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Lunes, 21 de febrero 2022
Las Jornadas de Teatro se ponen en marcha este martes con la conferencia inaugural 'El Veneno del Teatro', que unirá, a través un diálogo, ... a Ramón Barea y a su discípulo, el ermuarra Mikel Losada, en una charla que será presentada por Irene Hernando. El acto tendrá lugar a las 19.00 horas en el Coliseo. El tema del acto gira en torno al oficio teatral.
Una profesión que conoce bien Ramón Barea (Bilbao, 1949), uno de los grandes nombres del teatro vasco, a quien desde los años 70 se le metió en el cuerpo el veneno del teatro y aún no ha encontrado antídoto, «ni ganas de encontrarlo», ha manifestado siempre. Durante la charla hablará con Mikel Losada sobre la vocación del teatro, las figuras estudiantiles-profesores y lo que viven los dramaturgos.
Se da la circunstancia que Ramón Barea dirigía la Escuela de Teatro Juan de Antxieta, en Bilbao, donde se formó Mikel Losada. «Era un estudiante que, dada su edad, destacaba. Desde entonces hemos colaborado en varias ocasiones y nos hemos reencontrado en la obra 'El viaje a ninguna parte'», explica. Precisamente, esta obra se representa mañana como primera función de las Jornadas de Teatro. En ella, Mikel Losada interpreta a un joven que está decidiendo si se dedica o no al teatro, y Ramón Barea a un veterano de la compañía. Por lo tanto, la obra guarda relación con la tertulia inaugural, centrada en el 'veneno' del teatro, con dos puntos de vista: del que está empezando en la profesión, y desde la mirada del veterano.
Barea mantiene que «puede resultar paradójico, pero fue la vergüenza la que me llevó al teatro. Veía que sobre el escenario el mundo se paraba, que los presentes controlaban el mundo, y para un adolescente tímido era la manera de dominar la inseguridad. Empecé a hacer teatro porque fui un espectador de teatro compulsivo. Empecé en el teatro en el club juvenil del Casco Viejo de Bilbao, con gente más mayor. Luego, mientras trabajaba en una oficina, me gastaba parte de mi sueldo para ver teatro. He tenido una vocación rara por el teatro», señalaba Barea. Y es que su madre era profesora de la escuela de Solokoetxe y hacía teatro con los alumnos. «La primera representación de mi vida la hice allí y, después de eso, me juré a mí mismo que nunca más subiría sobre el escenario. Era una alegoría navideña y no sé por qué, me vistieron de andaluz. Sentí vergüenza y no quería saber nada más del teatro», decía Barea.
A partir de aquí ha ido tejiendo una amplia carrera. «Me he sentido a gusto, creo. El escenario es un espacio peligroso, pero acabas controlándolo. Es el único lugar en el mundo del arte donde la vida puede detenerse. En él podemos ordenar y controlar, -dice Barea-, el mundo caótico, peligroso y convulso que vivimos. El teatro es el arte de la repetición. Precisamente al hacer cada vez más una obra, al conocer más al personaje, eres más feliz».
En 1969 creó la asociación teatral 'Cómicos de la legua', cuando empezó a hacer teatro con Álex Angulo y Santiago Gurrutxaga, entre otros, ya que en el País Vasco no había ningún dramaturgo profesional, profesor o compañía. «Fuimos autodidactas, y con acción y errores inventamos nuestra técnica. Creo que Mikel ha tenido más suerte que yo en ese sentido, pero hay que ser así porque las cosas tienen que mejorar».
Por su parte, Mikel Losada (Ermua, 1978) ha vivido el teatro desde muy joven. Sus maestros fueron el propio Barea y Felipe Loza. Se conocieron en la escuela de teatro Juan Antxieta de Bilbao y siguen colaborando un par de décadas después. «Me apuntó mi madre en la escuela de teatro Juan Antxieta. Hacía teatro en Ermua y me gustaba mucho. Mi madre me ayudó a buscar una escuela y me matriculó en la de Barea. Yo no conocía a Barea, sólo por lo que me había contado mi madre. El primer año anduve con Felipe Loza, muy buen profesor. Luego, no sé si fue en mi primer o segundo año, pero los que estaban en cuarto tenían que hacer una obra de fin de curso y Ramón me llamó para que hiciera algo con ellos. Pensé, -decía Losada-, que iba a ser un papel pequeño, pero no, era el protagonista. Desde entonces he trabajado mucho con Ramón y le quiero mucho, tanto personal como profesionalmente».
Sbre el veterano director opina que «para mí ha sido una especie de padrino. Empecé a trabajar con él y luego me llamaron muchas compañías. Ramón me ha enseñado la profesión: cómo amar y respetar el teatro».
La formación lograda ha ido rozando la excelencia. «Ramón es director y sabe enseñar bien. Yo, en cambio, no soy director, sólo actor. Bueno, hace tiempo que fui profesor en una escuela de teatro, pero no, no sirvo para ser profesor». Para el ermuarra, el teatro lo es todo. «Hay que aprender textos, aprendes muchas historias, tienes que ser un buen compañero y organizarte bien con la ropa. Lo que él no sabía era que iba a estar muchos años entregado al teatro».
Mañana, los dos actores representarán 'El viaje a ninguna parte', donde se narra la historia de una pequeña compañía teatral de los años 50. «No tienen casa, están siempre en camino, pueblo a pueblo». La obra de Fernando Fernán Gómez es una homenaje a la profesión teatral.
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