MANUEL ALCANTARA
Miércoles, 24 de junio 2009, 04:42
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El está pasando apuros, después de haberlo pasado muy bien. La investigación de la Fiscalía de Bari sobre la presencia de chicas y cocaína en sus fiestas, una doble polvareda, amenaza seriamente al primer ministro italiano. Resulta que las prostitutas de lujo, también llamadas muchachas de costumbres libres, no eran sólo dos o tres, sino treinta. Dios las cría y ellas se juntan con quien esté dispuesto a pagar el importe sin darle la menor importancia. Claro que no eran todas para Berlusconi, que tiene un gran sentido de la hospitalidad. Además anda de por medio un proxeneta, que además es empresario, llamado Tarantini, del que puede decirse, sólo omitiendo una letra, que no da putada sin hilo.
En contra de lo que creíamos todos, el escándalo no ha muerto en la divina península. Son demasiados millones, demasiadas televisiones y demasiado poder el que acumula el simpático mandatario. Y sobre todo son demasiadas nínfulas. Quizá si se hubiera especializado en la corrupción de mayores, los votantes serían más indulgentes, pero a él le gustan cuando todavía usan calcetines, a condición de que sea esa su única prenda.
Los periódicos italianos que no son de su propiedad hablan del desencanto de sus votantes, pero quizá don Silvio no haya engañado nunca a nadie. No hay que descartar que la admiración se haya mezclado en inadecuadas proporciones con uno de sus ingredientes, que es la envidia. Lo cierto es que los enemigos de tienen una ocasión estupenda para intentar su desalojo. De momento ha sido desguazado su harén portátil. Se confía en que a las bellísimas criaturas que lo formaban no les falte el trabajo.
Contra las vocaciones fuertes, como se sabe, no hay nada que hacer.
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