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«El helado que yo hago es el que a mí me gusta, con mucho cuerpo»
Aretxabaleta

«El helado que yo hago es el que a mí me gusta, con mucho cuerpo»

Josu Uribarren. Los helados de este artesano son un clásico en Aretxabaleta. ¿El secreto de su éxito? «Buen género y mucha atención, no hay más», dice.

Iker Murillo

Aretxabaleta

Martes, 20 de agosto 2024

En el caluroso mes de agosto, los heladeros se convierten en figuras esenciales en cada pueblo. Con sus manos expertas y dedicación, crean helados que no solo refrescan, sino que también traen alegría a quienes los disfrutan. En Aretxabaleta, Josu Uribarren es más que un simple vendedor de helados; es un artesano que combina tradición y sabor en cada bola que sirve. A lo largo del verano, sus helados se convierten en un alivio bienvenido y un punto de encuentro para vecinos y visitantes.

«Siempre he preferido optar por sabores tradicionales y bien conocidos por los vecinos», explia en su obrador mientras prepara una nueva remesa de sabores: «A los atxabaltarras siempre he querido ofrecerles algo que les haga sentir en casa. Aquí, los helados de queso y tarta San Marcos son los más solicitados. El helado de queso es un clásico que nunca pasa de moda, y el de tarta San Marcos es un favorito que siempre arranca sonrisas. Para mí, es un honor y un placer seguir preparando estos sabores año tras año, viendo cómo los disfrutan tanto los más pequeños como los más mayores».

«Aunque trato día tras día de ir variando la oferta –añade– nunca me paso de innovador. Siempre trato de acercarme a los gustos de la gente. Es importante mantener un equilibrio: ofrecer algo nuevo de vez en cuando, pero sin alejarme demasiado de lo que la gente espera y disfruta», comenta mientras los clientes siguen acercándose hasta el mostrador de la heladería.

Cariño y atención

«El helado que yo hago es el helado que a mí me gusta», confiesa con una sonrisa. «El tipo de helado que elaboro tiene mucho cuerpo, siempre dentro de unos parámetros de materia grasa y dulzor. Algunos sabores como el yogur o la vainilla hay que tenerlos siempre, ya que son los preferidos de muchos. Otros, como el de tarta de hojaldre, los vamos moviendo de la oferta según veamos el interés de la gente».

«Es imposible pedir un helado triste. Por eso es muy agradecido este trabajo. La gente entra con una sonrisa»

«No hay secreto para hacer un buen helado: buen género, poner mucha atención al proceso y poco más», explica con humildad. «Es un trabajo de amor y dedicación. Usar ingredientes de calidad y ser meticuloso en cada etapa de la preparación es lo que marca la diferencia y es lo que siempre nos ha caracterizado aquí», añade Uribarren.

Sonrisas a diario

Yolanda Fernandez es quien se encarga de servir estas maravillas heladas a los vecinos que día a día se acercan hasta su mostrador aunque confiesa que las peticiones no siempre se limitan al clásico cucurucho: «Vendemos mucho en tarrinas enteras para que la familia pueda servirse a gusto en casa. Los más mayores aprovechan para venir a primera hora y siempre se van con una sonrisa. Este trabajo me encanta y además es muy agradecido ya que es imposible pedir un helado triste. Uno puede tener un mal día y tomar un café igualmente pero es imposible entrar triste a una heladeria».

La heladería local nutre de sabores tanto a los vecinos que día a día se pasan por el mostrador de Yolanda como a aquellos que ya se han enamorado de sus helados más allá de Aretxabaleta: «Nuestros helados son muy conocidos», comenta, «la gente viene de todas partes del valle y los hay que se acercan desde Vitoria e incluso desde zonas como Eibar. En Antzuola siempre han gozado de mucho éxito y nos suelen pedir cada año que preparemos helados para la comida popular de fiestas que celebran entre todos los vecinos».

Durante la entrevista, una de las vecinas se acerca a pedir unabandeja entera de chocolate y confiesa que se la llevará de vacaciones en una nevera: «Todos los años antes de irnos de vacaciones pedimos una para llevárnosla en una nevera. La intención es poder disfrutar de ella estos días pero normalmente no llega a su destino porque nos la comemos por el camino», confiesa con una sonrisa.

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