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«¿Tenemos derecho a la división de recursos que existe actualmente en el mundo? ¿Tengo derecho a vivir dónde vivo? ¿A comer cuando otros no comen?». Aunque en un primer vistazo parecen pinturas naif, las obras de Txaro Arrazola ( Vitoria, 1963) están cargadas de denuncia. ... De hecho, esas fueron algunas de las preguntas que lanzó la artista en la presentación de 'Una magnífica explotación', la exposición que puede verse hasta el 13 de marzo en la Sala A1 del museo Artium y reúne diferentes «paisajes sociales» (favelas, campamentos de refugiados o escenarios tras una catástrofe natural) que cuestionan cómo la mano del hombre contribuye al desastre y a unas diferencias abismales entre los modos de vida dependiendo de la latitud.
Comisariada por Xabier Arakistain, la selección de casi una veintena de trabajos de los últimos 30 años tiene un nexo. «El común denominador se asienta en una preocupación central, una reflexión permanente sobre el término explotación: de clase, de raza y de género», señaló Arakistain, que reivindicó a la artista alavesa como una de las más brillantes de su generación. Además, recalcó su trabajo como activista preocupada por la «igualdad efectiva» en iniciativas como la Plataforma A o la asociación MAV (Mujeres en las Artes Visuales). «Es bastante conocida para algunos y una gran desconocida para otros muchos», señaló Beatriz Herráez, directora del centro de arte contemporáneo que se ha convertido en una referencia en la programación paritaria y se adentra ahora en la obra de otra artista vasca tras las exposiciones de Elena Mendizabal, June Crespo o Juncal Ballestín.
En los paisajes de pobreza extrema de Arrazola, profesora de la Facultad de Bellas Artes (UPV-EHU), hay poco color. «Son pinturas sombrías o directamente negras que describen un mundo infeliz». Tampoco tienen ni un acabado realista ni preciosista. En la reunión de pinturas se puede establecer como punto de partida un dibujo de 'Bushwick' (1995), en el que se ve una antigua fábrica del barrio de Nueva York. Allí residió durante tres años a mediados de los noventa. Más tarde, Arrazola ha seguido realizando una serie de pinturas nebulosas tomando como base las fotografías que aparecían en prensa y revistas acerca de los campamentos de refugiado en Grecia ('Campamento 11') o los poblados de chabola en India ('India 1', 'India 3'). A pesar de que esos títulos dan pista de las tragedias que tratan esos acrílicos sobre tela, su intención es ir más allá de unas coordenadas geográficas. «No me interesa que se vea y se identifique exactamente un lugar, sino mostrar que son situaciones que se repiten en cualquier momento».
Al mismo tiempo, la creadora vitoriana reconoce que cuando se pone manos a la obra siente una «urgencia expresiva que tiene que ver con el arte que sale de lo visceral y de las entrañas». Para Arrazola, firmar esta muestra en el Artium es especial, «es como estar en casa», ya que trabajó en el servicio de educación del centro, además de ser visitante habitual. Las obras no están enmarcadas para incidir en ese concepto de «pintura expandida».
En esos paisajes laten algunas preocupaciones políticas de una artista que considera que forma parte de una generación que se formó en las «ruinas del arte». «España estaba de subidón en los ochenta, pero había un arte relacionado con el mercado y una necesidad de producir como churros. Eso suplanta la parte más noble del arte que es cambiar el mundo y es lo que yo pretendo con cada cosa que hago», cuenta Arrazola, más proclive a la reflexión que a la inmediatez, al mismo tiempo que lamenta que las zonas de catástrofe y de extrema vulnerabilidad de las que hablan sus trazos siguen siendo tan familiares como hace 30 años.
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