Oñati

Una travesía surrealista y emocional: 'Renata' llega hoy a Santa Ana

En la obra, la protagonista se enfrenta a una paradoja: muere y resucita una y otra vez, de maneras cada vez más absurdas. Esta constante transformación la arrastra a un ciclo sin fin, donde la vida y la muerte se entrelazan y se superponen. La trama no solo aborda la tensión entre estos dos estados, sino que lo hace de una manera única, con un enfoque cómico y frenético que convierte un tema tan profundo en una reflexión ligera, aunque igualmente profunda.

Cada resurrección de Renata no solo se presenta como un proceso físico, sino también emocional y existencial. Al morir, la protagonista no solo deja atrás su cuerpo, sino que se ve obligada a cuestionar su identidad, su propósito y la percepción de su propia realidad. En cada resurrección, el espectador es testigo de una Renata diferente, pero siempre conectada con las anteriores versiones de sí misma, como si cada resurrección fuera una oportunidad para redescubrir quién es realmente.

A lo largo de la obra, Renata es acompañada por un elenco de cuatro actores que interpretan diversos personajes clave para el desarrollo de la historia. Estos personajes no solo actúan como acompañantes, sino como agentes provocadores que desafían a la protagonista y, por extensión, al público, a confrontar diversas realidades y estados emocionales. Cada personaje aporta una dimensión diferente al viaje de Renata, impulsando la trama hacia un ritmo vertiginoso.

Los personajes, cargados de excentricidades, no solo interactúan con Renata, sino que también representan los diferentes aspectos de la existencia humana: la alegría, la desesperación, la soledad, la compañía, la vida cotidiana y lo extraordinario. A través de ellos, la obra explora los contrastes entre lo absurdo y lo serio, lo risible y lo trágico, invitando al espectador a reflexionar sobre la impermanencia y lo fugaz de la vida humana.

Uno de los grandes atractivos de 'Renata' es, sin duda, su escenografía, que juega un papel fundamental en la narración de la historia. El espacio de Santa Ana se transformará en un escenario lleno de color, movimiento y simbolismo. Cada cambio de escenografía será una metáfora visual de la constante transformación que vive Renata a lo largo de su historia. Lo que se presenta como un espacio aparentemente normal se convierte, a medida que avanza la obra, en un espacio metafísico, que representa la dualidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos.