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El doctor José María Pagola Lacarra.
1959. El día en el que la ciudad perdió a un santo
LA CALLE DE LA MEMORIA

1959. El día en el que la ciudad perdió a un santo

1959. Médico de pobres de cartera y de alma, su preocupación era el doliente sin reparar en cartillas, seguros ni la hora que marcaba el reloj

JAVIER SADA

Martes, 9 de junio 2009, 09:55

L a Iglesia, sabia y maestra siempre, dictaminará lo que corresponda», escribía el cronista, pero el pueblo ya había hablado: «el doctor José María Pagola era un santo».

Se cumplen ahora los cincuenta años de su fallecimiento «en loor de muchedumbre», publicó José de Arteche, porque desde su consulta de la calle Urbieta no se limitó a ser «un médico de familia, de cabecera que se llamaba, que atendía a las enfermedades del cuerpo sino que su singular forma de aplicar la medicina le inclinaba a preocuparse por el origen moral de aquellos males».

El doctor Pagola «elevaba su título de doctor a la categoría de sacerdocio que, en su misma esencia, es la Medicina». En una época de limitaciones de todo género y penurias mil, el doliente que se acercaba a su consulta sabía que el principal medicamento que recibiría no sería el fijado en una receta sino el de la escucha paciente, la sonrisa cómplice o el abrazo de ánimo que nunca pedía más compensación que la satisfacción producida por el hecho mismo de haberlo practicado. Médico no sujeto a la burocracia ni a los horarios, que se preocupaba por el dolor sin reparar en cartillas, seguros médicos o si estaba de noche o de día.

Muestras de cariño

Lo decía EL DIARIO VASCO y lo dijeron los demás medios informativos locales: «José María Pagola era el médico de los pobres»... de los pobres de cartera y de los pobres del alma. Por eso cuando se conoció la noticia de su fallecimiento, la catedral del Buen Pastor resultó pequeña para dar cabida a los cientos de sus mimados enfermos que quisieron decirle adiós.

Tenía cuarenta y dos años, era padre de seis hijos, pero la Enfermedad con mayúscula a la que durante décadas intentó atacar cuando afectaba a los demás le ganó la batalla en su propia persona. «El doctor enfermo», dijeron los cronistas.

En principio, el doctor Pagola era un médico más, como sin duda lo eran otros muchos que seguían su mismo comportamiento frente al paciente, pero la noticia estuvo cuando de boca a boca o de boca a oído se fue corriendo la voz de que José María Pagola había sido un santo y la prensa se hizo eco de que «ha comenzado el estudio para su posible beatificación».

Lo decía el propio doctor cuando sus horas estaban contadas: «Lo más difícil del Padrenuestro es el 'hágase su voluntad', si aceptas esto, todo lo demás es fácil». El camino ya estaba marcado: «El doctor Pagola tenía sus raíces en el Cielo y ha regresado a sus orígenes».

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