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«Entraron a las 3.28 del jueves y los agentes llegaron a y 33. No les pillaron por un pelo». Habla la última víctima de una banda, tan insaciable como chapucera en sus formas, que tiene en vilo a hosteleros y comerciantes de Vitoria. ... En su último golpe, ese «pelo» se tradujo en que, al ver las luces del coche patrulla, abandonaron en la calle el botín, metido en una bolsa de basura. Del interior, los ertzainas sacaron el bote con las propinas a los camareros y billetes empapados en whisky. Porque también cogieron de una estantería una botella de este licor. No se pudo recuperar el teléfono móvil de la encargada.
El asalto exprés ocurrió la madrugada del jueves en un céntrico bar-restaurante. Es la última víctima conocida de este grupo, que actúa por parejas y que se ha reinventado con las restricciones motivadas por la Covid-19. «Cuando todo era normal y no existía la restricción de movimientos, se dedicaban a robar móviles los fines de semana», deslizan fuentes internas de la Ertzaintza, cuerpo que les sigue los pasos desde hace semanas.
Esta misma semana forzaron la persiana de otro local del centro. Cubierto el rostro con una cazadora reflectante, el que accedió usó la linterna de su móvil. Cogió el dinero de la caja registradora y una botella de whisky.
Es la segunda ocasión en diez días que asaltan este establecimiento. Su propietario está harto. «Quiero 'agradecer' a la Justicia y a nuestros políticos por dejar que estas personas campen a sus anchas y que los que sí cumplimos las reglas tengamos que sufrirlos», enfatiza. «Sólo tengo palabras de agradecimiento para los policías por su compromiso, pero veo que están atados de pies y manos. Les pillan y a las 24 horas les dejan en libertad. Si no resultaba suficiente con las limitaciones por el coronavirus, ahora esto», lamenta.
El trabajo sordo de la Policía autonómica ha dado sus primeros frutos. Uno ya ha ingresado en prisión por la acumulación de delitos. Otro tiene una requisitoria. Y con los otros cuatro siguen las averiguaciones. En los escenarios de sus asaltos se han recogido evidencias como objetos supuestamente usados por ellos. Por ejemplo, un guante.
En Zaramaga, el lunes, otro bar también sufrió otra entrada indeseada. «Se llevaron el dinero de la máquina tragaperras. La recaudación de 15 días. Cuando entré y estaba todo revuelto... Qué miedo sentí. Me ha dejado tocado. Mira, no he sentido tanto miedo en mi vida ni cuando estuve haciendo la mili en El Ferrol», suelta el dueño del establecimiento.
Se investiga si estos chicos, ninguno ha superado los 25 años, andan detrás de este golpe o si se corresponde a otro grupo, quizá itinerante. El lunes, por ejemplo, se produjo una entrada en un conocido complejo deportivo. El martes, en la sede de una federación deportivo. El 'modus operandi' en ambos casos nada tiene que ver con la firma habitual de estos jóvenes.
«Hablamos de una cuadrilla muy chapucera en sus formas. Fuerzan las persianas de los locales con lo primero que pillan, entran y arramplan con lo que pueden», certifican sus perseguidores. Les relacionan con asaltos en Coronación, Casco Viejo y el Centro. «Cuando se les acumulen los cargos, veremos qué pasa».
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