Secciones
Servicios
Destacamos
Amena, agradecida, muy cercana, simpática... No hay líneas suficientes para colocar los adjetivos necesarios para describir a la reconocida actriz Concha Velasco, con quien periodistas, responsables del Eibar y organizadores de las Jornadas de Teatro de Eibar pudieron vivir un día inolvidable antes de la escenificación de las funciones de la obra 'El Funeral'. Primero subió al campo de Ipurua e incluso se atrevió a pisar el césped y realizar un perfecto golpeo en el centro del campo. «A mí me seleccionaron por mis piernas bonitas», reconocía la actriz vallisoletana. Por la tarde, en la conferencia inaugural de las Jornadas, junto al productor ermuarra Jesús Cimarro, se explayó sobre muchos aspectos de una vida dura en Marruecos -«mi padre era asistente de Franco, y tanto él como mi hermano enfermaron»-, y, sin lugar a dudas, muy trabajada en el aspecto profesional. «Lo hacía por ayudar a mi familia e incluso me detuvieron por trabajar siendo menor. Falsifiqué un DNI que decía que había nacido en 1937. Recuerdo aquel momento como el de vivir bajo un silencio permanente».
Cimarro le presentó «como una actriz que, si hubiera nacido en Estados Unidos, tendría ahora muchos oscars». Desde muy niña «quería ser bailarina», admitía Concha. Nacida en 1939 en Valladolid, «soy la única de aquella época que no se llamaba María», decía. Estudió danza clásica, tuvo una beca para irse a Inglaterra, y debutó en el Cuerpo de Baile de la Ópera de A Coruña, zapateó como bailaora en la compañía de Manolo Caracol, llegó a ser chica de revista con Celia Gámez... A los 15 años hizo la película 'La reina mora', pero su consagración llegó con 'Las chicas de la Cruz Roja' que, dos años después, la convirtió en Conchita Velasco, uno de los rostros más populares y más queridos de España. Con 24 años rodó 'Historias de la televisión' y se convirtió para siempre en 'la chica ye yé', título de la canción de Augustó Algueró que interpretaba en la película. Su inesperado estrellato en la música le permitió grabar ocho discos más.
En la propia charla nunca se reconoció como cantante, aunque entonó una estrofa en euskera que había aprendido para cantar en el Arriaga, con Pedro Olea. «Me gustan más las rancheras que la copla, porque en la primera es la mujer la que abandona al hombre, mientras que en la segunda es la mujer la abandonada». En febrero de 2013 recibió el Goya de Honor a toda su trayectoria. «Poca gente hay como ella», decía Enrique González Macho, presidente entonces de la Academia del Cine.
Y no le faltaba razón. Concha, con más de 80 películas rodadas, series y programas de televisión, e innumerables éxitos teatrales, recogía su premio más deseado, al que fue nominada en dos ocasiones sin suerte. También habló de las personas que más habían marcado su vida, como Tony Leblanc, con el que participó en seis películas. El actor fue más que un amigo para Concha, una especie de hermano, un hombre al que admiró. El cariño que los unió en 1958 fue creciendo con los años, y la muerte de Leblanc en noviembre de 2012 dejó huérfana a la actriz.
El teatro la ligaría también a Adolfo Marsillach. El director y actor escribió su primera obra teatral 'Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?', para ella. Gracias a él, además, Concha conoció al productor Paco Marsó. Se casó con él en 1976, y tienen dos hijos: Manuel y Paco. Ahora Manuel es el autor del guion de la obra 'El Funeral', cuya segunda función se escenifica hoy en el Coliseo.
Concha también habló de su madre, «el ejemplo que siempre seguí. Recuerdo su abrazo, sin olor, pero sí recuerdo su aliento». Además, se calificó a sí misma como «derrochadora», desde el mismo día que le dijo a su padre que se había enterado sobre la verdad de los Reyes.
Muy lejós del papel desarrollado como Doña Carmen en 'Las Chicas del Cable', subrayó que «aprecio que los jóvenes se estén acercando al teatro gracias a esta serie. Es importante para que el teatro no muera».
Intercambió muchas charlas con Cimarro, al que calificó como «un gran productor» por haber sido capaz de «hacer rentable» el Teatro de Mérida y conseguir que el Teatro Latina, de Madrid, tras comprarlo, no se convirtiera en apartamentos. Por su parte, el productor ermuarra indicaba que «hay que amar el teatro», tras contar todas las vicisitudes que tuvo que atravesar para hacerse con La Latina, antes en manos de Lina Morgan. «Le convencí a Lina de que me lo vendiera tras prometerle que seguiría con la actividad teatral. Pero fue fundamental que le ofreciera el palco, el antepalco y su despacho hasta que se muriese».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
La chica a la que despidieron cuatro veces en el primer mes de contrato
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.