Secciones
Servicios
Destacamos
KEPA OLIDEN
Sábado, 9 de febrero 2019, 01:24
La víspera de la llegada de Franco a Mondragón el 20 de junio de 1949, invitado al palacio de Monterrón, la policía detenía cautelarmente a los izquierdistas y sindicalistas más notorios. Franco «vino en un coche, con su guardia de boina caqui con borla roja. ... Dos mujeres falangistas profirieron algunos ¡Viva Franco!. No se le aplaudió. En Arrasate no le gustó la visita a nadie. Perduraba el sufrimiento, así como la memoria».
El bedoñarra José Uribesalgo, hijo de padre fusilado por el régimen que encarnaba aquel general, rememora el episodio en el libro 'Hacia una memoria compartida. Arrasate 1936-1956. Guerra, Resistencia y Franquismo'. Este volumen, que se presentará el próximo miércoles 13 en Kulturate (18.00), es la precuela del libro 'Hacia una memoria compartida. Arrasate 1956-2018', presentado el 20 de diciembre.
La Mesa de Memoria y Convivencia del ayuntamiento encargó ambos trabajos -el primero a Intxorta 1937 y el segundo a Argituz- para contribuir a poner las bases de verdad, justicia y reparación para todas las víctimas, así como a visibilizar todas las realidades de sufrimiento en el, o vinculadas al, municipio.
José Uribesalgo, fallecido en Angelu (Lapurdi) en 2012, es uno de los 61 hombres y 43 mujeres arrasatearras cuyos testimonios nutren el libro que firman Miren Altuna Recio y Juan Ramón Garai Bengoa. Estos autores han completado un monumental 'mapa del sufrimiento' de casi 400 páginas que abarca desde los prolegómenos de la Guerra Civil (1936-1939)-dictadura de Primo de Rivera y II República- hasta el 'final' del ciclo más sanguinario de la represión de posguerra en 1956. Para ello han contado con las entrevistas grabadas tiempo atrás a 106 arrasatearras testigos directos de aquellos hechos y han consultado numerosas fuentes documentales y archivos.
La guerra de 1936 y la subsiguiente represión franquista dejaron en Arrasate una indeleble huella de sufrimiento con 50 personas asesinadas y/o desaparecidas, más de 100 condenadas a años de cárcel en juicios farsa sin ninguna garantía, y más de 200 encarcelados y penados en batallones de trabajadores.
Pero ninguno de estos crímenes se juzgaría en la Causa General instruida por el franquismo en 1941. Allí aflorarían otros asesinatos, los atribuidos a los 'rojos', como los que tuvieron por víctimas a «Lucio de La Cruz, de 24 años y Lino Mardaraz Elustondo, de 27 años, tradicionalistas. Fueron conducidos de la cárcel de esta villa al alto de Campazar donde fueron asesinados».
La generación que perdió la guerra y no tomó el camino del exilio regresó a casa para continuar, en el caso de algunos izquierdistas y nacionalistas, con la lucha contra la dictadura franquista desde la clandestinidad. El libro de Altuna y Garaia dedica un apartado a estos resistentes sobre los que pesaba la tacha de 'desafectos'.
En 1945 apareció una pintada en el frontón municipal de Zaldibar que decía «¡Viva la República!», con letras de un metro de altura. Según el testimonio de José María Arriarán: «Al día siguiente la tuvieron que emborronar. Pero a los pocos días y con las primeras lluvias volvió a reaparecer la inscripción, puesto que el agua había lavado la pintura que habían empleado».
Durante los años 1944 y 1945, Debagoiena fue zona de paso de guerrilleros del Maquis. Dos que habían escapado de un tiroteo en Valcarlos llegaron hasta el caserío Altuna, encima de Epele, y al ver a un hombre trabajando en el huerto se acercaron a pedir ayuda. Uno era asturiano y el otro vizcaíno. El paisano les acompañó por el monte hasta Durango» cuenta Arriaran. Aquel mismo año la Guardia Civil mató a dos maquis en Urbia.
El 11 de abril de 1947 Mondragón amaneció con una enorme bandera republicana ondeando a 25 metros de altura sobre un poste en los jardines de Viteri, al lado del actual jardincito junto al hotel. «Resultó apoteósico puesto que ondeó durante horas hasta las dos y media de la tarde y delante de ella desfilaron todos los antifranquistas, no solo de la localidad, sino de todos los pueblos de los alrededores. El caso no era para menos, pues estaba colocada en el centro del pueblo a la vista de todos, y no se atrevieron a quitarla por la altura» escribió Euzkadi Roja.
«Al carlista Ricardo Zabaleta 'Cañardo', que finalmente subió al poste y tiró la bandera al suelo, le dieron como premio una pistola en el cuartel» dejó dicho Josu Otaduy.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.