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Naroa Fernández
Domingo, 21 de julio 2024, 02:00
El Alarde del Moro es mucho más que una simple recreación histórica. Para los vecinos de Antzuola, representa el punto culminante de las fiestas y una oportunidad para sentirse orgullosos de pertenecer a esta pequeña localidad guipuzcoana. No solo es un recordatorio de un evento ... histórico, sino también una celebración vibrante de la identidad y de su patrimonio cultural.
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Volvieron a rememorar el rito, documentado desde finales de siglo XIX, de los antzuolarras junto al rey navarro Sancho I Garcés en la batalla de Valdejunquera -entre la localidades de Salinas de Oro y Muez-, que les enfrentó a las tropas del caudillo del califato de Córdoba, Abderramán III, el 26 de julio del año 920.
Es el argumento que permitió, durante 143 años, mantener viva la tradición de las revistas de armas del régimen foral guipuzcoano, al estilo de Irun, Hondarribia, Tolosa o Elorrio. Prohibidas tras la derogación del fuero en 1876, para 1881, escudados en la batalla navarra, recuperaron la marcha militar.
El de ayer, un Alarde renovado con criterios escenográficos del siglo XXI. Gana cada año en repercusión tras los retoques aplicados desde 2009 por el trabajo conjunto de investigación de Eusko Ikaskuntza y Mairuaren Alardea Biziberritzeko Taldea. Dignificaron la figura del caudillo apresado, y potenciaron música, danzas y atrezzo.
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La comitiva, tal y como estaba previsto, salió de la Plaza a las 19.00 horas y recorrió las calles con la 'Marcha de Fusileros' de los txistularis y tamborreros de fondo junto a las melodías de la 'Marcha Mora'. La música se unió a las voces del coro que interpretaron los tradicionales versos de Iparraguirre y, junto a los dantzaris, se sumaron a esta recreación, marcada por el estruendo de fusiles y cañones.
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El mando pasó revista a fusileros y gastadores. El Moro y el General, representaron aquel momento histórico, arropados por las diferentes compañías. A continuación el relato de lo acontecido en el siglo X, y la descripción de la bandera y escudo local por parte del general, Lander Rodríguez. Quien recordó a los presentes los hechos de la batalla y narró la historia de la conquista de la bandera del califato.
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En ese momento hizo su aparición Abderramán III, encarnado por Zishan Tariq, vestido de blanco y con turbante sobre un caballo negro.
Llegó el momento de la capitulación en la que, sin arrodillamientos, ni humillaciones, el califa prometió en árabe y en euskera, no someter nunca más al pueblo de Antzuola. El general prometió no agredir al suyo.
Tras el pacto, la salva de fusiles, junto con los dos cañonazos, con susto para el numeroso público, sellaron el acuerdo. La despedida conjunta desde el pórtico del Ayuntamiento.
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