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Pernada sin derecho del Señor de Aramaio

Arrasate

Pernada sin derecho del Señor de Aramaio

Tropelías. Juan Alonso de Muxika es citado por el historiador Iñaki Bazán como arquetipo de señor feudal que se creía con derecho de pernada sobre sus vasallas

Kepa Oliden

Sábado, 18 de enero 2025, 20:53

Probablemente no fue ni peor ni más bruto que su padre, pero Juan Alonso de Muxica ha quedado para la posteridad como el arquetipo de señor feudal perpetrador de incontables tropelías, sobre todo a mujeres. El castillo de Barajuen desde el que ejercía su dominio sobre el Valle de Aramaio fue escenario de los abusos y crímenes de este 'jaun' de Torrealde que vivió en la segunda mitad del siglo XV.

Los desafueros y atropellos que cometió Juan Alonso de Muxica han pasado a la posteridad por ser el primer Señor de Aramaio al que sus vasallos llevaron a los tribunales.

El historiador Iñaki Bazán citaba a este poderoso señor feudal como el 'ejemplo alavés' en un artículo titulado '¿Se practicó en Álava el derecho de pernada?' publicado en el boletín digital Euskonews de Eusko Ikaskun-tza.

Si un padre o un esposo se oponía a los deseos del Señor, podía acabar colgado y su cuerpo expuesto públicamente

Por derecho de pernada se entiende, explica el autor, del uso por parte del señor de su supuesto derecho a gozar de la recién casada la noche de bodas (iur primae noctis).

Los académicos aún discuten hasta qué punto durante la Edad Media «existió realmente un derecho escrito o consuetudinario (de costumbre) que fuera la expresión de una práctica reconocida por la ley a determinados miembros de la comunidad y en consecuencia asumida y aceptada como legalmente inevitable por los individuos; o por el contrario, hasta qué punto estamos más ante un abuso, un exceso del poder del señor sobre sus vasallos».

Y el autor clasifica a Juan Alonso de Muxica los perpetradores de los «malos usos señoriales que arrogándose la potestad jurisdiccional sobre los bienes y personas de sus vasallos tomaban a las mujeres para satisfacer sus apetitos sexuales al margen de todo contexto marital».

Juan Alonso de Muxica, detalla Bazán, tenía la potestad de nombrar alcaldes (jueces de primera instancia en materia civil y criminal) y merinos (encargados de ejecutar las disposiciones del señor y sus alcaldes); de recibir de los vecinos del valle posada, que incluía comida y cama para él y su séquito; de cobrar tributos y rentas por las casas y seles bien en especie, animales, grano y quesos, bien en metálico; de prohibir la pesca en los ríos y edificar molinos y ferrerías... «y de inmiscuirse en los testamentos y los casamientos de sus vasallos, al punto de no poder hacerlo libremente».

Junto a todos estos derechos, prerrogativas y privilegios y de otras usurpaciones e incautaciones tomadas vía armas, figuraba, dice el historiador, la de «exigir las mujeres que quiso para satisfacer sus pulsiones sexuales».

Iñaki Bazán recopila en su artículos casos que fueron denunciados en 1488 ante los tribunales reales por los vecinos del valle, «hartos de padecer tantas injusticias».

Juan de Arriola se querelló contra Juan Alonso porque se llevó a su mujer en contra de su voluntad cuando contaba con 18 años siendo «virgen y estando con él desposada por palabras de presente e durmiera con ella por fuerza y rompiera su virginidad e la tuviera contra su voluntad por su manceba [amante]».

Marina de Azcoaga se querelló contra Juan Alonso porque la «tomara e llevara por fuerza [...] e la hiciera llevar a la su fortaleza de Barajuen e durmiera con ella por fuerza e contra su voluntad e la conociera carnalmente».

Juan de Vergara se querelló contra Juan Alonso porque le «prendiera y tomara por fuerza a María Gavón, su mujer, estando con él casada y que la tuviera por fuerza cuatro años por manceba, durmiendo con ella todas las veces que quería e conociéndola carnalmente».

Teresa de Hormaetxe se querelló contra Juan Alonso porque la «hiciera llevar a la su fortaleza de Barajuen e por fuerza e contra su voluntad durmiera con ella siendo niña virgen de edad de hasta once años poco más o menos e la desflorara e rompiera su virginidad y la conociera carnalmente».

Bazán señala que, según algunos detractores de Juan Alonso, como su enemigo capital Pedro de Abendaño, sus acciones en este sentido incluían una nómina de más de 150 doncellas y mujeres. «Sin tomarnos las cifras al pie de la letra, por provenir de quien provienen, con que hubiera abusado de su poder en los casos mencionados, ya basta y sobra para ponernos los pelos de punta» sostiene el investigador.

Además, Iñaki Bazán recalca que «cuando algún padre o esposo se oponía a sus deseos lo encerraba en su torre de Barajuen o simplemente optaba por colgarlos. Los cuerpos sin vida quedaban expuestos públicamente para que la gente asumiera hasta dónde les podía llevar el oponerse a sus deseos».

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