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Iker Murillo
Oñati
Sábado, 12 de abril 2025
Ni el fresco de la mañana ni la niebla que cubría las cumbres detuvieron a los más de 400 peregrinos que este sábado han tomado ... parte en la tradicional marcha a Arantzazu, organizada por la Diócesis de San Sebastián. La salida ha tenido lugar puntualmente desde la zona del Hotel Soraluze, con muchos participantes optando por hacer el recorrido a pie, como manda la tradición, mientras otros han utilizado los autobuses dispuestos por la organización para facilitar el acceso al santuario.
El recorrido completo, de unos ocho kilómetros, se ha afrontado con calma y sin incidentes, con el obispo Fernando Prado a la cabeza. Durante la caminata, se respiraba un ambiente tranquilo, marcado por el silencio, los cánticos y las oraciones que resonaban entre las montañas.
Ya en el santuario, el obispo Fernando Prado ha dirigido unas palabras cargadas de significado. Este año, bajo el lema 'Itxaropenean erromes' (peregrinos de la esperanza), el obispo ha recordado la importancia de caminar unidos, a pesar de las dificultades personales o colectivas. Ha subrayado que la cruz, que cada uno lleva de manera diferente, no es el final del camino, sino el paso hacia una vida nueva. «No caminamos solos», ha dicho con firmeza. «Somos un pueblo en camino, guiados por la esperanza que no defrauda. La cruz de Cristo no es la última palabra, sino la puerta hacia la vida».
En su discurso, también ha abordado la situación de la Iglesia, reconociendo que son tiempos difíciles para la fe y para las comunidades. Sin embargo, ha destacado que este Año Jubilar, convocado por el Papa Francisco, es una oportunidad para renovar la vida cristiana y la pertenencia a la comunidad. «Este es un tiempo de renovación, de reconciliación, de fortalecer nuestra relación con Dios y con los demás», apuntó el obispo.
A pesar de las dificultades y las pruebas que atraviesan muchas personas, el obispo ha insistido en no caer en el pesimismo. «La esperanza no se apaga, ni siquiera cuando el entorno parece frío. Debemos seguir adelante con fe, con confianza en que Dios está con nosotros, incluso en los momentos más oscuros», ha afirmado. «Que nuestras debilidades y nuestros pecados no nos detengan. Que la frialdad del entorno no apague nuestro ardor misionero. Sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza. Porque en Él, y sólo en Él, está nuestra esperanza. Que este Vía Crucis, vivido en comunión, sea un paso más en la renovación de nuestras vidas», ha destacado.
Con estas palabras, el Vía Crucis alcanzaba su punto culminante, dando paso al final de la jornada entre saludos, despedidas y promesas de regresar el próximo año. La peregrinación no solo ha sido una subida física, sino también un recordatorio de la esperanza que, año tras año, renueva a quienes la viven.
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