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Sancti Spiritus, una historia cargada de enfrentamientos y conflictosOñati
Sancti Spiritus, una historia cargada de enfrentamientos y conflictosIKER MURILLO
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Viernes, 28 de abril 2023
Según explica José Antonio Azpiazu en su libro 'Historia Social de la Universidad Sancti Spiritus', «la sociedad de hace cuatro siglos era violenta. El pueblo bajo era violento, y lo era también la élite de la sociedad, de la que no se escapaba el ... sector de la cultura, el de la universidad. La mayor parte de los estudiantes provenían de las clases altas o acomodadas, que se podían permitir el lujo de que sus hijos se dedicasen al estudio en vez de trabajar, como debía hacerlo la mayor parte de la sociedad. Pero a su vez estos jóvenes habían vivido en ambientes violentos, en los que sus padres habrían ejercido algún comportamiento derivado de la lucha de clases, o bien respondiendo al sentido del honor, tan vigente en la época».
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Es por ello que, según afirma, «no podemos sorprendernos de que, a lo largo de varios siglos de vida universitaria, nos encontremos con episodios de violencia, a veces con consecuencias trágicas. Los documentos universitarios, y en ocasiones los judiciales pertenecientes a la Chancillería de Valladolid, nos ofrecen casos en los que los estudiantes se comportan de una manera violenta, en buena medida gratuita».
Tal y como se explica en el texto de Azpiazu, «estudiar en la universidad Sancti Spiritus carecía, sin duda, del glamour de cursar carreras en Salamanca, Valladolid o Alcalá. Pero Oñati estaba dispuesta a jugar sus bazas en clara competencia con los grandes centros».
En principio, las poblaciones del Norte como Cantabria, La Rioja, Nafarroa, las tierras que componían la diócesis de Burgos y las provincias vascongadas no contaban con una universidad cercana, lo que beneficiaba al nuevo centro. Por otra parte, «la vida en las ciudades universitarias era muy cara, teniendo en cuenta los gastos propios vinculados a la vida de los estudiantes: hospedaje, libros, viajes, matrícula, etc».
Una tercera faceta jugaba a favor de Oñati: «al tratarse de una población pequeña, prometer un control sobre los estudiantes jugaba como aliciente ante unas familias temerosas de que sus hijos se perdieran en la ciudad, sus tentaciones y otros desvaríos que les alejaran de los estudios». Ésta era al menos la intención inicial aunque es evidente que este objetivo no siempre se logró de una forma satisfactoria.
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En el siglo XVI, se intentaron algunos arreglos y paces entre la universidad y el vecindario, incluyendo autoridades como el rector y el alcalde. Durante los siglos XVII y XVIII, hubo muchos enfrentamientos entre el alcalde de Oñati y los distintos rectores de la universidad. A pesar de que en el siglo XVI se habían intentado solucionar estos conflictos, estos volvieron a surgir con el tiempo. En 1657, se abrió un proceso legal por parte del rector contra el alcalde de Oñati por haber forzado las puertas de la cárcel de la universidad y haber sacado de ella a tres estudiantes que luego fueron encarcelados en la cárcel de la villa. El Rector, Tomás Ignacio de Ozaeta Gallaistegui, fue informado de los abusos del alcalde, que mantenía presos y con grilletes a los universitarios.
El alcalde había sacado a los estudiantes a la fuerza y los había llevado a la cárcel de la villa, en perjuicio de la jurisdicción del rector y sus privilegios. Además, había hecho que los estudiantes padecieran insufribles dolores y estuvieran a punto de morir o quedar mancos para siempre. La situación era tan grave que el alcalde fue excomulgado por no obedecer las órdenes del rector.
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En 1745 se enfrentaron dos autoridades, un clérigo y un alcalde, por el apresamiento del primero y la apelación al código de honor. El clérigo Martín de Elorduy, estudiante de la universidad y benefactor de Zamudio, presentó una queja contra el alcalde de Oñati quien lo había puesto en prisión en un cepo. Martín pidió su liberación «por sus calidades notorias y por ser un clérigo que se dedicaba a rezar el oficio divino», y pidió que se le permitiera recibir visitas de sus compañeros universitarios. El carcelero se opuso y afirmó tener orden del alcalde para mantener a Martín en buena custodia, y que no le constaba que era clérigo.
Como consecuencia de la situación, Martín y sus seguidores declararon públicamente excomulgados tanto al alcalde como al carcelero, y difundieron esta información en la plaza pública y en las puertas de diversos edificios religiosos. En respuesta, el alcalde se quejó ante el Rector de la universidad. La lectura también incluye un fragmento de los autos presentados por el alcalde, en el que se describe la supuesta desatención y falta de respeto por parte de Martín de Elorduy hacia él como autoridad.
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También ha trascendido un episodio conflictivo ocurrido en 1746 durante los carnavales en la universidad. Un grupo de estudiantes se vieron involucrados en una pelea y fueron encerrados en el colegio en lugar de ser enviados a la cárcel pública. Aunque el asunto no pasó a mayores, el rector tomó una postura pedagógica y benévola al ofrecerles la oportunidad de reconciliarse y salir de la prisión si prometían no volver a inquietar la paz en el futuro.
Los estudiantes se presentaron ante el rector y se comprometieron a cumplir con sus obligaciones académicas y no volver a causar problemas. Sin embargo, no se sabe con certeza qué fue de estos estudiantes después del incidente, ya que muchos de ellos no lograron completar sus estudios universitarios debido a su comportamiento problemático.
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Hubo otros dos episodios de violencia en la localidad de Oñati en el siglo XVII, ambos relacionados con estudiantes. En el primer caso, en 1629, un estudiante llamado Juan de Zumaeta fue asesinado en la entrada de la casa de Miguel de Zabala después de una pelea. Dos estudiantes implicados en la pelea se refugiaron en una iglesia, pero el alcalde los persiguió allí y los sacó con violencia de la iglesia para llevarlos a la cárcel.
En el segundo caso, en 1638, un cirujano llamado Martín de Ipença acusó a tres estudiantes de la universidad de agredirlo en su casa, uno de los cuales había intentado matarlo. Ipença describió a los estudiantes como peligrosos y arrogantes, y afirmó que lo habían amenazado y agredido con espadas. Estos episodios muestran la violencia y la tensión que a menudo rodeaban la vida de los estudiantes universitarios en el siglo XVII.
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Tal y como se narra en el libro de Azpiazu, «en el año 1629 un estudiante resultó muerto en la entrada de una casa de Oñati. Por lo visto, a las ocho de la tarde se dio una muerte en el zaguán (sala inmediata a la puerta de entrada de la casa) de Miguel de Zabala, tras lo que dos estudiantes, entre otras personas, se habían refugiado en la iglesia amparados por la inmunidad eclesiástica. Al alcalde, Francisco de Erostegui, esta circunstancia no le impidió ir tras dichos refugiados en sagrado, ni le frenó su condición de estudiantes de la universidad». De hecho se cuenta que «fue con otros con espadas, entrando con estrépito a la iglesia, rompieron la puerta del coro con violencia, no obstante las protestas de algunos beneficiados, los sacó (a los estudiantes) con violencia de la iglesia, y los llevó amarrados a la cárcel, donde los tiene con graves presiones y guardas, y porque conviene a la jurisdicción del señor obispo, se manden hacer censuras».
El fallecido era Juan de Zumaeta, natural de Antzuola, cursante en la dicha universidad. «Otra vez nos encontramos con peleas, esta vez entre clérigos o estudiantes, tensión que se viene produciendo con cierta regularidad en Sancti Spiritus». En 1786, a un grupo de estudiantes se les ocurrió desafiar la autoridad del Rector y trataron de liberar a sus compañeros encarcelados por haber fumado en lugares públicos. El Rector inició un juicio sumario contra los estudiantes que intentaron liberar a los presos, acusándolos de haber entrado en la universidad en actitud hostil. Se llamó a varios testigos, y se constató que los estudiantes habían entrado en tropel en la universidad exigiendo la libertad de los presos. El Rector decidió liberar a los presos para evitar una mayor conmoción y desorden, pero esto desairó su autoridad. A pesar de que la razón de la prisión era fumar en lugares públicos, la forma en que los estudiantes exigieron la liberación fue inapropiada, y esto llevó a la prisión de Pedro Celestino Fabro, el líder del grupo, en un intento de evitar otro motín.
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