Los primeros patrulleros en alcanzar esa calle de Adurza, en la tarde del pasado martes, le vieron sentado a pie de acera, comiendo «unos donettes y con las manos chamuscadas». Una espesa humareda salía de una ventana del edificio de al lado. Del tercer piso. ... Dialogante de inicio con los uniformados, cambió de improviso su actitud hasta enfrentarse a ellos, por lo que tuvo que ser reducido.
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Lo que sorprendió a los agentes desplazados fue el detonante de su actitud agresiva y la causa del fuego en la casa, que no se propagó gracias a «una gran fuga de agua de un radiador», informaron los bomberos sobre este incidente. El hombre contó que realizaba «un ritual con ayahuasca» –una planta con efectos alucinógenos– que acabó fatal.
En un momento dado «prendió fuego a las cortinas de una habitación», deslizan fuentes internas de la comisaría de Aguirrelanda. Las llamas causaron una enorme humareda y este residente, y se supone que algún acompañante, optaron por bajarse a la calle. Por las heridas de sus manos, probablemente trató de sofocar las llamas, pero sin ningún éxito.
El informe oficial de los bomberos desgrana que, a las 16.33 horas del martes, se produjo «un conato de incendio en vivienda con afección a cortinas y más elementos de plástico. El calor afecta a un radiador cercano que genera una gran fuga de agua, la cual ha apagado el incendio. A nuestra llegada revisamos el fuego, instalación eléctrica y recogemos agua». Volvieron a su base a las 18.05 horas.
Debido a su agitado estado anímico, este vecino acabó ingresado en la Unidad de Psiquiatría del hospital Santiago. Las investigaciones policiales en el bloque de Adurza revelaron que se trata de una persona «con desequilibrio mental y que provoca incidentes cuando deja de tomar su medicación».
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La ayahuasca supuestamente consumida por este hombre es una planta, concretamente una liana, que crece en selvas sudamericanas. Allí la preparan como «brebaje de efectos alucinógenos con fines curativos». En los últimos tiempos ha cruzado el Atlántico y se consume en círculos muy reducidos, como vehículo para supuestas experiencias extrasensoriales conducidas por chamanes o guías espirituales.
Aunque parezca mentira no es la primera ocasión en que la Guardia urbana abre ficha por un episodio relacionado con la santería. Hace ahora un lustro, este Cuerpo investigó la aparición, camino de Eskibel, de un altar con «una gallina muerta, velas, diversas frutas y botellas que apuntaban a una ceremonia religiosa». No se pudo determinar quién anduvo detrás de este hallazgo.
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Más reciente en el tiempo, los miñones y guardas forestales también han detectado altares similares en los alrededores del pantano de Ullibarri-Gamboa.
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