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En la novela de Pío Baroja, 'El cura de Monleón', el personaje de Javier Olaran recorre una Vitoria señorial y muy religiosa. Entre sus páginas, hay una escena en la que el protagonista se interesa por los Tebeos. No se refiere a ningún tipo de cómic, sino a unas reliquias que se encontraban en la zona. ¿Qué son? «Son unas calaveras con una especie de tela y alrededor un círculo como suelen tener los santos. Vamos a ver esos Tebeos», le resume otro personaje.
Con la cita de ese fragmento precisamente, y la misma invitación, el Bellas Artes de Álava inaugura la muestra de un conjunto relicario que se encontraba en la Iglesia de San Juan Evangelista de Martioda compuesto por 17 cráneos y diversos fragmentos de huesos humanos de la Legión tebana (o de los Tebeos) y de las Vírgenes de Santa Úrsula. «No hay duda de que cualquiera que se encuentre ante un resto humano convertido en una reliquia sentirá esa especial conexión entre lo tangible y lo sobrenatural», destacó la diputada Ana del Val en la presentación de este «tesoro» que luce hasta enero en la pinacoteca gracias al trabajo realizado por parte del servicio foral de restauración en los últimos seis años, ya que su estado de conservación era «lamentable».
Desde las instituciones confían en que esta muestra, que permanecerá hasta enero en el museo, se convierta en un atractivo turístico, ya que es la colección más numerosa de este tipo que se conoce en el País Vasco. «Redundará en muchas visitas a menudo que se recupere la normalidad», confía la diputada. Esos huesos humanos «sacralizados» se revestían y adornaban de diferentes materiales, desde telas bordadas en plata hasta flores de seda. Aunque tan solo se han analizado por el momento algunos huesos a través de la técnica de datación por radiocarbono, las pruebas determinan que son del siglo III. Por su parte, la decoración por la que se ha optado en la pinacoteca del paseo Fray Francisco de Vitoria sigue el estilo de los adornos que se realizaban en la primera mitad del siglo XVII con «ricas telas de vivos colores».
El gran número de materiales empleados y la complejidad de la reparación ha supuesto un reto para el servicio de restauración al mismo tiempo que un «esfuerzo apasionante», comenta Aransay. Fue en una visita institucional para visitar la torre de Martioda en 2015 cuando entraron a la Iglesia de San Juan Evangelista. «Era un patrimonio al que no se le había prestado atención al estar en una iglesia desacralizada y cerrada». La sorpresa inicial al descubrir esos cráneos -que nos lleva a pensar en una de esas escenas en las que un explorador descubre un tesoro- precedió al estudio para que luzcan con una mirada centrada en su valor como «patrimonio artístico».
Estos restos tenían un «valor devocional y eran también un símbolo de poder, ya que estaban ligadas a la nobleza y a la iglesia», cuenta Aransay. La investigación acerca del origen de estos relicarios se mantiene abierta sobre todo desde el punto de vista histórico. Una de esas incógnitas por despejar es saber cómo llegaron a la iglesia de Martioda y a quiénes pertencen esos huesos. La investigación documental confirma que este conjunto fue propiedad de los Hurtado de Mendoza, un linaje dedicado a la diplomacia internacional en la corte de los Austrias. «Parte de la familia prestó servicio y vivió en Bruselas a mediados del siglo XVII y quizás, a su vuelta a Martioda, trajeron consigo estos objetos de procedencia claramente flamenca», resalta el texto que acompaña la muestra que todavía mantiene un punto bajo el signo de interrogación.
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