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NEREA AZURMENDI , GETARIA
Sábado, 11 de junio 2011, 12:29
Después de los flashes, los posados, los famosos, los trajes de firma y toda la parafernalia que rodeó el pasado martes a la inauguración oficial, Cristóbal Balenciaga Museoa se vistió ayer de diario y, con la apertura al público de sus instalaciones, comenzó a dar los primeros pasos del resto de su vida. En adelante, y pese a a seguir contando con la financiación pública que, a través de su presencia en el Patronato de la Fundación Balenciaga, ya han comprometido el Ministerio de Cultura, el Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Gipuzkoa, el museo tendrá que aprender a sostenerse por sus propios medios, sin que valgan las apelaciones a un pasado complicado ni se puedn descargar responsabilidades en terceros.
Y, tras la excelente acogida que le dispensaron el jueves los getariarras, las cifras del primer día de apertura al público fueron más que satisfactorias: ayer, un viernes gris y lluvioso que no invitaba precisamente al turismo, más de 300 personas pasaron por la taquilla del museo Balenciaga. Lo hicieron de manera escalonada a lo largo de toda la jornada, sin agobios, observando tanto el edificio y sus particularidades como las salas que acogen la colección permanente y sus contenidos.
Por expreso deseo de los responsables del museo, el honor de convertirse en el primer visitante de Cristóbal Balenciaga Museoa recayó el jueves en el primer getariarra que cruzó sus puertas, por lo que la persona que inauguró ayer la etapa de pago del museo tenía ya el contador en torno al número 750, establecido en función de los vecinos de Getaria que, después de los invitados del día de la inauguración oficial, disfrutaron del museo dedicado a su convecino.
Ayer, desde el primer momento, todo transcurría con absoluta normalidad, como si el museo llevara tiempo en marcha. La gente llegaba, pasaba por taquilla, pagaba la correspondiente entrada, recogía la guía y, en su caso, la audioguía (muy recomendable) y comenzaba el recorrido por la sala, integrada en el antiguo palacete Aldamar, aunque por su estética parezca pertenecer al edificio de nueva planta inicialmente concebido por el arquitecto Julián Argilagos y revisado y reacondicionado por Virginia Garriga y Toño Forraster, de AV62 arquitectos.
Sobre un fondo intensamente rosa, de un rosa presente en muchas prendas de Balenciaga, que aporta también el toque de color a los uniformes rigurosamente negros del personal, una línea del tiempo sitúa al visitante ante los hitos esenciales de la vida y la obra de Balenciaga. Después de eso puede contemplar, en la espaciosa sala de proyección adjunta, un video que contribuye a familiarizarse con la obra del maestro getariarra.
En visitas guiadas en grupos reducidos, porque el Balenciaga no es un museo que se pueda recorrer en tropel los guías no solo centran su atención en los trajes, sino que extienden sus explicaciones a todo tipo de detalles relacionados con las piezas y su conservación que ayudan al visitante a entender por qué las vitrinas son como son y por qué los trajes deben verse en determinadas condiciones de iluminación. Y, aunque los guías no lo digan, no está de más recordar que cosas que en esos museos museos/parque de atracciones que tan en boga están en nuestros días puede resultar hasta comprensible voces, carreras, muestras de entusiasmo sin límite de decibelios..., resultan especialmente irritantes en las salas del Balenciaga. Tal vez sea el influjo póstumo del estilo del modisto-creador o la influencia de sus obras, pero el de Getaria es un museo que induce al silencio y la discreción, y que se disfruta mucho mejor en esas condiciones.
Ir poco a poco
Aunque unos pocos pero muy enérgicos golpes de color rompen el negro que lo domina todo, la sencillez y la limpieza que reina en las salas sigue imperando en los servicios del museo. En las proximidades de la tienda un gran mostrador completamente desnudo unas sencillas muestras indican cuáles son los recuerdos a la venta. Otro tanto sucede en la cafetería, donde a fuerza de evitar elementos superfluos han eliminado incluso la carta y la lista de precios. El espacio polivalente el tramo central del gran espacio sin barreras y sin límites que es el gran hall del edificio; el edificio dedicado a la formación y el auditorio también están terminados, pero de momento no hay en ellos mucha actividad.
La gerente de Cristóbal Balenciaga Museoa, Sara Pagola, adelanta que «dentro de muy poco tendremos ya aprobado en plan de actividades de los próximos meses». Pensado está, propuesto también, pero al museo le falta una pieza para que el organigrama esté completo: el director/a general cuyo proceso de selección está en marcha y que, seguramente, ya esté a los mandos para finales de mes. Entonces «se establecerá el plan museológico definitivo, aunque sus bases ya están puestas».
Sara Pagola, a la que al igual que a Miren Arzalluz y al resto del equipo se le nota tanto el cansancio de los últimos días como la satisfacción de ver el centro ya en marcha, adelanta que, aunque para el curso próximo todavía no estará funcionando a pleno rendimiento el centro de formación previsto, las actividades didácticas, especialmente las dirigidas a los niños, serán de las primeras en incorporarse al programa. Sin olvidar, por supuesto, las relacionadas con el ocio, de las que ya habrá algunas muestras en los próximos meses de verano.
Para Sara Pagola, en cualquier caso, lo importante es «ir poco a poco, dejar que las cosas se vayan posando, consolidando, que todo empiece a rodar sin prisas y sin presiones... Tenemos que intentar hacer las cosas como las hacía Balenciaga». Y, por supuesto, trabajar por atraer visitantes representativos «de todos nuestros públicos objetivos» y por «colocar el museo en el programa de quienes visitan tanto San Sebastián como Bilbao». En cuanto a los visitantes de San Sebastián, de Zarautz, de Hondarribia, de Barcelona, de Zaragoza... el veredicto era unánime. Sólo variaba la intensidad, que oscilana entre el «impresionante» y el «está bien», con claro predominio del «muy bonito».
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