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OLATZ ELOSEGI
Domingo, 6 de septiembre 2009, 04:00
DV. Fue a principios del siglo XX cuando el arquitecto y urbanista francés Eugène Hènard proyectó, como solución a los cada vez más numerosos problemas de tráfico que soportaba París, la construcción de unas intersecciones giratorias que sustituyeran los habituales cruces de calles. El objetivo era aliviar la saturación de su vías y disminuir el creciente número de accidentes. Así nacieron las primeras glorietas urbanas. Y es más que evidente que aquel invento tuvo éxito, ya que tardó poco en traspasar las fronteras francesas y propagarse por las carreteras de todo el mundo.
Las nuestras no son una excepción y prácticamente no hay ciudad, pueblo, ni carretera interurbana que no tenga su rotonda (eso no significa que todos los conductores sepan cómo hay que circular por ellas, aunque eso merece capítulo aparte).
No obstante, la aportación de Hénard a nuestro paisaje urbano no quedó ahí. Ya que, además de servir para aliviar el tráfico, evitar accidentes etc. las glorietas cumplen también otra función, a veces hasta más efectiva: la decorativa. Fuentes, ornamentación floral de los más variada, esculturas y monumentos conmemorativos adornan muchas de estas intersecciones, convirtiéndose en una suerte de escaparate donde paisajistas y demás decoradores urbanos han encontrado un filón.
En los últimos tiempos, municipios y comarcas parecen rivalizar en belleza y originalidad a la hora de dotar a sus rotondas de una personalidad propia. En Gipuzkoa hay muchos ejemplos, pero es particularmente llamativo el caso del Goierri, donde en pocos años han proliferado todo tipo de adornos. Prácticamente no hay rotonda que no tenga una decoración especial con la que cada municipio quiere mostrar lo mejor de su género. Como ese objeto de decoración que colocamos en el recibidor de nuestra casa para que sea lo primero que sorprenda a las visitas.
El ejemplo más curioso es quizá la rotonda que da la bienvenida en Beasain a los vehículos que proceden de la N-1 o desde la carretera de Lazkao (GI-2120). En ella luce desde hace meses una pequeña locomotora -la Maite II como era conocida en CAF-, un elemento íntimamente ligado a la villa y símbolo de su principal actividad económica. Se trata de una locomotora de maniobras que fue utilizada en la empresa ferroviaria para conducir los nuevos trenes a la vías e incluso trasladó desde la estación hasta la fábrica a los miembros del Consejo de Administración que acudían a las juntas anuales. Hace muchos años ya que dejó de ejercer esa función en CAF, lo que la relegó al rincón del olvido, pero con motivo de la construcción de la rotonda se restauró y ahora se erige lustrosa. Junto a la Maite II se han colocado varias losas de pizarra extraídas de la cantera del barrio beasaindarra de Arriaran.
No hay que ir muy lejos para toparse con otra curiosa rotonda. Simplemente dirigirse hacia Lazkao donde una gran glorieta sustituyó el peligroso cruce del barrio de Senpere. Su construcción trajo consigo el derribo del caserío Beltranasagasti, bien conocido por los vecinos de la zona ya que durante décadas funcionó como sidrería. Y precisamente para que aquella actividad no quedara reducida a mero recuerdo de sus clientes, el 'tolare' en el que se elaboraba la sidra y las enormes barricas que la albergaban, adornan ahora la rotonda.
También la que se construyó a la entrada de Segura ofrece un guiño para el recuerdo, ya que alberga en su parte central una rueda de molino. Según explican desde el Ayuntamiento, pertenece al caserío Madalena ubicado en la zona, donde cumplió su función durante muchos años. Fue precisamente el dueño del caserío quien quiso ceder esta pieza para que adornara la rotonda y volver a dotarla de utilidad.
Pasado minero
Pero si hay un municipio en el Goierri maestro en poner en valor su historia ése es Zerain, que ha sabido convertir su pasado en futuro, recuperando su patrimonio para convertirlo en recurso turístico. Por eso, era más que evidente que no iban a desaprovechar la oportunidad que ofrece una rotonda nueva para hacer alarde de su identidad. En la que da acceso a la carretera de Mutiloa, construida en 2007, puede verse una vagoneta que simula entrar en una galería minera, muestra de la estrecha relación del municipio con la explotación de las minas. La vagoneta contiene en su interior carbonato de hierro obtenido precisamente de las minas de Aizpea. La vagoneta es auténtica, recuperada cuando las minas se cerraron a mediados del pasado siglo. Además, se han plantado flora perteneciente a la Montaña del Hierro, como por ejemplo tejo.
En Olaberria, se han construido también recientemente dos rotondas en el barrio de Ihurre, muy cerca la una de la otra, y para las dos han ideado desde el Ayuntamiento un original adorno. La primera, al iniciar la subida al núcleo urbano, llama la atención porque muestra unos bloques de hormigón pintados de vistosos colores: amarillo, verde, rojo. A simple vista, sobre todo al rodearlos con el coche, es difícil reconocer qué es lo que se pretende mostrar con ellos, pero nos aseguran que si pudiéramos mirarlos desde arriba veríamos claramente dibujado el escudo de la villa que muestra, entre otros, un campo de oro y un árbol. La escultura ha sido realizada por Construcciones Murgil.
Un poco más arriba, en la subida a Olaberria, preside la rotonda un gran monumento de acero en el que se puede leer sobre cuatro arcos, la frase «Olaberria Goierriko balkoia», una denominación que el municipio ha hecho suyo como reclamo turístico. No en vano, Olaberria ofrece vistas a bellos parajes como Aralar y Aizkorri. Se trata de una escultura de 47 toneladas que consta de seis partes, dos de ellas sustentan las citadas palabras y los arcos, otras dos partes recrean la figura del Txindoki y las otras dos son piezas de unión. La escultura, realizada por la empresa siderúrgica Olan SA de Araia, tiene forma de 'S' y ocupa la rotonda en su totalidad.
Técnicas prehistóricas
Pero no sería justo hablar de la singularidad de las rotondas goierritarras sin citar la que está situada a la entrada de Zaldibia, ya que su decoración fue consecuencia de la implicación de muchos de los vecinos. Aunque la idea de realizar algo original con la primera glorieta del pueblo surgió desde el Ayuntamiento, fue el dibujante donostiarra Manolo Otaño quien dio forma a aquella propuesta, a través de un boceto que reproducía el dolmen de Jentillarri, quizá la estructura megalítica más espectacular del Aralar guipuzcoano. La idea gustó, tanto, que entre 40 y 50 vecinos quisieron implicarse en el proyecto y participar en la colocación de la piedras, traídas desde Altzo y el río Arkaka, utilizando para ello técnicas prehistóricas: una rampa realizada con troncos de madera, untada con aceite, varias cuerdas y fuerza bruta. Y todo ello en medio de una fiesta, con actuación de bertsolaris incluida. Desde entonces, este monumento megalítico da la bienvenida a los visitantes a Zaldibia.
Imaginación, por lo tanto, no falta en el Goierri a la hora de adornar las rotondas. Y hará falta más, porque la construcción de estos particulares cruces no se detiene...
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