Este año se alcanzan los 125 de la desaparición, en Ezkio, a causa de un voraz incendio, de la venta 'Zozabarro-Txiki', establecimiento ligado a la historia de Euskal Herria al tratarse del lugar donde el bardo José María Iparraguirre residió en la recta final ... de su vida. El siniestro nos conduce al 27 de marzo de 1899. Sobre las once de la noche, se detecta el incendio, adquiriendo rápidamente considerables proporciones. A pesar del auxilio prestado en su extinción, el edificio queda totalmente destruido pasto del fuego, acabando en la calle las tres familias que lo habitaban. Entre el mobiliario y enseres arrasados, figura la cama en la que expiró el autor del Gernikako Arbola.
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La magnitud de la catástrofe se refleja en este párrafo recogido de la información ofrecida por el periódico La Voz de Guipuzcoa. Dice así: «El hijo mayor del maestro de escuelas de Ezquioga tuvo el feliz instinto de coger en los brazos a sus dos hermanitos apenas se dio cuenta de la desgracia y saltando por entre las llamas que se apoderaban ya del pasillo y de las escaleras, pudo salir a la carretera. Lo mismo hizo su madre tras él, pero el maestro que intentó hacer lo mismo, no pudo porque parte del tejado se había hundido en el momento en el que pasó su esposa, interceptando la escalera y propagando con más fuerza el fuego dentro de las habitaciones, construidas en su totalidad con madera de pino. El maestro, así como su convecino Martín Murua, tuvieron que saltar de la ventana».
De aquel 'Zozabarro-Txiki' solamente queda un testimonio gráfico. El dibujo realizado por el escritor y artista del pincel, Francisco López Alén, durante su visita a dicha posada días antes del nefasto suceso. Por lo demás, perdura en el tiempo el recuerdo de la estancia en ella de José María Iparraguirre. Pasó el último tramo de su existencia reuniéndose con amigos en torno a la mesa y en animadas tertulias, además de acercarse a los pueblos limítrofes para disfrutar de agradables momentos. No se olvidan sus visitas al balneario de Ormaiztegi acompañado de su vieja guitarra.
José María Iparraguirre falleció a los sesenta años de edad, el 6 de abril de 1881, transformándose en leyenda, para vivir eternamente en el corazón del pueblo vasco, ligado estrechamente al reverenciado árbol, encarnación de las seculares libertades de Euskal Herria.
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