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Jabier y Alfredo Olalde, Marcial Lucas y Txema (hijo del recientemente fallecido José María García) con la alcaldesa y Garai, de Intxorta 1937.
Un emocionante y para muchos tardío homenaje

Un emocionante y para muchos tardío homenaje

El reconocimiento a 'los niños de la guerra' rescató historias humanas «que no se pueden silenciar, ni olvidar» de familias rotas

Marian Gonzalez

Oñati.

Domingo, 25 de abril 2021, 00:39

Sufrieron una guerra que no entendían en el exilio y una posguerra de hambruna marcados como 'rojos', así que no es de extrañar que muchos niños y niñas de la guerra socializaran un silencio que gracias al trabajo de la asociación memorialista Intxorta 1937 ya tiene nombres, apellidos y testimonios, y ayer llenó de emoción el salón de plenos con banda sonora de txistus y aurresku de honor.

Los hermanos Jabier y Alfredo Olalde Ituarte, y Marcial Lucas Iturri, compartieron junto al hijo de José María García Zubia, recientemente fallecido, un sencillo pero sentido homenaje en memoria de todos aquellos menores de edad que fueron víctimas directas e indirectas de la Guerra Civil, viéndose forzados a huir y vivir en el exilio.

«Para muchos llega tarde», recordó el miembro de Intxorta 1937, Juan Ramón de Garai, «solo en el último año se nos han muerto diez en la comarca, el último José Mari, que estaba muy ilusionado por venir. Nuestro objetivo es reivindicar la memoria de todos los que padecieron los horrores de la sublevación fascista de julio de 1936 contra la II República, y por eso, por todos los que no están aquí, vamos a guardar un minuto de silencio», señaló.

El acto se abrió con el visionado del trabajo audiovisual 'Gerra Umiak' en el que María Ángeles Urteaga Madinabeitia (que no pudo asistir y recibió la escultura de tributo 'Egiaren iturria' en su domicilio gasteiztarra), recordaba el código de silencio que imperaba en las familias en la posguerra, cómo se enteró de lo que significaba ser 'rojo', o que su madre Presen se resbaló en el barco que les llevaba a Francia y ella recién nacida cayó al agua, siendo rápidamente rescatada.

En ese mismo documental, José María García recordaba la pérdida de su madre por la tuberculosis contraída en los puentes bajo los que se resguardaban de los bombardeos, o cómo su hermano y él fueron enrolados en un navío con destino a Francia pasando por distintas familias antes de regresar a Oñati a vivir con una tía. Su hijo explicaba después que siempre hablaba de que le hubiera gustado ir a Rusia porque allí hubiera ido a la Universidad.

La historia de los hermanos Jabier y Alfredo Olalde Ituarte es la de la separación que tantas familias padecieron. Jabier (con siete años) y su ya fallecida hermana mayor María Luisa, fueron enviados a Lieja (Bélgica), mientras que Alfredo que solo tenía tres, se quedó con su madre y acabó recalando en Francia.

Recuerdo de los bombardeos

Ambos pese a su corta edad recuerdan aún el sonido de la bombas en Bilbao y cómo se resguardaban de ellas. «La guerra dividió la familia y nos dejó sin madre en 1945 de todo lo que sufrió. Cuando nos reencontramos todos en Oñati en casa de los tíos, yo apenas conocía a mis hermanos y luego me mandaron a los maristas, así que nunca tuve esa vida de familia», relataba Alfredo.

Jabier tiene un buen recuerdo de su exilio belga a pesar de que allí le tocó vivir la Segunda Guerra Mundial. «Me separaron de mi hermana, pero solíamos vernos, y la familia que me acogió se portó siempre fenomenal. Por eso yo lloré mucho cuando regresamos, fue muy duro, aquí pasábamos hambre y la posguerra fue dura».

Siempre mantuvo relación con su familia de acogida, a la que visitó primero con su padre, luego en el viaje de novios con su mujer, y más tarde con sus hijos. Ellos también vinieron a Oñati en distintas ocasiones.

Marcial Lucas Iturri nació en el exilio en Nimes (Francia), y pese a no recordar muchos episodios de esos años debido a su corta edad, ayer se mostraba emocionado y con la pena de que «nuestros padres que tanto sufrieron no hayan vivido estos reconocimientos». Sus abuelos vivían en Donostia y allí fueron al terminar la guerra, pero como no había trabajo, la familia se instaló en Oñati cuando él tenía cuatro años.

Nudo en la garganta

Antes de la entrega de la escultura roja del artista arrasatearra Iñigo Arregi a los homenajeados, los txistus y un aurresku de honor, elevaron aún más la emotividad en la sala. La alcaldesa Izaro Elorza no tuvo reparos en confesar en su intervención el nudo que tenía en la garganta tras ver el audiovisual. «Se nos encoge el corazón al escuchar todo lo que padecisteis y sufristeis al tener que separaros de vuestra familias, y pensar lo duro que debió ser para vuestros padres. Tampoco habrá sido fácil guardar todo lo vivido tantos años. No se puede silenciar, ni olvidar, y por eso es tan importante el trabajo que está haciendo Intxorta», señaló.

A continuación, los tres niños de la guerra y Txema, el hijo de José María, recibieron la escultura 'Egiaren Iturria', en memoria de todos los que en plena infancia tuvieron que abandonar a su familia y sus raíces y exiliarse en un país extranjero. Un viaje de infancias rotas que marcó su trayectoria vital.

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