en su Rolls, vio que Luis Mariano se paraba en las escalinatas, inmóvil, con la mirada perdida y con el rostro lleno de lágrimas se dirigía hacia el coche.
Luis Mariano trabajó todavía 19 días y este esfuerzo sobrehumano fue fatal para él porque a partir del 10 de mayo comenzó una tremenda lucha contra la muerte. Ese día tuvo la última representación en París de y el 22 de junio sufrió la primera hemiplejia en Arcanges.
Fue transportado el 5 de julio a la clínica Urt, cerca de Bayona, después de sufrir la segunda hemorragia cerebral, por lo que es llevado urgentemente a París en avión el 9 de julio. Después de un dramático viaje, llegó al hospital de Salpétrière en estado insconsciente, donde murió en la noche del 14 de julio.
Los funerales se celebraron en Arcanges. Muchos iruneses y amigos fuimos peregrinos de la caravana del dolor en los siete kilómetros de ruta estrecha, bordeada por esa vegetación tan clásica del País Vasco que separa a la villa de la carretera nacional.
La campiña que rodea Arcanges estaba inundada de vehículos en hileras perfectas. Los gendarmes se multiplicaban para contener la avalancha humana. Los altavoces estratégicamente instalados, dejaban oír los cantos gregorianos y a duras penas conseguimos entrar en la iglesia y situarnos en el coro. Fernando Etxepare estaba preparado para dirigir la misa. Miguel Amantegui en el órgano. Había cantores de Irun y Hondarribia, hermanos siempre en las penas y en las alegrías. Pertenecían al Ametsa, a Irungo Atsegiña y a coros parroquiales de Irun y Hondarribia.
Todos quisimos participar en esta despedida emotiva, sencilla, piadosa y emocionante. A los pies del altar reposaba la caja donde descansaba Luis Mariano. Era de color claro, alegre, como era su sonrisa, como fueron sus canciones. Flores blancas y rojas daban fragancia de primavera a este ambiente pleno de congoja y aflicción. Parecía estar diciéndonos: «¿Por qué lloráis? Estad alegres. Os aseguro que si estáis plenos de bondad nos volveremos a ver».
Finalizó la misa con el de Perosi. Simón Zubeldia interpretó uno de los solos. Lo hizo también Miguel Cortijo -primo de Luis Mariano- tocado por la emoción.
Concluida la ceremonia religiosa, el ferétro fue portado a hombros por los hermanos Salas, Cortijo y otros amigos. El panteón familiar, de estilo vasco, muy sencillo, estaba inundado de coronas con sentidas dedicatorias.
La oración fúnebre de Jesús María de Arozamena emocionó a los asistentes. Vimos llorando a mujeres y a hombres. El marqués de Arcanges recordó las palabras de Luis Mariano: «A esta tierra vendré a reposar para siempre». El cadáver recibió sepultura y poco a poco se vació el cementerio. El cielo estaba limpio de nubes y revoloteaban las golondrinas.
Luis Mariano se fue. Nos quedan sus canciones y su grato recuerdo.
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