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Así, a palo seco, es un dato peleón, que ni con gaseosa se consigue digerir. Rioja Alavesa ha perdido medio centenar de bodegas en la última década. Claro que se han abierto nuevos negocios estos años, claro que se han iniciado proyectos novedosos e ilusionantes ... en este tiempo, claro que, incluso, grandes grupos han apostado con enormes capitales por esta tierra. Pero las cifras son tozudas. En 2010, el Consejo Regulador tenía contabilizadas 356 bodegas en Álava. En 2020 –de cuando se disponen los últimos registros– eran 306. Y para cuando se haga el balance final de este pandémico 2021 se espera una caída todavía más abrumadora. Tras el dato, una realidad que, a la larga, amenaza con avinagrar el futuro de la zona: la mayoría de los que se han perdido en estos últimos diez años son pequeños negocios. Y sin bodegas familiares, Rioja Alavesa corre el peligro de perder su esencia.
En un sector que estos días está tan dividido por la operación frustrada del PNV para llevar a debate en el Congreso la creación de una subdenominación de origen propia bajo el amparo de Rioja –basta con acodarse a la barra de cualquier bar de Labastida, Laguardia o Elciego y pegar la oreja a las discusiones de los vinateros para comprobarlo– llama poderosamente la atención que todos coincidan, con independencia de su sensibilidad política y su postura frente al Consejo Regulador, a la hora de señalar el gran problema al que se han de enfrentar: el exceso de burocracia.
Más que espergurar, más que vendimiar, más que podar, más que la fatigosa faena en bodega, hay un arduo trabajo que lleva de cabeza a los vitivinicultores de por estos pagos que poco (nada, en el fondo) tiene que ver con el viñedo. Sudan frente al ordenador. Se dejan el lomo enterrados entre tanto papel. Ni el corquete más afilado es capaz de despejar tanto trámite burocrático. «Casi a diario escucho a gente decir que están hartos de tanto papeleo y que van a acabar vendiendo las viñas», resopla Blanca Casado, propietaria de bodegas Idiaquez, en Baños de Ebro.
Como Blanca, Jesús en Elciego, Roberto en Viñaspre, Carlos en Laserna, José Antonio en Laguardia... todos pequeños bodegueros, todos hacen referencia a los problemas que les genera «el papeleo desmedido» y las «duplicidades administrativas» como, junto al alarmante aumento de los precios del gasóleo y los fitosanitarios, uno de los grandes problemas del sector. «Nos pasamos todo el santo día haciendo papeles, somos viticultores, somos bodegueros, no administrativos», destaca Jesús Bauza, de Bodegas Bauza, en Elciego. «Yo muchas veces me he planteado 'chapar' por este tema. Y muchos ya lo han hecho», asegura. «Tenemos que hacer papeleo para cinco administradores distintas, para el Consejo Regulador, para la Diputación, para el Gobierno vasco, para el Ministerio y ¡hasta para la Unión Europea! y en cinco formatos diferentes, es un despropósito», reclama el viticultor. «Y ojo, yo no estoy en contra de las inspecciones, ni de los controles, que son necesarios, pero todas estas duplicidades no tienen sentido».
La simplificación de tanto trámite es una de las eternas batallas que libra la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja, que también representa a pequeños negocios alaveses. Su gerente, Ana Jiménez, señala cómo ese «exceso de burocracia» repercute de forma directa en la sangría de pequeñas bodegas que se está viviendo en Rioja Alavesa. «Es un proceso: dejan de embotellar vino porque les generan muchas complicaciones, pasan a vender a granel, de ahí a vender la uva a grandes bodegas, que es más cómodo y así las bodegas familiares van desapareciendo poco a poco», destaca. «En el fondo, nos están invitando a que vendamos y cerremos. El que hay ahora en Rioja es un modelo que no funciona», certifica Jiménez.
«Si se pagan las uvas de calidad a 0,80, a 0,85 o, incluso, a 1 euro muchos se plantean que no compensa en meterse a elaborar, a embotellar y luego a pelear de bar en bar, de restaurante en restaurante, para vender tus vinos», ilustra José Antonio Ugarte, responsable de viticultura de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA). «Yo mismo hacía vino a granel para una bodega de Laguardia hasta que me cansé».
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