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ANE URDANGARIN
Domingo, 2 de agosto 2009, 05:11
DV. Marino Lejarreta fue el primero en probarlo. En los campeonatos del mundo de Utsunomiya, en Japón. Tenía el cuello y el hombro doloridos, y el responsable de terapia manual de la selección nacional de ciclismo, Txema Aguirre, se dispuso a aliviarlos probando una técnica de vendaje que acababa de conocer. «Era la primera vez que veía aquellas cintas de colores. Me sorprendió su tacto, tan elástico y suave comparado con los vendajes previos, que no transpiraban, más rígidos y difíciles de llevar en competición o en entrenamiento. Llegué a dudar de que algo tan novedoso pudiera funcionar», reconoce el 'junco de Berriz' en el prólogo de (editorial Biocorp), un libro que han publicado el propio Aguirre y María Achalandabaso. Pero resultó que aquellas tiras de colores que al principio tantos recelos causaron a todos eran efectivas. «Cuando me las colocaron, noté alivio inmediato -confiesa Lejarreta-. Lo más sorprendente fue que al cabo de unos días la venda seguía haciendo efecto, continuaba pegada... ¡y me podía duchar!».
De aquel primer contacto con una técnica bautizada con múltiples nombres - kinesio taping, medical taping concept, kinesiology tape, vendaje neuromuscular...- han pasado casi dos décadas, pero es ahora cuando estas cintas de colores adheridas a distintas partes del cuerpo comienzan a proliferar en la calle. Previamente, han sido en canchas de baloncesto, campos de fútbol o en pistas de tenis por deportistas profesionales. «Por la élite, quizás porque es una venda relativamente cara. Ahora ha bajado el precio, pero al principio un rollo costaba más de 20 euros, y hay vendas normales que valen cinco. Yo decía: 'Esto tiene que funcionar, porque con lo caro que es nadie va a estar comprando cajas de seis rollos...'», cuenta Aguirre recordando los recelos que le provocaron cuando se las ofrecieron mientras visitaba una tienda especializada aquel 1990 en Japón. Habían ido a , a ver qué tenían. «Y resulta que la dependienta no nos hacía más que enseñar las vendas». Al principio, no le hicieron caso. Pero tal fue la insistencia, que acabaron comprando unas. Marino hizo de .
Aguirre, un veterano profesional que atesora un impresionante currículo de 25 Tours, Giros y Vueltas a España, empezó entonces a estudiar y a probar esta técnica «viva», que se presta a múltiples variantes y que aún hoy sigue adaptando y redescubriendo con los pacientes que trata en su consulta de Beasain, bien sean deportistas profesionales o ciudadanos de a pie. De la capacidad innovadora de los expertos que emplean la dan buena cuenta el sinfín de posilidades de aplicación. «Mira, esto es nuevo», explica Aguirre mientras realiza una técnica linfática en el hombro de María Achalandabaso para ilustrar este reportaje.
Ocho técnicas, cinco efectos
Tal es la cantidad de modalidades que admite este tipo de vendaje, que es imposible resumirlas en estas páginas. Aguirre suele refererirse a la teoría del 185: una venda, ocho técnicas y cinco efectos. Y luego está la mano del experto, porque dependiendo, por ejemplo, de la tensión que se le da a la cinta -se puede lograr un estiramiento del 140-160% en sentido longitudinal- el resultado varía. Otro ejemplo de su versatilidad: «Si trabajas desde el origen a la inserción del músculo tonificas, y si lo haces al revés, relajas. La misma venda, cambiándola de colocación, permite efectos distintos».
¿Y vale para todo? «Tengo muchos reparos. No vale para todo, sino para algunas cosas». Lo cierto es que estas vendas de colores que se adhieren como una segunda piel sirven para mucho más que para solucionar esguinces o contracturas. Alivian el dolor de la menstruación, influyen en la apertura del diafragma que ayuda a personas con enfermedad pulmonar obstructiva, sirve para mitigar vértigos, mejorar las rehabilitaciones postquirúgicas, tratar tendinitis rotuliano -«es lo mejor que tenemos en 30 años»- o dolores cervicales, contracturas por sobrecarga, luxaciones de hombro, sobrecargas por fatiga muscular, inflamaciones de codo, contraturas lumbares crónicas, dolor lumbar agudo por hernia discal, pubalgias, tendinitis del aductor mediano, rotura de fibras isquiotibial, inflamación del tendón de aquiles...
María Achalandabaso era también de las escépticas. «Las probé porque me lo dijo Txema, pero lo de estos vendajes no me lo creía». Hasta que comprobó que funcionaba. Cuando como aquel paciente con una tortícolis considerable salió de su consulta de Gros girando el cuello.
También sirve para dolores de cabeza. «Es muy fácil de hacer, tanto que el paciente podría hacerlo en casa. No sabemos muy bien cuál es la mecánica que lleva a conseguir ese efecto, pero lo que sabemos es que funciona», explica Aguirre sobre el método que permite, adhiriendo dos cintas en forma de V invertida en la nuca, mitigar las cefaleas.
Es la primera aplicación práctica que describen en el libro, un manual promovido por el doctor Antxon Gorrotxagi y que ha supervisado el médico Eduardo Escobar, «un gran aficionado a la cultura asiática. Aprovechábamos sus viajes a Japón para que nos trajese las cintas». Porque hace años aquí no había, y por aquel entonces tampoco se podía comprar .
El manual está dirigido a profesionales. Pese a la aparente sencillez de la técnica, no la puede realizar cualquiera. «El que quiera vendar, tiene que formarse. Con ver un vídeo en internet no basta». Aguirre asegura que «no tiene secretos, es una cuestión de habilidad. Pero hay que saber diagnosticar bien, cuándo hace falta ponerla y cuándo no. Si hay un error de diagnóstico, ya puedes poner lo que sea, que aquello no va a funcionar. No porque tengas un rollo en la mano tienes que vendar porque sí. Es una herramienta más que complementa las demás. No es excluyente». De hecho, en algunas lesiones se suele combinar con el vendaje tradicional, aquel que inmoviliza.
Alivio desde el principio
Las técnicas de colocación deben llevarse a cabo siguiendo unos pasos concretos para que sean efectivas y las cintas sienten como un guante. Esta venda, que permite la movilidad y es transpirable, no molesta, «a menos que se ponga mal, y eso se sabe de inmediato. Entonces es incómoda. Desde el principio o estás confortable y notas alivio o no lo vas a tolerar y entonces es mejor quitártela».
Se recomienda tenerla un mínimo de 4 días y a partir de ahí, depende de los cuidados que se le den. Aguirre recomienda secársela con el secador de pelo después de la ducha. Tolera bien el agua dulce, pero con la salada se desprende antes. ¿Y cuál es el tiempo que más ha durado? «Vi un vendaje que aguantó mes y medio». Pero no es lo habitual.
Tampoco lo es la petición que le hizo un paciente joven hace no mucho. «Me pidió que le volviera colocar un vendaje porque el fin de semana había ligado un montón». Lo que no sabemos es qué zona del cuerpo le dolía.
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